Archive for abril 2020

Nueva página: El evangelio para los evangélicos

30/04/2020

Estoy lanzando la primera parte de una serie de folletos con el tema: «El evangelio para los evangélicos». Se trata de volver a enseñar a los evangélicos los rudimentos de una fe bíblica, y de contrastar el mensaje bíblico con las prácticas actuales de las iglesias. Estos temas son similares a algunos que ya se trataron en los artículos acerca de la iglesia del Nuevo Testamento, pero de una forma más resumida y un poco más sencilla.

En esta página se pueden descargar los primeros folletos de la serie, como documentos PDF imprimibles. Espero, posteriormente, publicarlos también en forma de artículos del blog.

Una advertencia profética: La élite autoritaria

27/04/2020

El filósofo y apologista cristiano Francis Schaeffer escribió las siguientes palabras alrededor de 1975, en su libro «How shall we then live?»(¿Cómo podemos entonces vivir?) Mirando al presente, sus palabras fueron realmente proféticas, y siguen de mucha actualidad.

«La mayoría de la gente conoce solamente dos valores miserables: la paz personal y el bienestar personal. La gente que tiene esos valores, ¿defenderán su libertad? ¿No abandonarán sus libertades paso por paso, mientras que pueden mantener su paz personal y su bienestar personal, y mientras que alguien los alimenta? (…)
Hoy en día, la política ya no es un asunto de valores o ideales. Anteriormente, la gente se movilizaba por los valores de la libertad y de la verdad. Pero ahora, los políticos se aseguran de los votos, seduciendo a la gente con la oferta de paz personal y bienestar personal. Ellos saben que el pueblo no protestará, mientras que la gente tenga esas cosas – o por lo menos una ficción de ello, o una esperanza de ello. (…)
Los principios cristianos se han perdido, y se creó un vacío moral e ideológico. Este vacío será llenado por una élite que gobernará de manera autoritaria. No necesariamente al estilo de un Hitler o un Stalin; más bien se tratará de un gobierno autoritario que manipula a la gente. Hoy en día, los gobiernos tienen a su disposición unas herramientas de manipulación que el mundo no conoció nunca antes (…), herramientas psicológicas, (…) métodos relacionados con la biología, (…) y las posibilidades que tienen los medios de comunicación de influenciar nuestro comportamiento.»

«B.F.Skinner (uno de los fundadores del conductismo) mantuvo que el hombre es determinado por las influencias de su medio ambiente. Entonces, la sociedad debería aplicar estímulos positivos o negativos, para crear la sociedad deseada. Cómo se vería eso en la práctica, lo describió en su novela «Walden Two» (1948): Una sociedad completamente controlada. El director manipula a todos para controlar su comportamiento. Influencia sus pensamientos y actos de tal manera que todos hacen exactamente lo que él planeó para la sociedad. Skinner reconoce que en un tal ambiente muere lo humano en el hombre. Escribió: ‘Respecto al hombre como ser humano, gracias a Dios que desapareció.’ (…)
Los conductistas a menudo ocupan posiciones de mucha influencia. Muchos de ellos influencian el entero sistema escolar, desde los primeros grados hasta las universidades. (…)

Francis Crick (uno de los descubridores del código genético) propone abiertamente técnicas de manipulación biológica. Él escribe: «Con el tiempo tenemos que hacernos la pregunta: ¿Qué clase de seres humanos queremos tener? (…) Tenemos que decidir quiénes deben ser los padres de la siguiente generación; quiénes deben nacer, y quiénes deben tener hijos. (…) Algún gremio debe decidir que ciertas personas deben tener más hijos, y otras menos. (…) La biología desarrollará las nuevas ideas acerca de las políticas sociales. La biología trata no solamente de la crianza de rebaños de ganado. Se ocupa también de los problemas que involucran al hombre, al nivel psicológico y social …»
El ginecólogo Kermit Kranty sugirió en 1969, poner la «píldora» anticonceptiva en el agua potable del mundo entero, para controlar la población mundial. El gobierno podría otorgar permisos excepcionales a algunas personas para que tengan hijos, y darles otro medicamento que contrarrestaría los efectos anticonceptivos del agua.
José M.Delgado dijo ante la UNESCO que se debería obligar a la humanidad entera a disminuir su agresividad mediante la estimulación eléctrica de sus cerebros.
El médico Russel V.Lee sugirió someter anualmente a todos los funcionarios del gobierno a un test psicológico detallado, y sugerir el despido de quienes no «pasan» el test.
Hay algo que todas estas sugerencias no toman en cuenta: ¿Quién controlará a los controladores? La persona que emite las autorizaciones para tener hijos, o que supervisa los tests, tendría un poder muy superior al de un rey.

Los medios de comunicación reportan muchas de estas técnicas de manipulación sin cuestionar. Así condicionan a la gente a aceptar la manipulación como algo normal.
La televisión manipula al público constantemente. Muchos televidentes creen todo lo que ven, y piensan que lo vieron «con sus propios ojos». Pero se olvidan que cada segundo de las emisiones pasó por un proceso de edición. No vemos los sucesos, vemos una versión redactada de los sucesos. (…)
Una élite autoritaria puede convertir el entero conjunto de los medios de comunicación en herramientas de manipulación. Para lograr eso, ni siquiera tienen que hacer uso de la fuerza: Es suficiente con que la cosmovisión de los medios dominantes coincida con la cosmovisión de la élite. (…)
Los medios de comunicación no solamente transmiten noticias; ellos crean noticias. Deciden qué se publicará y qué no. (…) Y nos manipulan mediante su valoración de las noticias. (…)
Antiguamente, los periodistas seguían el ideal de la objetividad. Pero ahora ésa se perdió. Antes, se solía distinguir entre artículos noticiosos y artículos de opinión. Esta distinción se ha borrado: Los artículos noticiosos son sesgados según la inclinación ideológica de sus autores. Si esta inclinación coincide con la ideología de la élite, los medios manipulan a toda la población para someterse al gobierno autoritario.

Las computadoras permiten almacenar la entera biografía de cada persona, desde su comportamiento en el jardín de infantes hasta sus capacidades, su carácter, [y sus opiniones políticas y religiosas.] Y permiten vigilar todas sus comunicaciones. Con eso desaparece toda esfera privada. ¿Cómo utilizará un gobierno totalitario estas posibilidades? (…)

Muchos, aun entre los que hablan de las libertades civiles, creen que el estado es el encargado de solucionar todos los problemas. Entonces, cuando las presiones aumentan, dejarán de preocuparse por las libertades, y aceptarán un estado autoritario.

Entonces, las clasificaciones en «derecha» o «izquierda» ya no importarán. Solamente expresan dos caminos hacia la misma meta. No hay diferencia entre un gobierno autoritario de izquierda y uno de derecha. El resultado es el mismo. Una élite, un sistema autoritario se impondrá a la sociedad entera, para protegerla contra el caos. La mayoría de la gente aceptarán ese sistema, porque desean tener paz personal y bienestar personal, porque son apáticos y desean vivir en un mundo ordenado. Por eso, aceptarán cualquier sistema político, para que la economía y la vida diaria puedan continuar. De la misma manera actuó Roma en los tiempos del emperador Augusto.

(…) Edward Gibbon, en su libro «La caída del imperio romano», mencionó cinco características de Roma en su etapa final:
– primero, una preferencia creciente por exhibir apariencias externas y lujos (bienestar);
– segundo, una división creciente entre los muy ricos y los muy pobres (sea entre las naciones, o dentro de una misma nación);
– tercero, una sexualidad excéntrica;
– cuarto, unas artes grotescas, extrañas, bajo el pretexto de originalidad;
– y quinto, un deseo creciente de vivir a expensas del estado.
Todo eso nos parece muy conocido. Estamos de regreso a Roma.»


En los detalles, la implementación actual quizás no es exactamente como Schaeffer la previó. Pero en los rasgos grandes se está cumpliendo todo. Al estudiar historia, muchos se preguntan cómo Alemania se dejó embaucar por Hitler. Lo eligieron democráticamente, y el parlamento le otorgó voluntariamente todas las facultades para gobernar como dictador. De la misma manera, nuestros descendientes (si los habrá) se preguntarán cómo las naciones del mundo de 2020 se dejaron engañar por el sistema totalitario global que se está construyendo ante nuestros ojos.

¿Existe una economía cristiana? – Parte 2

21/04/2020

En el artículo anterior hemos visto unas características de una economía cristiana. Deseo añadir unos puntos más.

Descentralización

Como hemos visto en los artículos sobre las finanzas de la iglesia del Nuevo Testamento, la generosidad y el apoyo a los necesitados sucedían mayormente en la responsabilidad de cada cristiano individual. O sea, existía la mayor descentralización posible, donde cada persona (o cada familia) decidía cómo administrar los bienes que tenían en su poder, en responsabilidad propia ante Dios.

Lo mismo se puede aplicar a una economía cristiana en general. El «cuerpo de Cristo» tiene una única Cabeza, que es Cristo mismo. En este sentido podríamos decir que es «centralizado». Pero entre sus miembros, aquí en la tierra, existe una estructura completamente descentralizada. «Uno solo es vuestro Maestro; y ustedes todos son hermanos» (Mateo 23:8). Los miembros de un cuerpo no se dan órdenes los unos a los otros. Si aplicamos eso a la economía: En la iglesia del Nuevo Testamento no existe ninguna jerarquía que podría ordenar a un cristiano lo que debe hacer con sus bienes. Pero cada uno está bajo las órdenes del Señor mismo.

Por el otro lado, en un cuerpo existe mucha colaboración mutua entre células y miembros cercanos. Así también en una comunidad genuinamente cristiana, se formarán redes de apoyo mutuo entre miembros que se conocen personalmente y que viven cercanos los unos de los otros. Habrá un intercambio mutuo de bienes y servicios, según los «talentos» que Dios dio a cada uno. No habrá necesidad de ninguna organización o dirección central, ya que cada uno se rige según la voluntad de Dios y según el bien de sus prójimos. Como hemos visto en el artículo anterior, esa colaboración no surgirá desde el deseo de hacer ganancia, sino desde el deseo de agradar a Dios y de servir al prójimo. Pero la historia demuestra, especialmente en el ejemplo de los países reformados, que Dios a menudo recompensa estas actitudes también materialmente.

En las iglesias actuales no he visto que se practicaría esta clase de colaboración descentralizada. Por un lado, eso puede ser por causa de la cultura centralista que nos rodea. En la política existe un uso propagandístico de la palabra «descentralización», que en realidad significa «centralismo». Por ejemplo, se instituyen gobiernos regionales y locales, y se dice que con eso un país está «descentralizado». Pero esos gobiernos regionales y locales tienen que someterse al dictado del gobierno central; tienen competencias muy limitadas. No tienen la autonomía de decidir acerca de su organización, acerca de sus finanzas, y muchas otras áreas. En realidad funcionan como representantes del gobierno central en sus regiones. Eso no es descentralización, al contrario, es centralismo. En un país realmente descentralizado, como Alemania, Suiza, o (un poco menos) los Estados Unidos, sus regiones o estados tienen gobiernos prácticamente autónomos: Tienen sus propios parlamentos, organizan sus propias elecciones, deciden internamente acerca de sus finanzas, tienen su propio sistema escolar. En Suiza hasta tienen su propio sistema de recaudación de impuestos. Sin esta clase de autonomía regional, no se puede realmente hablar de «descentralización».
Pero el cuerpo de Cristo en el Nuevo Testamento nos muestra un organismo descentralizado, de verdad y no solamente en un sentido propagandístico.

Por el otro lado, las iglesias pueden dificultar en entender este punto, por causa de un muy difundido concepto falso acerca del «reino de Dios». Ese concepto dice que «reino» equivale a «jerarquía» y «gobierno autoritario«. Ya que los reyes de esta tierra gobiernan de manera autoritaria y exigen obediencia absoluta, dicen, que también los líderes de la iglesia serían «autoridades» a quienes debemos una obediencia sin cuestionar. Este concepto se originó con el catolicismo romano, pero se ha difundido también en muchas iglesias evangélicas, y hasta en círculos que se distancian de las iglesias institucionales y dicen representar un regreso genuino al Nuevo Testamento. Por ejemplo, un representante de esa corriente enseña que «los apóstoles son los banqueros de Dios», y que también hoy en día, los creyentes deban entregar todos sus bienes que no son necesarios para la vida a un grupo selecto de apóstoles, para que ellos los administren de manera centralizada.
Tales ideas no son un regreso al Nuevo Testamento; son mas bien un regreso al oscurantismo de la Edad Media. Jesús dijo claramente que los líderes en Su pueblo no debían «gobernar» como los reyes de este mundo. «Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que las dominan, se hacen llamar bienhechores. Pero ustedes no sean así; sino que el mayor entre ustedes se vuelva como el más joven, y el que guía como el que sirve.» (Lucas 22:25-26)

Además, si Jesús dijo que no debemos acumular tesoros en la tierra, eso seguramente vale también para la iglesia en conjunto. Y una estructura económica centralizada es muy vulnerable en tiempos de crisis y de persecución. Cae el centro, y caen todos los que dependen de él. En cambio, la sabiduría de Eclesiastés dice: «Reparte a siete, y aun a ocho: porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.» (Eclesiastés 11:2)

No contraer deudas

«Entreguen a todos lo debido (…) No deban nada a nadie, si no el amarse unos a otros …» (Romanos 13:7-8)
El amor lo tenemos que quedar «debiendo», porque nadie de nosotros es capaz de amar a su prójimo de una manera tan perfecta como Cristo. Pero en los asuntos materiales, no debemos quedar deudores.
Muchas personas se endeudan por impaciencia y codicia: Desean un nuevo carro, una nueva casa, un nuevo televisor plasma … pero no tienen la paciencia y disciplina para trabajar, esperar y ahorrar hasta tener el dinero necesario. Entonces gastan dinero que no tienen, y quedan atrapados en la deuda. Por su actitud materialista y mundana caen en la trampa del diablo.
Otros se endeudan para abrir un negocio. Eso es más entendible, porque existe la esperanza de que el negocio les permita pagar la deuda. Pero también en este caso hay que preguntarse: ¿Realmente tengo suficiente experiencia y habilidad en este negocio, para saber que me va a ir bien? ¿Y realmente necesito tanto dinero antes de empezar?
Cuando Dios llamó a Moisés para ir al faraón y a los israelitas, Moisés dijo: «Pero ellos no me creerán.» – Dios le responde: «¿Qué tienes en tu mano?» – «Una vara.» – Y con esa vara, Dios hizo milagros que confirmaron el llamado divino de Moisés. – De manera similar, cuando una gran multitud seguía a Jesús y no tenían nada que comer, Jesús preguntó a los discípulos: «¿Cuántos panes tienen?» – Y ellos respondieron: «Cinco, y dos peces.» (Marcos 6:38) – Jesús recibió estos pocos panes, y con ellos alimentó a la multitud. Normalmente, Dios pone en nuestras manos lo que necesitamos, y espera que empecemos con esto. También en la parábola de los talentos, el Señor los repartió a sus siervos, «a cada uno según su capacidad» (Mateo 25:15). No dijo: «Saquen un préstamo para hacer negocios.» Les dio lo necesario. Con suficiente iniciativa y confianza, aun el siervo con el único talento podría haber ganado otro talento más. A menudo, las cosas que Dios bendice comienzan en lo pequeño. En los asuntos pequeños podemos ganar experiencia y demostrar nuestra fidelidad; y después Dios nos puede encomendar cosas mayores. (Vea Mateo 25:21.) Mucha gente se endeudó, o fracasó con un negocio, porque querían empezar demasiado grande.

– Por el otro lado, en ciertas circunstancias un negocio con préstamos puede funcionar dentro de los parámetros cristianos. Veremos eso en la siguiente sección.

– La Biblia dice también que no nos hagamos garantes por las deudas de otras personas. (Proverbios 6:1-5, 11:15, 22:26.)

Una economía de la confianza

En mi adolescencia yo empecé a buscar a Dios. En ese tiempo participé de unas vacaciones con un grupo cristiano. No recuerdo mucho de las actividades que hicimos, pero recuerdo lo que más me impresionó: En una pequeña habitación de la casa donde estábamos alojados, habían alistado un quiosco con dulces y refrigerios para comprar, y un termo con agua caliente para prepararse un té o café. Cada producto estaba rotulado con su precio, y había una caja para poner el dinero. A cualquier hora uno podía ir allí a comprar lo que uno deseaba. Nadie atendía ni vigilaba. Yo nunca antes había visto algo así. Me pregunté si no habría gente que se iba a llevar dulces sin pagar – o que incluso iban a sacar dinero de la caja en vez de poner. Y pensé: «Si esto funciona, ¡Dios debe existir!»

En los años siguientes volví a ver sistemas similares en otros grupos cristianos. Pero solamente en grupos interdenominacionales o informales; nunca en una iglesia institucionalizada. Y según mis experiencias en las iglesias, de hecho no creo que un tal sistema funcionaría allí. No existe suficiente integridad. Pero eso indica a la vez, que las iglesias existentes están muy, pero muy lejos de los estándares del Nuevo Testamento. ¿O podríamos imaginarnos a uno de los discípulos de la primera iglesia en Jerusalén, sacando dinero de la caja en vez de pagar honradamente?

Desde un punto de vista económico, un sistema basado en la confianza y la honestidad es mucho más rentable que uno basado en la vigilancia y el control. Organizar una vigilancia cuesta dinero, y ocupa el tiempo de personas que así son impedidas de hacer algo productivo. El teólogo Vishal Mangalwadi observó que eso fue exactamente uno de los factores claves en el desarrollo económico fenomenal de Europa y de Norteamérica durante los siglos 18 y 19. Nacido en la India, y habiendo pasado un tiempo de estudios en Europa, Mangalwadi tuvo muchas oportunidades para hacer comparaciones entre una cultura que fue profundamente influenciada por el cristianismo bíblico, y una cultura que no tuvo esa influencia, o sólo de manera superficial. Respecto a la economía, sus conclusiones se pueden resumir así:
En los países de la Reforma, el cristianismo bíblico produjo un nivel de integridad personal y honestidad nunca antes visto, en la población en general. Así surgió por primera y única vez una sociedad relativamente libre de corrupción y delincuencia. Esta honestidad a su vez generó confianza. La confianza hizo posible que se generalizaran transacciones y costumbres económicas que antes no habían sido posibles, o solamente de manera muy limitada. Por ejemplo:
El ahorro y los bancos. En una sociedad de desconfianza no tiene sentido juntar ahorros para invertirlos más tarde. El riesgo es demasiado grande que los ahorros serán robados por delincuentes, por el gobierno (que a menudo también consiste en delincuentes), o por el banco, si es que no se guardan en casa. Pero en una sociedad de honestidad y confianza, los ahorros están seguros, y aun se pueden encomendar a un banco sin correr riesgos mayores. Eso permitió operaciones económicas de mucho mayor envergadura que antes.
Las ventas al crédito. Éstas fueron introducidas por primera vez por Cyrus McCormick, el inventor de la máquina cosechadora en el siglo 19. Él solía vender sus máquinas antes de la temporada de la cosecha, cobrando una cuota inicial muy pequeña. Les dio a los agricultores la facilidad de pagar el resto después de vender su cosecha. Él pudo hacer eso sin correr riesgos, porque existía una confianza mutua entre él y los agricultores. Gracias a su invento, la producción de alimentos se multiplicó grandemente en los Estados Unidos y en el mundo entero. – En el caso de máquinas de producción, la venta al crédito tiene sentido, porque existe bastante seguridad de que la máquina contribuirá a una producción y ganancia mayor. En el caso de objetos improductivos, sin embargo, lleva al endeudamiento.

Por el otro lado, una economía basada en la confianza es vulnerable. En las iglesias de Galacia se habían infiltrado falsos hermanos «para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, y para esclavizarnos» (Gálatas 2:4). Así destruyeron la confianza mutua y la fe de los gálatas. De la misma manera se destruye también una economía de la confianza, cuando participa cierto número de personas que no son honestas y traicionan la confianza de los demás. Por eso, muchos países intentaron copiar los sistemas económicos y tecnológicos de los países de la Reforma, pero no tuvieron éxito, porque les hacía falta la integridad personal necesaria. Y por la misma razón se está actualmente quebrantando la economía también de los países de la Reforma, porque ellos ya desde hace más de 50 años están muy ocupados en destruir sus raíces cristianas. Con eso se destruyó la honestidad, y en consecuencia, la confianza.

Los países de la Reforma, durante aproximadamente tres siglos lograron mantener sociedades y economías basadas en la confianza. Las iglesias evangélicas en América Latina dicen ser herederas de la Reforma. Pero hasta donde veo, ellas han fracasado en este respecto. No existe en ellas un nivel de honestidad que justificara una confianza mayor que en el resto de la sociedad. No han establecido estructuras económicas propias, basadas en principios bíblicos. Mayormente se han integrado completamente en la economía de este mundo, así que también se quebrantarán junto con la economía de este mundo. En un solo campo veo que los evangélicos establecieron estructuras propias: las escuelas evangélicas. Pero esas escuelas copiaron los conceptos y métodos de las escuelas estatales; así que no podemos llamarlas específicamente «cristianas».

Para los verdaderos seguidores de Cristo se plantea ahora el gran reto de crear una economía marginal, pequeña por cierto (porque hay muy pocos verdaderos seguidores de Cristo), pero entre personas dignas de confianza, y basada en principios cristianos. Eso será difícil, ahora que la gran crisis ya comenzó. Y la existencia de iglesias institucionalizadas no ayuda para este fin; al contrario, lo estorba. Quizás por esta razón también, Dios permitió que tuvieran que cerrar. A los pocos que le amamos de corazón, quizás Él nos dará la misericordia de comenzar de nuevo y de actuar más seriamente según Su voluntad. Si no, solamente nos quedará humillarnos bajo Su juicio.

¿Existe una economía cristiana?

16/04/2020

Este artículo es un complemento a la serie sobre las finanzas de la iglesia. Ampliemos un poco ese tema: ¿Cómo actúa un cristiano del Nuevo Testamento en asuntos económicos en general? ¿Qué pautas bíblicas tenemos respecto a la administración del dinero, la generación y comercialización de bienes, el trabajo, etc.?

No encontramos en la Biblia ninguna exposición sistemática acerca de este tema. Pero en su enseñanza general, podemos encontrar las siguientes pautas:

Las riquezas son de Dios; nosotros somos sus administradores.

«Del Señor es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.» (Salmo 24:1)

«Mía es la plata, y mío el oro, dice el Señor de los ejércitos.» (Hageo 2:8)

Dios es el Creador de todos los bienes que existen en la tierra. Por tanto, Él es el propietario legítimo de todo. Cuando Él pone riquezas en nuestras manos, lo hace con la intención de que las administremos en responsabilidad ante Él. Entonces, con todos los bienes que tenemos en nuestra posesión, siempre debe ser nuestra pregunta: «Señor, ¿qué quieres tú que yo haga con esto?»

Dios puso a Adán en el huerto de Edén (que corresponde al «mundo civilizado» de entonces), «para labrarlo y guardarlo» (Génesis 2:15), o sea para administrarlo según la voluntad de Dios. Este mandato sigue vigente.
En el Nuevo Testamento hay varias parábolas que muestran a Dios como un señor que reparte sus riquezas entre sus siervos. Pero a su regreso, el Señor pide cuentas de ellos, respecto a lo que hicieron con los bienes del Señor. (Mateo 24:45-51, 25:14-30, Lucas 19:11-27.) Estas parábolas se pueden aplicar a los bienes no materiales (talentos naturales, dones espirituales); pero igualmente aplican a los bienes materiales.

Nuestro trabajo es para el Señor, no para los hombres, ni para nosotros mismos.

Lo dicho aplica también al trabajo. Es Dios quien nos ha dado las fuerzas para trabajar. Por tanto, debemos considerar siempre que nuestro «jefe» es Dios, antes que cualquier persona en la tierra:

«Y todo lo que hagan en palabra o en obra, todo sea en el nombre del Señor Jesús, dando gracias al Dios y Padre por medio de él. (…) Y todo lo que hagan, trabajen con toda su alma como para el Señor, y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibirán la recompensa …»
(Colosenses 3:17.23)

Entonces, en cualquier conflicto entre los mandamientos de Dios y las exigencias de un jefe terrenal, un trabajador cristiano elegirá «obeder a Dios antes que a los hombres» (Hechos 5:29). En casos graves, eso puede significar perder su trabajo; pero aun en esa situación, un cristiano confiará en la provisión de Dios, antes que en las posibilidades que ofrece un puesto de trabajo.
Y un trabajador independiente, o un empresario, no puede por eso hacer todo lo que quiere. Tiene que recordar siempre que «también ustedes tienen un jefe en el cielo» (Colosenses 4:1).

Y por supuesto, si Dios es nuestro jefe, no podemos entregarle un trabajo de mala calidad. Producir y vender servicios y productos defectuosos, a sabiendas, es pecado.

Dios provee por nosotros mediante Su bendición, y mediante nuestro trabajo.

Estos dos medios de provisión son resumidos de manera concisa en estos versos:

«Bienaventurado todo aquel que teme al Señor, que anda en sus caminos.
Cuando comas el trabajo de tus manos, bienaventurado tú, y tendrás bien.»
(Salmo 128:1-2)

El que «teme al Señor», y vive según Su voluntad, puede contar con Su bendición y provisión. Si buscamos primero el reino de Dios, Él nos dará todo lo que necesitamos para la vida material (Mateo 6:26-34). Como demuestra el Salmo 128, esta bendición de Dios nos llega mayormente en forma de los productos de nuestro propio trabajo.
Por el otro lado, Dios no quiere que pongamos nuestra confianza en nuestro trabajo. El éxito siempre depende de Dios mismo:

«Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila la guarda.»
(Salmo 127:1)

No debemos acumular tesoros en la tierra.

Esta es una advertencia frecuente del Señor Jesús. (Vea Mateo 6:19-21, 19:21 y paralelas, Lucas 12:21.33-34.) Es que las riquezas acumuladas son una tentación de desviar la mirada de Dios, nuestro proveedor, y en cambio poner nuestra confianza en las riquezas. Así advierte también Pablo:

«Porque nada trajimos al mundo, y es obvio que nada podemos llevarnos; entonces si tenemos comida, vestimenta y alojamiento, que nos contentemos con esto. Los que quieren enriquecerse, caen en tentaciones y trampas y muchos deseos insensatos y dañinos, y se hundirán en la perdición y destrucción. Porque el amor al dinero es una raíz de todos los males.»
(1 Timoteo 6:7-10)

Hemos visto en los artículos anteriores, que la generosidad y el compartir con los necesitados era muy importante en la iglesia del Nuevo Testamento. Un cristiano valora el bien de sus prójimos antes que su propia ganancia.

Se respeta la propiedad privada.

Lo anterior no debe interpretarse en el sentido de que algún liderazgo deba ejercer control sobre la forma de cómo un cristiano administra sus bienes. Debemos dar cuentas de ello ante Dios, pero no ante los hombres. Por eso, el mandamiento «No robarás» se refuerza también en el Nuevo Testamento. Nadie tiene derecho de quitar a otra persona los bienes que Dios ha puesto en sus manos.
En el caso de Ananías y Safira, Pedro aclara que su pecado no consistió en haber retenido una parte del precio; eso era su derecho: «Si se quedaba contigo, ¿acaso no seguía siendo tuyo; y aun vendido, estaba bajo tu autoridad?» (Hechos 5:4) Mas bien, su pecado consistía en haber mentido respecto a ello.
(Nota: El caso es diferente en la situación donde alguien es puesto como administrador sobre bienes ajenos. Por ejemplo en el caso de la ofrenda para Jerusalén, hemos visto que era sumamente importante hacer las cosas con toda honradez y transparencia, «no sólo ante el Señor, sino también ante los hombres» (2 Corintios 8:20-21). Eso era necesario porque el dinero que se llevaba a Jerusalén, provenía de las donaciones de muchas otras personas. – Lo mismo aplica a la administración en todo grupo que decide tener fondos en común; particularmente iglesias, empresas, asociaciones, y las entidades del gobierno.)

Entonces, los pasajes bíblicos respecto al compartir y al rendir cuentas, no pueden interpretarse en el sentido de que algún liderazgo en la iglesia o en el gobierno tenga que organizar alguna forma de redistribución de riquezas. El compartir y la ayuda a los necesitados siempre son voluntarios. La generosidad de los primeros cristianos fue obrada por el Espíritu Santo, no impuesta a la fuerza por algún liderazgo.
Cierto, en Romanos 13:6-7 dice que debemos pagar impuestos. Pero esto se refiere a los impuestos que se cobran para el mantenimiento de los «servidores» que administran justicia, que alaban los actos buenos y castigan la maldad (versos 3-5). No se refiere a impuestos para la redistribución de riquezas, ni para que el gobierno asuma responsabilidades que Dios ha dado a las familias y a la comunidad cristiana, tales como educar a los niños o cuidar a los enfermos. Bíblicamente, éstas son tareas ajenas al gobierno. Por tanto, desde una perspectiva bíblica, el cobro de impuestos para tales fines debe calificarse como robo o extorsión estatal.

Nuestro trabajo debe servir en primer lugar para el bien de los demás, no para enriquecernos.

Hemos visto que por un lado, el trabajo es el medio principal que Dios ha provisto para generar bienes y para mantener nuestra vida. Pero por el otro lado, Dios quiere que nuestro trabajo sea para la gloria de Él mismo, y para el bien de nuestros prójimos:

«El que robaba, ya no robe, mas bien trabaje obrando con sus propias manos lo bueno, para que tenga que compartir con el que tiene necesidad.»
(Efesios 4:28)

Esto, junto con las pautas anteriores, muestra que no todo trabajo agrada a Dios. Hoy en día se producen muchas cosas que no corresponden a ninguna necesidad, ni proveen un beneficio verdadero. Pero se invierte mucho dinero y esfuerzo en la propaganda comercial, la cual despierte deseos de poseer esos objetos de ninguna utilidad. Así la gente los compra y provee ganancias para sus productores. No creo que Dios vea con agrado la producción de productos inútiles o incluso dañinos.
Algo similar hay que decir acerca de la burocracia estatal. El trabajo de muchos funcionarios no solamente es improductivo, sino que impide incluso que otras personas sean productivas, al obstaculizar su trabajo con reglamentos y prohibiciones innecesarias y excesivas.


Todo lo esbozado hasta aquí, se puso verdaderamente en práctica en los países herederos de la Reforma, durante los siglos 17 a 19. Diversos historiadores han notado que esta «ética protestante del trabajo» fue el factor decisivo para que esos países salieran de la pobreza y se convirtieran en las primeras potencias económicas al nivel mundial. La ventaja económica de aquellos países persiste incluso hasta hoy, aunque ya desecharon su herencia cristiana en cuanto a su estilo de vida.

Economía cristiana como economía generalizada o como economía marginal

En los países reformados funcionaron esos principios durante mucho tiempo, porque grandes partes de la población y aun de los gobernantes se identificaban con los principios bíblicos. Eso incluye aun a muchas personas que personalmente no eran cristianos nacidos de nuevo. Hoy, en cambio, tenemos una economía dominada por las entidades gubernamentales nacionales e internacionales, y las grandes empresas multinacionales, y moviéndose poco a poco hacia el cumplimiento de Apocalipsis 13:17.

En esta situación, el verdadero pueblo de Dios ya no puede esperar que la sociedad respete sus principios. Al contrario, la tendencia será que los seguidores de Cristo serán más y más excluídos de la economía generalizada. En esta situación, una economía del pueblo de Dios no podrá ser más que una alternativa o «contracultura» marginalizada. La iglesia del Nuevo Testamento tendrá que inventar e implementar sus propias estructuras económicas, si quiere sobrevivir. Eso implicará cuestionar muchas ideas de la sociedad actual, y volver a lo que dice Dios. Por ejemplo:

– Será necesario desarrollar una mentalidad de emprendedor independiente, en vez de empleado dependiente. «No estoy trabajando para mi empleador; estoy trabajando para Dios, y Él me paga.» En vez de buscar que «alguien me dé trabajo», muchos tendrán que «inventar» su propio trabajo, e independizarse. Para quienes no tienen esta posibilidad, eso significará aplicar con más seriedad las palabras del Nuevo Testamento que se dirigen a los esclavos, y particularmente estar conscientes de que aun el esclavo es un «liberado del Señor» (1 Corintios 7:21-23).

– Cada cristiano tendrá que preguntarse más seriamente cómo puede trabajar de una manera que beneficie a sus hermanos en la fe. Eso cobrará mayor importancia, cuanto más aumenten las dificultades de hacer negocios entre quienes son del Señor y quienes no lo son. Pablo señala que la comunidad cristiana debería ser independiente del sistema judicial del mundo secular (1 Corintios 6:1-6). De la misma manera, la iglesia del Nuevo Testamento era independiente de los sistemas seculares de educación y de salud, porque los hermanos proveían esos servicios entre sí, según criterios bíblicos. Lo mismo tendrá que aplicarse a diversas otras áreas de la economía. Y si Dios permite que resurja la generosidad y la ayuda mutua de los primeros cristianos, entonces los cristianos entre sí ya no estarán dependientes de la figura de la compra-venta.

– A medida que avance la marginalización, también será necesario independizarse más y más del uso del dinero. Habrá que tomar con más seriedad las palabras de Jesús, de que no podemos servir a Dios y al dinero al mismo tiempo (Mateo 6:24). Eso requiere, por supuesto, que las estructuras antes descritas de intercambio y de ayuda mutua ya estén en su lugar.

Obviamente, nada de eso va a funcionar, mientras que aun los seguidores del Señor aspiren primero a su propia ganancia. Tampoco va a funcionar mientras que sigan confiando en las estructuras seculares y los gobiernos de este mundo para su provisión, en vez de poner su confianza en Dios. Solamente una comunidad profundamente transformada por el Espíritu Santo podrá enfrentar los desafíos de los últimos tiempos.
En tiempos de crisis, sería muy deseable que una estructura de economía cristiana ya estuviera en su lugar entre quienes siguen al Señor. Desafortunadamente, eso no es el caso, porque la mayoría de los cristianos redujeron su cristianismo a «asistir a la iglesia» y «obedecer al pastor». Por mientras, en sus actividades económicas o se conforman a hacer lo que hace el mundo incrédulo, o invierten en mantener funcionando esa maquinaria religiosa que se hace llamar «iglesia». Pero ¿en quién puede apoyarse un cristiano para la provisión mutua, cuando ya no puede participar en las transacciones económicas de este mundo? ¿Cuándo vamos a empezar a centrar nuestra vida diaria alrededor de Dios, en vez de copiar los sistemas de este mundo? ¿Y cuándo dejaremos de administrar las iglesias como si fueran negocios mundanos?

Resurrección sin iglesias: ¿Qué quiere decirnos Dios con la pandemia?

12/04/2020

En casi todo el mundo, las iglesias quedaron cerradas en el domingo de la Resurrección. Debe existir un motivo grave para que Dios permita eso. No me considero un profeta, pero deseo compartir lo que pienso haber entendido acerca de esta situación. Use su Biblia para evaluar si es cierto lo que digo.

Durante las semanas pasadas, diversos líderes religiosos han llamado a tiempos de oración y aun de ayuno, y han citado 2 Crónicas 7:13-14:

«Si yo cierro los cielos, para que no haya lluvia, y si mando a la langosta que consuma la tierra, o si envió pestilencia a mi pueblo; si se humilla mi pueblo, sobre los cuales ni nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.»

Pero mayormente pasaron por alto la parte que dice: «…y se convierten de sus malos caminos». Eso se refiere no solamente a «confesar pecados» con palabras. Se refiere a dejar de hacer lo malo, y en su lugar hacer lo bueno, de hecho y de verdad. ¿Quién tiene que hacer eso? ¿El mundo incrédulo, los «de afuera»? – ¡No! Es «mi pueblo», son los que se identifican como «la iglesia de Dios», quienes tienen que convertirse. Así dice también el apóstol Pablo: «¿Qué voy a juzgar aun a los de afuera? ¿Acaso no es a los de dentro que ustedes juzgan? – A los de afuera, Dios los juzgará. ‘¡Quiten al maligno de entre ustedes mismos!’ « (1 Corintios 5:12-13)

Y Pedro dice: «Porque es el tiempo que comience el juicio con la casa de Dios.» (1 Pedro 4:17).
No encuentro otra explicación que ésta: La situación presente es un juicio de Dios, una fuerte llamada de atención, para llamar a Su pueblo al arrepentimiento, si todavía fuera posible.
Mientras que el pueblo de Dios no se convierte de sus malos caminos, toda oración es vacía. ¿Cuántas reuniones de oración, presenciales o virtuales, son vacías, porque los participantes entran y salen cometiendo los mismos pecados como antes?

Si empezamos a idolatrar una cosa, Dios tiene que quitarnos ese ídolo. Los evangélicos no veneran estatuas; pero muchos de ellos idolatran su iglesia y su pastor. Su supuesta relación con Dios consiste en ir a la iglesia y escuchar al pastor. El pastor es quien les dice lo que deben hacer; el pastor es quien ora por ellos; el pastor es quien los «disciplina» cuando no hacen lo que él quiere. Pero no leen la Biblia por sí mismos; no oran por sí mismos; no buscan la voluntad de Dios por sí mismos. Por eso, Dios tuvo que quitarles a su pastor y su iglesia, para que empiecen a buscarle a Él mismo.
Quienes se hacen dependientes de un «pastor» y de una «iglesia» de esta manera, están permitiendo que un hombre se erija como mediador entre ellos y Dios. Eso de por sí mismo ya es un pecado grave, porque coloca a un hombre en una posición que corresponde únicamente a Jesús. 1 Timoteo 2:5 dice: «Porque Dios es uno, y uno es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús.»

¿Estamos entendiendo la gravedad de lo que está pasando? Mire alrededor, y verá cómo las organizaciones que se llaman «iglesias» están bajo el juicio de Dios. Todas han sido cerradas. Algo como éso ¡no ha pasado nunca en toda la historia del entero mundo occidental, desde que el cristianismo fue aceptado! Nunca ha habido un tal cierre total en países donde la mayoría de la población se identifica nominalmente como «cristianos». Aun en tiempos de guerra y de emergencias, siempre se permitían las actividades espirituales y caritativas de las iglesias. Ahora, en cambio, no tengo conocimiento de ni un solo gobierno en el mundo que reconociese las reuniones cristianas como una actividad «esencial» y legítima. Hasta el Vaticano tuvo que doblegarse. En muchos países, ni siquiera las iglesias en casa se salvaron. Un cambio histórico de tal envergadura no ha sucedido nunca desde que existen cristianos en el mundo.

«¡Pero Dios no puede querer cerrar sus propias iglesias!» – Así hablaron también los judíos, mientras que los ejércitos de Babilonia estaban acercándose: «¡El templo del Señor, el templo del Señor está aquí!» (Jeremías 7:4) «¿Cómo permitiría Dios que seamos destruidos?» Pero sabemos que Dios sí lo permitió, y Su pueblo fue llevado en cautividad, porque su comportamiento había deshonrado el nombre de Dios.
Lo mismo se repitió en el año 70. Los judíos esperaban que Dios les iba a dar victoria contra los romanos. Pero Dios permitió que el templo en Jerusalén fuera destruido por segunda vez.
Los que nos identificamos como seguidores de Cristo, ¿nos arrepentiremos? ¿o repetiremos la historia una vez más?

En muchas iglesias se considera normal que los cristianos vivan en toda clase de pecados. «Somos pecadores salvos por gracia», dicen. La Biblia responde a eso: «¿Permanezcamos en el pecado, para que tengamos más gracia? ¡No sea! Quienes morimos respecto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él?» (Romanos 6:1-2)
A todo verdadero cristiano, nacido de nuevo, el Señor le ha prometido victoria sobre el pecado: «Todo el que permanece en él, no peca …» (1 Juan 3:6.) Dios es «aquel que puede guardarles sin traspié, y afirmarles impecables ante su gloria en regocijo …» (Judas 24.)
Por el otro lado, muchos de los que se llaman cristianos evangélicos, nunca nacieron de nuevo. No experimentaron la convicción del pecado que obra el Espíritu Santo (Juan 16:8-9), no han realmente dejado atrás su pecado; no fueron transformados en lo más profundo por el Espíritu Santo. Solamente han repetido una «oración de entrega», como un ritual vacío. Entonces, si usted está atrapado(a) en una vida mundana y pecaminosa, probablemente no le hace falta esforzarse más. Le hace falta nacer de nuevo.

– La palabra de Dios nos enseña además, que el juicio comienza con los líderes.

«Maten a viejos, jóvenes y vírgenes, niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no lleguen; y comiencen desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo.«
(Ezequiel 9:6)

Mencionaré solamente unos cuantos de los pecados escandalosos, de los que muchos líderes de iglesias tendrán que rendir cuentas ante Dios:

El enriquecimiento de los líderes religiosos.

Cada año, cientos de pastores tienen que abandonar su puesto por malversación de fondos y enriquecimiento ilícito. Y muchos otros que cometieron lo mismo, siguen en sus puestos, presionando y amenazando a sus colaboradores para que no los delaten.
Tales personas nunca deberían haber asumido algún liderazgo en una iglesia. La palabra de Dios dice claramente que no puede ser un líder cristiano, el que es «codicioso de ganancia vergonzosa» (1 Timoteo 3:8).

El abuso sexual de menores.

Eso sí que es una verdadera pandemia. Tan solamente en la denominación de los Bautistas del Sur en EEUU, desde 1998, 380 pastores y líderes habían sido sentenciados por abuso sexual, y/o habían renunciado a su pastorado por haber cometido esa clase de delitos. Boz Tchividjian, nieto de Billy Graham y fiscal especializado en delitos sexuales, dice que cada año se reportan cientos de casos de abuso sexual cometidos por pastores evangélicos en los EEUU – además de un inmenso número de casos que nunca se denuncian.
En América Latina, la situación es aun más grave, porque el abuso sexual es más frecuente, y la protección legal de las víctimas es más débil. Hay familias que nunca dejarían a sus hijos participar en un grupo evangélico, porque conocen personalmente a personas que fueron victimizadas en ese entorno.

A este pecado, más que a cualquier otro, se aplican las palabras duras del Señor Jesús:

«Quien hace tropezar a uno de esos pequeños que creen en mí, le conviene atarle una piedra de molino de asno a su cuello, y hundirlo en la profundidad del mar.»
(Mateo 18:6)

El encubrimiento institucional de los delitos.

Tristemente, muchos líderes ni siquiera tienen la integridad moral de tratar adecuadamente con tales delitos, cuando suceden en su institución. En su lugar hacen de todo para mantenerlo en secreto, para proteger a los culpables, y para hacer callar a las víctimas. A cualquiera que intenta hablar acerca del asunto, lo ponen en «disciplina eclesiástica» por «rebelde» o «chismoso». Así se hacen cómplices de los culpables.

La hipocresía y los estándares dobles.

Desde las palabras de Jesús podemos concluir que la hipocresía es uno de los pecados que más provoca la ira de Dios. Hipocresía significa fingir; vivir una apariencia de santidad que en realidad no existe. Lea Mateo 23 – uno de los capítulos que no se predican en las iglesias.

Respecto a la ética sexual, la hipocresía de los evangélicos consiste en sus «mandamientos de hombres» y restricciones exageradas que muchos de ellos imponen a sus hermanos, respecto a la vestimenta y a los contactos entre varones y mujeres. Todo eso, supuestamente, «para evitar que caigan en pecado sexual». Pero a menudo, esas son las mismas iglesias que toleran y encubren el abuso sexual de menores.

Respecto a las finanzas, es hipocresía decir «Vamos a ofrendar para Dios», si en realidad es para el pastor. También es hipocresía, reprender a los hermanos por supuestamente «robar a Dios» si no ofrendan lo suficiente, mientras que los mismos líderes no son transparentes respecto a sus finanzas, y se apropian de donaciones que fueron dadas para otro fin.

La hipocresía hace que todos los pecados antes mencionados se vuelvan aun mucho más abominables.

¿Entonces qué?

¿Todavía nos extraña que Dios haya tenido que cerrar las iglesias? ¿Cómo vamos a presentarnos ante el trono de Dios, con nuestras ropas manchadas de injusticia? ¿Cómo podemos pensar que nos escuche de esta manera?

Pongámonos a cuentas con Él. Especialmente si usted es un líder. Examine si los siguientes puntos aplican a usted:

– Deje de idolatrar la iglesia y sus líderes. Empiece a buscar a Dios mismo. Seguirle significa vivir en obediencia a Él, no conformarse a formas e instituciones religiosas.

– Sincérese respecto a sus finanzas. Haga todo honestamente, no solamente ante Dios, sino también ante los hombres (2 Corintios 8:21). Lleve cuentas transparentes ante todos quienes le apoyan económicamente. Rectifique toda transacción deshonesta. Como Zaqueo, comience a hacer restitución a todos quienes usted ha defraudado.
Si usted tiene una necesidad económica, no se avergüence de decir: «Tengo esta necesidad.» Pero no diga: «Vamos a ofrendar para Dios», si es para usted.

– No permita que el liderazgo de la iglesia sea ocupado por pederastas, ni por sus cómplices. Si usted se encuentra en una posición de liderazgo, comience con una limpieza en toda su esfera de influencia.
Si usted mismo ha cometido ese delito, confiéselo, y póngase a derecho.
Si usted pertenece a una iglesia u organización que tolera o encubre el abuso sexual, y usted no tiene la influencia necesaria para lograr un cambio, entonces sepárese de ese grupo inmediatamente.

Lo mismo aplica a la deshonestidad financiera, y cualquier otro pecado que trae vergüenza al nombre de Dios. Un cristiano no puede ser miembro de una asociación para delinquir.

– Despójese de todas las apariencias falsas. No aparente ser victorioso cuando usted está lleno de luchas. No aparente ser humilde si le gusta dominar sobre los demás. No aparente tener estándares morales elevados, si usted mismo no vive de acuerdo a esos estándares. No diga «Dios me ha dicho …», cuando usted habla sus propias ideas.
Y si usted es líder, libere a sus seguidores de toda exigencia que los incentiva a que ellos vivan con apariencias falsas. No exija que muestren una apariencia de santidad. Cree un ambiente donde cada uno – ¡empezando con usted mismo! – puede sincerarse acerca de sus luchas y faltas, y buscar el perdón, la ayuda y la victoria que viene de Cristo.
Deje de preocuparse por las apariencias. Dios mira el corazón.

Y además, si usted es un líder:

– Libere y rehabilite a quienes usted ha puesto injustamente en «disciplina».

– Pero deje de proteger a quienes sí deben ser separados por razones bíblicas.

– Deje de reclamar funciones de mediador entre sus hermanos y Dios; devuélvales el acceso directo a Dios.

– Deje de asumir una posición de autoridad incuestionable. Déjese corregir por cualquiera que tenga razones bíblicas para hacerlo.

– Enseñe bíblicamente acerca de la conversión, sin omitir la convicción del pecado, el arrepentimiento, el nuevo nacimiento, y la victoria sobre el pecado. No altere la verdad para ganar a más miembros. Asegúrese de llevar a las personas a Cristo y al nuevo nacimiento, no a una falsa seguridad.

Y si usted no es líder:

– Aléjese de toda congregación u organización que lleva el nombre de cristiana, pero que no está dispuesta a convertirse de sus malos caminos. «Salgan de ella, pueblo mío, para que no participen de sus pecados …» (Apocalipsis 18:4, 2 Corintios 6:17).

Que Dios tenga misericordia y nos conceda la oportunidad de volver a Sus caminos, mientras que todavía hay tiempo.


Nota: Una versión abreviada de este artículo puede descargarse aquí como folleto imprimible.

La iglesia «fuera del campamento»

09/04/2020

El caso normal que se describe en el Nuevo Testamento, es que «la iglesia» juzga a quienes persisten en el pecado, y los separa de su comunión. Pero en diversas oportunidades a lo largo de la historia, las grandes organizaciones que se llamaban «iglesia» comenzaron a convertirse en iglesias falsas. Entonces los cristianos verdaderos comenzaron a opinar que «la iglesia» en conjunto se encontraba en apostasía, y entonces ellos tenían que apartarse de «la iglesia», para no participar en la apostasía.
El caso más conocido es la Reforma, donde Lutero y sus seguidores tenían muchas razones bíblicas para alegar que la iglesia católica romana, a la que ellos pertenecían, había caído en unos errores graves. Primero intentaron enmendar esos errores desde adentro de la iglesia, pero fracasaron. Lutero fue condenado por el papa, y entonces concluyó que el mismo papa también apoyaba la apostasía.
En este caso, en realidad no fueron los seguidores de Lutero quienes se separaron: fue el papa quien los expulsó. Pero el resultado fue el mismo como en otras ocasiones similares: La situación se invierte. Los separados, los que se quedan «fuera», se vuelven los representantes de «la iglesia» verdadera en el sentido bíblico. En cambio los que están «dentro», o sea la organización grande que sigue llamándose «la iglesia», lleva ese nombre solamente de apariencia; pero por su apostasía se ha descalificada de ser llamada la iglesia verdadera del Señor.

Pocos años más tarde sucedió lo mismo con los «anabaptistas», o sea quienes mantenían que solamente los convertidos pueden ser bautizados, pero no los niños pequeños que todavía ni entienden lo que es el bautismo. Ellos concluyeron que aun las iglesias reformadas continuaban todavía con muchos errores del romanismo. Por tanto, se separaban tanto de la iglesia romana como de las iglesias reformadas; y en consecuencia fueron perseguidos por ambas.

Puesto que las relaciones de poder están invertidas, en esta situación no puede realmente «la iglesia» (verdadera) juzgar a los apóstatas. Mas bien, ante los ojos de todo el mundo, la iglesia verdadera parece ser el grupo «rebelde» que merece ser juzgado; y la gran organización apóstata parece ser la iglesia verdadera. Solamente muchos años o aun siglos más tarde, puede aparecer algún grupo «respetable» que valida las posiciones de sus precursores históricos. Por ejemplo, la gran mayoría de los evangélicos hoy en día coinciden, por lo menos en teoría, con las opiniones reformadas y «anabaptistas».

En el presente tenemos nuevamente una situación similar. Hoy en día, en muchos países, las iglesias evangélicas se han vuelto respetables, y son reconocidas como «la iglesia establecida», igual como las iglesias católicas y reformadas. Pero al mismo tiempo se encuentran en un proceso de alejarse cada vez más de los fundamentos bíblicos. Empiezan a escucharse voces diciendo que la verdadera iglesia del Señor ya no se encuentra en las iglesias evangélicas. Un número creciente de cristianos, mayormente de trasfondo evangélico, decide alejarse de las iglesias institucionalizadas, para reunirse en algún grupo informal sin reconocimiento, pero que se compromete con «volver a lo que era en el principio«.

A primera vista, el Nuevo Testamento parece no dar mucho lugar a un escenario como éste. Allí vemos mayormente una iglesia bien consolidada, guiada por personas íntegras como lo eran los apóstoles, y con la capacidad de detectar y juzgar el pecado y los errores.

Pero debemos recordar que en los tiempos de los apóstoles, los cristianos no eran la iglesia reconocida. ¡La «iglesia» oficialmente reconocida era la sinagoga judía! O sea, la primera situación de «Reforma» y de «poder invertido» fue provocada por Jesús mismo, en contra de la iglesia establecida de los sacerdotes, rabinos y fariseos. En los ojos del judaísmo oficial, los primeros cristianos eran los rebeldes, juzgados y expulsados. Por eso, Pablo describe a los cristianos como un «remanente», una pequeña minoría, de entre quienes se identifican como el pueblo de Dios (Romanos 11:1-8).

Aunque Jesús y también muchos de los apóstoles seguían frecuentando las sinagogas, la gran mayoría de los sucesos espiritualmente significativos sucedían lejos de las sinagogas. Jesús hizo unos pocos milagros en sinagogas, y a veces los presentes «alabaron a Dios» por ello; pero no leemos que por ello se hubieran decidido a seguir a Jesús. Más que todo hubo discusiones violentas cuando Jesús visitaba las sinagogas. Lo mismo le sucedió a Pablo en todos sus viajes.
Jesús encontró a Sus discípulos más fieles en la calle, en la playa, y en otros lugares «seculares» – mayormente mientras estaban ocupados en su trabajo de todos los días.
Jesús resucitado apareció a los discípulos en las casas privadas donde estaban reunidos, o caminando por el campo, pero nunca en una sinagoga.
Ninguna de las conversiones que se describen detalladamente en el Nuevo Testamento, sucedió en una sinagoga:
Zaqueo, Cornelio, Sergio Paulo, y el carcelero de Filipos se convirtieron en sus casas.
La conversión de los tres mil en Pentecostés sucedió en la calle, aparentemente cerca de la casa privada donde los discípulos estaban alojados.
El oficial etíope, y Saulo/Pablo, se convirtieron mientras viajaban por la carretera.
Lidia se convirtió a la orilla de un río.
– Juan recibió la última revelación del Señor estando desterrado en una isla desierta.

Parece que en el Nuevo Testamento, Dios tiene una gran preferencia por obrar lejos de los «lugares sagrados» construidos por los hombres.

Un libro bíblico que habla directamente a esa situación, es la carta a los Hebreos. En aquel tiempo, los cristianos de Jerusalén eran aun físicamente expulsados y fugitivos: Jesús ya había profetizado que la ciudad de Jerusalén iba a ser destruida (Lucas 21:20-24). Eso se cumplió en el año 70, después de varios años de guerra. Ya al inicio de la guerra, cuando los ejércitos romanos se acercaron a Jerusalén, los cristianos se acordaron de las profecías de Jesús. Huyeron al otro lado del río Jordán y se quedaron exiliados allí. Pero deben haber extrañado las comodidades de la ciudad. Y puesto que ellos eran judíos, deben haber extrañado también las grandes celebraciones en el templo y las ceremonias vistosas. Nunca es fácil, salirse de una organización grande, respetable y de mucha influencia, para formar parte de un grupo pequeño y despreciado. Aun más, si eso significa dejar atrás su casa y un estilo de vida acomodado.

Muchos estudiosos suponen que la carta a los Hebreos fue originalmente escrita para aquellos judíos-cristianos exiliados de Jerusalén. Por eso, esta carta pone tanto énfasis en el valor del nuevo pacto por Jesucristo, que vale inmensamente más que las ceremonias del antiguo pacto. Aunque los cristianos «hebreos» tuvieron que dejar atrás la sagrada ciudad de Jerusalén, y las celebraciones en el templo, ellos tenían algo mucho mejor: el acceso directo a Dios, por medio de Jesucristo.
A esta situación se dirige también el siguiente pasaje:

«Porque de los seres vivientes cuya sangre lleva el jefe sacerdote adentro del lugar santo por el pecado, los cuerpos de éstos se queman afuera del campamento. Por tanto también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, sufrió afuera del portal [de la ciudad]. Entonces salgamos a él afuera del campamento, cargando su ultraje…» (Hebr.13:11-13)

El «campamento» se refiere aquí al campamento de Israel durante su viaje por el desierto, o sea, la comunidad del pueblo de Dios. El «portal» se refiere a los portales de la ciudad de Jerusalén. Para seguir a Jesús, los cristianos tuvieron que salir afuera de la ciudad, y estar dispuestos a «ser crucificados» con él.
Pero en un sentido figurativo, muchos cristianos se ven obligados también a salir afuera del «campamento» de las iglesias institucionales; sea porque han visto que allí no se vive realmente la vida de Jesús, o sea porque han sufrido abuso, maltrato y persecución. Tienen que cargar con el ultraje de Cristo, porque serán difamados de «rebeldes», «desobedientes» y «apóstatas», de la misma manera como Cristo fue sentenciado por «blasfemia». Y tienen que dejar atrás las comodidades de pertenecer a una congregación bien establecida, vistosa, reconocida, y quizás hasta lujosa.
La carta a los Hebreos quiere traer consuelo y ánimo a quienes se encuentran en esta situación: Estás en buena compañía; estás en compañía de Jesucristo mismo, quien también fue expulsado de la comunión de los que se llamaban «el pueblo de Dios». Tienes el privilegio del acceso directo a Dios; tienes a Jesús como tu sumo sacerdote; tienes un hogar en el cielo (Hebr.11:13-16, 12:22-24). Todo eso vale mucho más que la congregración terrenal, visible, que tuviste que dejar atrás.

De hecho, la verdadera iglesia del Señor se encontraba «fuera del campamento» durante la mayor parte de su historia, en la mayor parte de los lugares del mundo. Raramente, los verdaderos seguidores de Jesús pudieron reunirse de manera abierta y oficial en las grandes instituciones que llevan el nombre de «iglesia». Más frecuentemente se veían reducidos a grupos despreciados, difamados como «herejes», o incluso prohibidos y perseguidos; mientras que las «iglesias» oficiales celebraban sus tradiciones inventadas por hombres. Es probable que esta situación vuelva a ser la realidad también en aquellos países donde actualmente los verdaderos cristianos pueden todavía encontrar cabida en iglesias evangélicas.

Algunos, cuando ven la apostasía en la iglesia institucional a la que pertenecen, intentan quedarse y encabezar una especie de «guerrilla» contra el liderazgo, para lograr cambios. No niego que en casos especiales, alguien podría tener un llamado genuino de Dios para hacer eso. Pero por lo general no es aconsejable. Jesús dijo en una situación similar a Sus discípulos: «Déjenlos, son guías ciegos de ciegos.» (Mateo 15:14.) La carta a los Hebreos nos anima a salir del campamento, no a hacer una revolución dentro del campamento.

¿»Cristianos afuera de la iglesia»?

En algunos países con una larga tradición evangélica, hoy en día es común hablar de «cristianos afuera de la iglesia» («Out-of-Church-Christians»): Cristianos que salieron de las iglesias existentes, o que desde el inicio decidieron no unirse a ninguna de ellas; no porque ellos se hubieran alejado de la fe, al contrario, porque consideran que las iglesias les impiden vivir su fe. En los Estados Unidos ya existen muchos millones de ellos. Muchos miembros de la iglesia «fuera del campamento» encajan en esta descripción. Sin embargo, el término no me parece acertado, por las siguientes razones:

– «Fuera del campamento» no es igual a «fuera de la iglesia», si entendemos «iglesia» en el sentido del Nuevo Testamento. Los integrantes de la iglesia afuera del campamento sí tienen comunión espiritual entre sí; varios de ellos están aun abiertos para tener comunión con miembros de las iglesias institucionales. Solamente que tienen esa comunión de la forma como la describe el Nuevo Testamento, no como se practica en las iglesias institucionales.
Algunos de ellos pueden estar sin comunión personal, porque no encuentran en su entorno a nadie que estuviera dispuesto a esta clase de comunión, y por eso no están «congregando». Pero están en esa situación no porque lo desearían; es solamente porque las circunstancias no les permiten tener comunión cristiana según el Nuevo Testamento. Aun en ese caso están buscando la comunión genuina, no la están rechazando.

– Los miembros de la iglesia fuera del campamento no rechazan la autoridad espiritual genuina. Estarán dispuestos a respetar a todo anciano genuino, con integridad personal y espiritual, que cumple los requisitos bíblicos. Solamente que para ellos, la autoridad de Dios está por encima de toda autoridad humana. Por eso rechazan el liderazgo falso, falto de integridad, que ha convertido la mayoría de las congregaciones actuales en instituciones de este mundo, dominadas por humanos, y alejadas de la voluntad de Dios.

– Si entendemos «iglesia» en el sentido del Nuevo Testamento, incluso tenemos que decir que la iglesia «afuera del campamento» tiene mayores razones de llamarse «iglesia», que las iglesias institucionales. La mayoría de las congregaciones institucionales no practican lo que dice el Nuevo Testamento acerca de la iglesia y de la comunión cristiana; y por tanto son ellas que en realidad están «afuera de la iglesia».

Falsos líderes y falsa iglesia

05/04/2020

Si una congregación sigue las pautas bíblicas acerca de la separación, y además vela por tener líderes personalmente íntegros, puede esperar mantenerse espiritualmente sana. Sin embargo, muchas congregaciones se han enfriado espiritualmente a tal punto que su liderazgo ha perdido la integridad, y que aun entre los líderes hay muchos que no son del Señor. En esos casos no es posible seguir los pasos bíblicos para corregir a alguien que vive en pecado, ni para apartarse de quienes no están dispuestos a arrepentirse. Al contrario, si alguien intenta iniciar tales pasos, es muy probable que él mismo será acusado de «rebelde», de «falto de amor», o de «divisivo». Sobre todo si la persona que vive en pecado es un líder. En tales circunstancias queda una sola solución: Los miembros fieles al Señor tienen que abandonar una tal congregación apóstata. Este puede ser un proceso difícil y doloroso, porque en muchos casos los líderes intentarán impedir su salida. Pero es necesario para la sobrevivencia espiritual de quienes siguen fieles al Señor.

Los falsos profetas y falsos maestros

Jesús ya advirtió a los discípulos, de que iban a venir falsos profetas y falsos Cristos:

«Cuídense de los falsos profetas, quienes vienen a ustedes en vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos asaltantes. Por sus frutos los reconocerán. (…) No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará al reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos expulsado demonios, y en tu nombre hemos hecho muchas obras poderosas?’ Y entonces les declararé: ‘Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, los que hacen la iniquidad!’ » (Mateo 7:15-16.21-23)

«Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘Yo soy Cristo’, y engañarán a muchos. (…)
Entonces, cuando alguien les diga: ‘Mira, aquí está Cristo’, o ‘allá’, no lo crean. Porque se levantarán falsos Cristos y falsos profetas, y darán grandes señales y milagros, para engañar, si fuera posible, aun a los elegidos.» (Mateo 24:5.23-24)

No pensemos que los falsos profetas y falsos Cristos sean solamente unos sectarios «de afuera». Ellos vienen «vestidos de ovejas», o sea, aparecen como buenos cristianos. De hecho, muchos de ellos son líderes religiosos respetados. ¡Cuántos líderes de iglesias citan versículos bíblicos que hablan del «Ungido de Dios», y los aplican a sí mismos, como si ellos fueran «el Ungido de Dios»! Ahora, la palabra «Ungido» en el griego del Nuevo Testamento es «Cristo». Entonces, esos líderes efectivamente dicen «Yo soy Cristo» – y al mismo tiempo vienen en el nombre de Jesús. O sea, cumplen perfectamente la predicción de Jesús en Mateo 24:5.
Eso debe tomarse en serio. Nadie viene diciendo: «Yo soy Jesucristo que volvió a la tierra»; porque con eso no podría engañar a muchos. Pero cuando alguien viene supuestamente en el nombre de Jesús, y dice: «Dios me ha ungido para ser un gran líder, y ustedes van a ser bendecidos si me siguen» – allí la gente le sigue, y no se dan cuenta de que esa persona efectivamente dijo: «Yo soy Cristo.»

Las cartas de los apóstoles nos advierten además acerca de falsos apóstoles y falsos maestros:

«Porque los tales son falsos apóstoles, trabajadores estafadores, que se disimulan como apóstoles de Cristo. Y no es asombroso; porque el mismo satanás se disimula como un ángel de luz. Entonces no es nada grande si también sus siervos se disimulan como siervos de justicia. (…) Porque soportan si alguien los esclaviza, si alguien los devora, si alguien les quita sus bienes, si alguien se eleva a sí mismo, si alguien los golpea en la cara. » (2 Corintios 11:13-15.20)

«…los falsos hermanos infiltrados, quienes entraron por un costado para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, y para esclavizarnos …» (Gálatas 2:5)

«Quienes quieren impresionarles según la apariencia en la carne, éstos los obligan a circuncidarse, solamente para que no sean perseguidos por causa de la cruz de Cristo. Porque ni los circuncidados mismos guardan la ley, pero quieren que ustedes se hagan circuncidar, para que se jacten por la carne de ustedes.» (Gálatas 6:12-13)

«Pero el Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe. Seguirán a espíritus engañadores y enseñanzas de demonios, serán fingidores y mentirosos, tendrán marcas de quemaduras en sus propias conciencias. Impedirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos, los que Dios creó para que los consumamos con gratitud, para los creyentes que conocen la verdad.» (1 Timoteo 4:1-3)

Todos estos pasajes describen a líderes autoritarios, legalistas, que quieren someter al pueblo de Dios bajo sus propios caprichos. Como pretexto usan la palabra de Dios, pero su propósito es ganar el control y el poder sobre el pueblo de Dios, para poder manipularlos. Se presentan como iguales o mayores a los apóstoles, y añaden «mandamientos de hombres» o interpretaciones caprichosas a la palabra de Dios, para distinguir a sus propios seguidores de quienes siguen sencillamente y únicamente a Jesús. Los pasajes citados mencionan unos ejemplos específicos de falsas enseñanzas que ya aparecían en aquellos tiempos:

– Que los cristianos deban dejarse esclavizar y explotar por los «grandes líderes».
– Que deban guardar partes específicas de la ley del Antiguo Testamento, como por ejemplo la circuncisión, o las leyes acerca de la alimentación (vea también Romanos 14:3-6, Colosenses 2:16-23).
– Que deban renunciar al matrimonio.

En la actualidad existen miles de falsas enseñanzas de esta clase, «mandamientos de hombres» acerca de la alimentación, la vestimenta, las costumbres de la vida diaría, etc; con el propósito de someter a los cristianos a un líder en particular, o a una corriente particular.

Pero existe otra clase de falsas enseñanzas. Éstas se mencionan en pasajes como los siguientes:

«Porque vendrá un tiempo cuando no soportarán la enseñanza sana, sino que según sus propios deseos se cargarán con maestros para que les hagan cosquillas al oído …» (2 Timoteo 4:3)

«…Porque pronunciando vanidad inflada, seducen con deseos desenfrenados de la carne a quienes habían verdaderamente huido de los que viven en engaño. Les prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos de la corrupción.» (2 Pedro 2:1-3.18-19)

Éstos son los que restan seriedad a la palabra de Dios: «No hay que tomarlo tan al pie de la letra.» Permiten toda clase de pecados, porque saben que eso agrada a la multitud. Reciben como «hermano» a cualquiera que sabe servir a Dios «con los labios». No hablan del arrepentimiento, ni de una conciencia limpia. En cambio, hablan de las grandes promesas de Dios que se cumplirán para quienes se juntan con ellos. «¡Ven a Jesús, y tus problemas se solucionarán!» Pero para ellos, «venir a Jesús» no es ningún cambio radical de la vida y de la mentalidad; es solamente repetir unas palabras y hacerse miembro de su organización.
Sus enseñanzas son mayormente propaganda comercial acerca de ellos mismos y su organizacion. Dicen lo que a la gente le gusta escuchar, y omiten las partes menos populares de la palabra de Dios. Una buena parte de ellos son influenciados por la Alta Crítica , y no creen realmente que la Biblia sea la verdad de Dios.
Algunos de estos maestros hablan mucho de «tolerancia». «No hay que juzgar; hay que ser tolerantes.» Así que en sus congregaciones se permite todo – menos una cosa: llamar pecado al pecado. Si alguien se atreve a confrontar el pecado, con base bíblica, los «tolerantes» lo perseguirán sin misericordia.

Ambas formas de falsas enseñanzas, las autoritarias y las «tolerantes», son igualmente mortales para la vida espiritual de una congregación. E incluso se dan casos de falsos maestros que saben mezclar ambas corrientes, el autoritarismo y el libertinaje: Hay libertad para todos quienes siguen sus falsas enseñanzas, pero mano dura contra todos quienes lo cuestionan o lo confrontan.

Los que quieren arrastrar tras sí a los discípulos

El apóstol Pablo, al despedirse de la iglesia de Efeso, dio esta advertencia:
«Y de ustedes mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.» (Hechos 20:30)
Aquí tenemos, en pocas palabras, la descripción de un pastor falso. «Habla cosas perversas» (no de acuerdo a la verdad Bíblica), para «arrastrar tras sí a los discípulos». Esta es la motivación principal de la mayoría de los falsos líderes.
Un líder espiritual verdadero siempre llevará a sus hermanos a depender del Señor, no de él mismo. Así describe Pablo su propio ministerio: «…y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, … acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuetro Señor Jesucristo. … Porque no he rehuido anunciarlos todo el consejo de Dios.» (Hechos 20:20-21.27). Pablo nunca intentó formar «discípulos de Pablo», sino discípulos de Jesucristo. Eso es lo que él encomendó también a los ancianos de Efeso: «Estén atentos a ustedes mismos, y a todo el rebañito entre el cual el Espíritu Santo les puso como cuidadores, para pastorear la iglesia del Señor, la que adquirió por su propia sangre.» (v.28) – Pablo les hace recordar muy claramente que no es «su iglesia», sino «la iglesia del Señor»; no «su rebaño», sino «el rebaño en que el Espíritu Santo les ha puesto».
Algunos «pastores» acusan a otros «pastores» de «robarles sus ovejas», cuando unos miembros deciden cambiarse de una congregación a otra. Esta acusación no tiene fundamento, porque los miembros nunca fueron propiedad del primer «pastor». Siempre fueron las «ovejas» del Señor Jesús, y de nadie más. Nadie puede robarte lo que no es tu propiedad.
Pero los líderes falsos quieren levantar «su» iglesia, y ganar discípulos propios, quienes les siguen a ellos. Cuando esto sucede, allí sí tenemos derecho de decir que alguien está «robando ovejas». Donde alguien dice: «Congréguense conmigo, vengan bajo mi ‘cobertura’, aquí van a estar mejor» – aquí sí, este líder está robando ovejas. Y no importa si las jala de otras congregaciones o si «evangeliza» a incrédulos con este mensaje: Está robando las ovejas del Señor, porque las está «arrastrando tras sí», en vez de dejar que sigan al Buen Pastor.

Es interesante ver la reacción de Pablo, en una situación donde sucedió exactamente esto. La iglesia de Corinto había empezado a seguir a ciertos «súper-apóstoles» que se creían más que Pablo, y llevaban a los cristianos «tras sí».
Pablo habla con palabras muy fuertes contra estos falsos líderes: los llama «falsos apóstoles, obreros fraudulentos, ministros de satanás» (2 Cor.11:13-15). Pero en ningún lugar exige que los corintios se sujeten a él, Pablo. En ningún momento se queja de que alguien había robado «sus ovejas». Al contrario, Pablo les hace ver que esta es exactamente la diferencia entre el ministerio verdadero (de Pablo) y el ministerio falso (de los «grandes apóstoles»):

– Los falsos apóstoles «se comparan consigo mismos» (10:12), o sea, enfatizan su propia autoridad. – Pablo se compara con «la regla que Dios nos ha dado» (10:13).
– El falso apóstol «les esclaviza, les devora, les quita sus bienes, se enaltece, les da bofetadas» (11:20). – Los apóstoles verdaderos «no se enseñorean de la fe de ustedes, sino que colaboramos para su gozo» (1:24).
– Lo único que le importa a Pablo, es que los corintios tengan la relación correcta con Dios: «
Pero oro a Dios que ustedes no hagan nada malo; no para que nosotros parezcamos aprobados, pero para que ustedes hagan lo bueno, y nosotros estemos como desaprobados. Porque no podemos nada contra la verdad, sino a favor de la verdad. Porque nos alegramos cuando nosotros estamos débiles, y ustedes están poderosos. Y esto oramos, que se arreglen [perfectamente sus vidas].» (13:7-9)

De esta manera, Pablo espera que los corintios por sí mismos, con la ayuda del Espíritu Santo, lleguen a discernir entre la verdad y la falsificación. Él no tiene ningún interés en que los corintios le sigan a él; pero que sigan a Jesucristo. Es que Pablo no es un líder que «arrastra a los discípulos tras sí».

Por eso, Pablo tampoco se queja de que los corintios le hayan desobedecido a él. Eso no es ningún asunto para él. Lo único que le preocupa, es que los corintios se hayan alejado del Señor. «Porque tengo ambición por ustedes con ambición de Dios, porque les comprometí con un solo hombre/esposo, para presentar una virgen pura a Cristo. Pero temo que quizás como la serpiente engañó a Eva con su astucia, así los pensamientos de ustedes hayan sido corrompidos, [y se hayan apartado] de la sencillez y la pureza hacia Cristo.» (11:2-3)
De manera más clara no se puede expresar que los corintios no son «propiedad» de Pablo. Son propiedad de Cristo. Su error fue que se sometieron a unos líderes autoritarios, quienes no respetaban la propiedad de Cristo. Esos líderes empezaron a reclamar a los corintios como propiedad suya. Por eso, Pablo tuvo que confrontarlos con palabras tan duras.

Tenemos que preguntarnos en este punto, si quizás muchos líderes religiosos hoy son también de la clase que «arrastra a los discípulos tras sí». El «evangelio» de muchas iglesias se puede resumir así: «Hazte miembro de nuestra iglesia, obedece al pastor, y serás salvo.» Muchos líderes desean en primer lugar convertir a la gente en evangélicos, bautistas, pentecostales, etc. – en «miembros de mi iglesia» – en vez de discípulos de Jesucristo. ¡Eso también es «robar las ovejas del Señor»!
Esos líderes dirán que «por medio de mi iglesia, la gente aprende a seguir a Jesucristo». Pero eso es poner el carro delante del caballo. Jesús es la Puerta al redil; o sea, a través de Jesús llegamos a la iglesia, ¡y no al revés! El líder que dice lo contrario, se pone a sí mismo como «puerta» delante del redil, y ocupa el lugar que corresponde sólo a Jesucristo. Esta es doctrina católica romana (donde el creyente puede acercarse a Dios sólo a través del sacerdote), pero no es cristianismo bíblico.
«Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Tim.2:5).

Repito una vez más: Las falsas enseñanzas y prácticas mencionadas en este capítulo no se originan en sectas marginales. Se originan mayormente con líderes «respetados» en denominaciones grandes. Un «pastor» no es capaz de protegerte contra falsas enseñanzas.
Es Dios quien protege a los suyos. Pero cada verdadero cristiano tiene que conocer su Biblia. Debe atreverse a ejercer su discernimiento – aun y especialmente hacia sus propios líderes. Y debe saber cuándo es tiempo de irse.

Las ovejas que idolatran al líder

La otra cara de la moneda es esta: muchos miembros de organizaciones religiosas quieren «pertenecer» a un líder humano. No están contentos con tener a un Buen Pastor invisible; quieren tener también un «pastor» visible. El apóstol Pablo dice que esa es una actitud carnal (1 Cor.3:4-6).

Esas «ovejas» esperan que su iglesia les dé bendición, valor, conocimiento de la Palabra de Dios, dirección personal para su vida, un sentido de «pertenecer», y una multitud de otras cosas. Eso es idolatría, porque están esperando de la iglesia lo que solo Dios mismo puede dar.
De vez en cuando, Dios permite que ese ídolo se caiga: Un consejo del «pastor» conduce a un desastre personal. O se descubre un pecado grave de un líder. O la iglesia se vuelve en contra de una «oveja» fiel. Etcétera … y entonces para esas ovejas idólatras, todo su mundo se viene abajo. Es que pusieron su confianza en algo que no es Dios. Dios quiere enseñarles, a través de estas situaciones, que pongan su confianza sólo en Dios y no en humanos. Que aprendan a obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29).
Si no aprenden eso, entonces se buscarán un nuevo «ídolo»: irán a otra iglesia, y esperarán de ella lo mismo como de la primera iglesia … hasta que ese nuevo ídolo se caiga también; y así irán de iglesia en iglesia.

Algunos miembros de organizaciones religiosas tienen que arrepentirse seriamente de su idolatria hacia lo que ellos llaman «mi iglesia» o «mi pastor». Esos ídolos desplazaron al Señor Jesús de su lugar central. Es necesario devolverle a Él el lugar que le corresponde.

Y todo líder en la iglesia del Señor debe cuidarse para no convertirse en un objeto de idolatría. Es un gran privilegio, poder aconsejar a unos hermanos, poder orar por ellos, poder explicarles un pasaje de la Biblia … Dios no dice nada en contra de eso. Pero en todo eso es necesario, enfatizar siempre que solamente Dios es la fuente de toda bendición, de todo consejo, de toda sabiduría y entendimiento. Y dirigir a los hermanos hacia esa fuente inagotable, para que ellos mismos busquen al Señor, por cuenta propia, y no se hagan dependientes de un líder.

Mandamientos acerca de la separación en la iglesia del Nuevo Testamento

02/04/2020

El mandamiento más claro al respecto se encuentra en 1 Corintios 5:11.13:

«… que no se mezclen con alguien que se hace llamar hermano, pero es un fornicario o codicioso o servidor de ídolos o grosero o borracho o ladrón; con un tal tampoco coman juntos. (…) ¡Quiten al maligno de entre ustedes mismos!»

Otro pasaje similar tenemos en 2 Tesalonicenses 3:14-15:

«Pero si alguien no obedece a nuestra palabra por medio de la carta, señalen a éste y no se mezclen con él, para que sea avergonzado. Pero no lo consideren como enemigo, sino amonéstenlo como hermano.»

Una paralela es también Efesios 5:5. A continuación dice:

«Y no participen con las obras infructuosas de la oscuridad, mas bien repréndanlas.» (Efesios 5:11)

La reprensión es obviamente un paso anterior a la separación. Una persona que se hace llamar hermano (cristiano), pero comete «obras de la oscuridad», debe ser reprendida. Según Mateo 18:15-17, debe haber una segunda reprensión con testigos, y una tercera ante la asamblea reunida. Aunque ese pasaje se refiere a pecados personales entre hermanos, es de asumir que en Efesios 5:11, Pablo piensa en un proceso similar. – Si la reprensión no da fruto, los cristianos deben separarse de esa persona.

¿En qué consiste la separación?

Según 1 Corintios 5:11, consiste en «no mezclarse», o sea, no tener una relación cercana, amistosa; y «no comer juntos». Recordemos que en la iglesia del Nuevo Testamento, el «comer juntos» es a la vez el lugar donde sucede la comunión espiritual, y el recuerdo de la muerte y resurrección de Cristo. Entonces, el sentido es que la persona queda excluída de la comunión espiritual de los cristianos entre sí.
Por el otro lado, la separación no debe entenderse en el sentido de evitar todo contacto en absoluto. La palabra de Dios no dice nada en contra de las interacciones normales de la vida diaria secular, por ejemplo como cliente, estudiante, pariente, etc. Según 2 Tesalonicenses 3:14-15, se deben aprovechar oportunidades para «amonestar» al hermano errante, de manera fraternal y no en enemistad. (Sin embargo, 2 Tesalonicenses habla aparentemente de un caso más leve que 1 Corintios.)

¿Por qué nos debemos separar de los que pecan?

La palabra de Dios menciona dos razones:

1. Porque el pecado es contagioso. Si se permite que los miembros de la comunidad cristiana vivan en pecado, se corrompen las conciencias de todos. Empiezan a creer que Dios no toma tan en serio el pecado. Esa creencia desvirtúa el sacrificio de Cristo, quien entregó su propia vida justo para eso: para liberarnos del pecado.
Por eso dice en el mismo contexto: «¿No saben que un poco de levadura fermenta la masa entera? Límpiense entonces de la vieja levadura, para que sean una masa nueva, así como están sin levadura. Porque Cristo es nuestra pascua que fue sacrificada por nosotros …» (1 Corintios 5:6-7)

2. Porque alguien que vive en pecado, da a entender con eso que muy probablemente no es un cristiano verdadero. Así dice Pablo: «¿O no saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se engañen: Ni fornicarios, ni servidores de ídolos, ni adúlteros, ni afeminados, ni los que cometen actos homosexuales, ni ladrones, ni codiciosos, ni borrachos, ni groseros, ni asaltantes heredarán el reino de Dios. » (1 Corintios 6:9-10) – Y también Juan: «Toda persona que permanece en él, no peca. Toda persona que peca, no lo ha visto, ni lo ha conocido. (…) Toda persona nacida de Dios no hace pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; y no puede pecar [continuamente], porque es nacido de Dios.» (1 Juan 3:6.9; vea también 1 Juan 5:18.)
No se trata entonces de «disciplinar a los cristianos». Más que todo, se trata de hacer una separación entre los cristianos nacidos de nuevo, y los que «se hacen llamar hermanos», pero no lo son. Ésos a menudo se delatan por su estilo de vida, y más particularmente, por su falta de arrepentimiento.
Notemos que todos los pasajes citados hablan de vivir en pecado, no de una caída casual. Un cristiano verdadero también puede de vez en cuando caer en un pecado; pero entonces (si de verdad es del Señor) su conciencia reacciona, se arrepiente, y se aparta del pecado. Por ejemplo un «fornicario» no es uno que una vez ha cometido fornicación, después se ha arrepentido sinceramente, y no volvió a hacerlo nunca más. En un tal caso aplicaría 1 Juan 1:9, y no habría razón de «separarse» de esa persona. – En cambio, un «fornicario» es uno que peca repetidamente, y no le importa mucho. Con eso da a entender que no tiene el Espíritu de Cristo.

Ahora, es cierto que en la práctica puede ser difícil distinguir entre los dos casos. Un cristiano verdadero puede, después de arrepentirse, tener otra caída, hasta que alcance la victoria sobre el pecado. Por el otro lado, un falso hermano puede fingir arrepentimiento y dar la apariencia de haber cambiado, mientras que la actitud de su corazón no cambió. En algunos de esos casos dudosos, Dios puede dar sabiduría sobrenatural a alguien, como lo dio a Pedro en los casos de Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) y de Simón (Hechos 8:18-23). Pero esos son casos excepcionales. En el caso normal, no debemos tratar de acertar los motivos escondidos en el corazón de alguien (1 Corintios 4:5).

Algunos han usado esa palabra, y las advertencias de Jesús de «no juzgar» (Mateo 7:1), para decir que no se debe practicar la separación en absoluto. Pero Jesús mismo dijo que un pecador que no se arrepiente, debe tratarse como un «pagano y cobrador de impuestos» (Mateo 18:17) – o sea, como alguien con quien no existe comunión espiritual. Pablo menciona varias oportunidades donde se deben juzgar las acciones y palabras de los hermanos: Debemos juzgar a «los que están dentro» (1 Corintios 5:12-13); juzgar las cosas de esta vida (1 Corintios 6:2-3); juzgar lo que se habla en las reuniones (1 Corintios 14:29). Esos no son juicios sobre «motivos del corazón». Pero las acciones o palabras de quienes se hacen llamar hermanos, permiten juzgar cuando es necesario separarse de ellos. Eso es lo que dicen las instrucciones apostólicas. Con eso se le manda una señal clara para decirle: «Tu estilo de vida da lugar a serias dudas de si eres realmente un cristiano.»

En 1 Corintios 5 tenemos una enumeración de la clase de pecados que indican la necesidad de separación. La lista seguramente no es exhaustiva. Por ejemplo, Apocalipsis 21:8 menciona también a «todos los mentirosos» entre quienes no tienen parte en el reino de Dios. Entonces, de los mentirosos también hay que separarse.

¿Hasta cuándo dura la separación?

Los pasajes bíblicos al respecto permiten una sola interpretación: La separación dura mientras que persistan las condiciones que la exigen – sean unas cuantas semanas, o toda la vida. En otras palabras: Dura hasta que la persona muestre señales claras de un arrepentimiento decidido y honesto, y dé «frutos de arrepentimiento» (Lucas 3:8-9). Donde eso sucede (pero no antes), los hermanos no deben demorar en volver a recibir al hermano arrepentido en su comunión:

«Para el tal fue apropiada esta reprensión por la mayoría, de manera que al contrario, ahora perdonen y animen ustedes, para que el tal no sea acaso tragado por la tristeza más abundante. Por tanto les animo a validar el amor hacia él.» (2 Corintios 2:6-8)
«Porque la tristeza de la manera de Dios produce un arrepentimiento para salvación, del cual no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.» (2 Corintios 7:10)

¿Quién decide acerca de una separación?

Las cartas que contienen estas instrucciones, se dirigen a la iglesia entera. 1 Corintios lo expresa de la manera más clara: «…a la asamblea de Dios que está en Corinto, santificados en Cristo Jesús, santos llamados, con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar…» (1 Corintios 1:2). Por tanto, la iglesia entera es llamada a hacer esta decisión.

Eso puede suceder de dos maneras:

– En conjunto en una asamblea, buscando juntos la voluntad de Dios para llegar a un consenso. Esta es la forma preferible; pero en la situación actual de decadencia en las congregaciones, a menudo no se puede realizar. Entones, los cristianos entregados y conscientes tendrán que recurrir a la segunda manera:

– Por decisión individual de cada cristiano. O sea, cada cristiano que ve a un miembro de la congregación vivir en pecado, primero lo reprende; y si la reprensión no da resultado, decide separarse de él.
Eso conducirá a la situación insatisfactoria de que algunos cristianos decidirán separarse de cierta persona, mientras que otros decidan mantener su comunión con la misma persona. Pero es efectivamente similar a la situación que ya tenemos, donde ciertos líderes de congregaciones deciden colaborar con líderes y «ministerios» cuestionables, mientras que otros líderes deciden mantenerse apartados. Empoderar al entero pueblo de Dios a hacer estas decisiones individualmente, es de acuerdo con lo que escribe Pablo a los corintios. No es lo ideal; pero es preferible a las tergiversaciones que existen en la actualidad.

De hecho, este es el punto donde las prácticas actuales se desvían más lejos de la iglesia del Nuevo Testamento y de la palabra de Dios. Las iglesias institucionalizadas se han acostumbrado a que sea un pequeño círculo de líderes exclusivos, o incluso una única persona, que decida acerca de la «disciplina» o separación de otros miembros. Definitivamente, ¡eso no es lo que dicen las Escrituras! Si esa hubiera sido la intención del apóstol, él hubiera escrito: «No se mezclen con alguien que fue señalado por los ancianos como pecador …» – El apóstol Juan reprocha explícitamente la práctica de que un solo líder decida acerca de la expulsión de otros miembros (3 Juan 10).

Cuando una congregación está en una buena relación con Dios, sus miembros llegarán a un consenso al buscar juntos Su voluntad. Y si la relación con Dios no es buena, entonces es preferible que cada miembro consulte las Escrituras y actúe según su conciencia ante Dios, en vez de que todos sean sometidos bajo el dictado de un líder que no es fiel a Dios.

Abusos de la separación

Tristemente, en muchas congregaciones, las instrucciones bíblicas acerca de la separación han sido abusadas por un liderazgo autoritario, para fortalecer su propio poder e influencia. Esos líderes han inventado nuevos «pecados» que no figuran en el Nuevo Testamento, para poder expulsar a quienes se oponen a ellos. Cuando alguien manifiesta su desacuerdo con una decisión arbitraria del líder, o expone un pecado del líder, se le acusa de «rebelión contra la autoridad» y se le «pone en disciplina». Por el otro lado, esos líderes suelen rodearse de personas a quienes llaman «leales», o sea, quienes no se atreven a criticarles ni a llamarles la atención cuando pecan. Esas personas fortalecen el poder de los líderes, y por tanto nunca son «disciplinadas», aunque vivan en los peores pecados.

Se facilitan esos abusos cuando se cree que un pequeño círculo de líderes tiene el derecho de dictar a la congregación entera, quiénes deben ser separados o expulsados. Se pasa por alto el hecho de que el Nuevo Testamento otorga esa competencia no a un liderazgo exclusivo, sino a la «asamblea», la iglesia en conjunto. Se pasa por alto también el hecho de que todo «juzgamiento» requiere un proceso debido. En la iglesia del Nuevo Testamento no se pasan sentencias arbitrarias; ni puede un pequeño grupo de líderes decidir sobre los demás sin rendir cuentas a nadie. Al contrario, en la iglesia del Nuevo Testamento, cada miembro puede confrontar a alguien que peca o que comete injusticia, por más que el pecador sea un líder.

Muchos de los líderes que emiten esas sentencias arbitrarias, deberían ellos mismos ser separados de la congregación, según criterios bíblicos: porque no cumplen con la integridad e imparcialidad requeridas para ejercer un liderazgo; porque exhíben el comportamiento de los falsos «súper-apóstoles» descritos en 2 Corintios 11:20; o porque directamente viven en uno de los pecados que dan lugar a una separación.

Una forma de abuso más sutil sucede cuando se «condenan» o se separan a miembros por actuar en contra de alguna costumbre o tradición del grupo, aunque no sea pecado. Eso puede suceder de la misma forma arbitraria como antes descrito, por imposición de un pequeño grupo de líderes. Pero se dan también casos donde una congregación en conjunto es dominada por el legalismo, de manera que imponen sobre sus miembros unas leyes particulares que van más allá de la palabra de Dios, y la congregación entera cree que sea correcto separarse de alguien que actúa en contra de esos «mandamientos de hombres». A menudo, esas leyes adicionales se enfocan en detalles externos que no tienen que ver con la relación con el Señor, muy similar a las instrucciones detalladas de los fariseos acerca de la manera de lavar las manos y los platos (Marcos 7:1-5). Así por ejemplo, unas congregaciones consideran «pecadores» a quienes no se adhieren a sus leyes acerca del estilo de música que se puede escuchar, acerca de la comida, acerca de la observancia de días determinados, de la vestimenta, de los ritos externos de adoración, y cosas semejantes. En asuntos como esos, la palabra de Dios dice que no debemos juzgar (Romanos 14:3-6, Colosenses 2:16-23).