Archive for May 2020

La iglesia en los últimos tiempos: El hombre del pecado

29/05/2020

En 2 Tesalonicenses 2:3 dice que el Señor no volverá, antes que venga la «apostasía», y se descubra el «hombre del pecado». De éste dice que «se sienta en el templo de Dios como Dios, y se hace pasar a sí mismo como si fuera Dios» (verso 4). Ese personaje se llama también «el sin ley» (verso 8), y engaña al mundo de una manera muy eficaz (versos 9 a 12). ¿Qué podemos concluir de ello?

– En los últimos tiempos habrá un tiempo de apostasía. La palabra significa literalmente «apartarse». No tiene que ver con la maldad del mundo incrédulo. Significa que muchos de los que se identifican como seguidores de Cristo, se apartarán de Él.
En diversas reflexiones anteriores hemos comparado la iglesia del Nuevo Testamento con las congregaciones actuales. La comparación no es favorable para quienes hoy en día se hacen llamar «iglesia». Según todos los criterios bíblicos, nos encontramos actualmente en medio de un tiempo de apostasía. Solamente queda la pregunta: ¿Es ésta ya la «gran» apostasía final?
Hacia el fin de la Edad Media, muchos seguidores verdaderos del Señor pensaban que la apostasía final había llegado, por la extrema corrupción que existía en el catolicismo romano. Pero con la Reforma hubo un nuevo comienzo; la situación espiritual comenzó a mejorar en muchos países; y eso produjo incluso un gran avance también en el ámbito material.
¿Nos concederá Dios una nueva Reforma? – Si no, entonces ahora sí estaríamos viviendo el principio del fin.

– El «hombre del pecado» se hace pasar a sí mismo por Dios. Por eso, algunos lo identifican con el «anticristo», aunque esa palabra aparece únicamente en las cartas de Juan, en un contexto un poco diferente. Pero literalmente, «anticristo» significa «en lugar de Cristo». Entonces, esa palabra sí es una descripción acertada de alguien que se pone a sí mismo en el lugar de Cristo o de Dios.

Efectivamente, en la actualidad existen muchos líderes que hablan de sí mismos como «ungidos de Dios», lo cual significa «Cristo». El hombre del pecado no podrá hacerse pasar por Dios, si no adquirió antes la fama de ser un líder cristiano muy «ungido». Entonces, no será alguien que se opone a la iglesia o a Dios. Al contrario, pretenderá liderar a los cristianos hacia mayores alturas. De manera sutil, usurpará más y más funciones que corresponden solamente a Jesucristo mismo – como ya lo están haciendo diversos líderes en el presente.

Dice además, que él «se sienta en el templo de Dios». De ahí, algunos han concluído que el hombre del pecado no podrá manifestarse antes que el templo en Jerusalén sea reconstruido. Pero hemos visto que en el orden del Nuevo Testamento, el templo de Dios ya no es una casa construida por hombres. El templo de Dios es ahora la casa edificada de «piedras vivas», la comunión del pueblo de Dios en Jesucristo. Eso confirma lo que acabamos de decir: El «hombre del pecado» se presenta como un gran líder en la iglesia de Cristo.

– Este líder se llama también el «sin ley» (ánomos en griego). En el contexto bíblico, «ley» significa normalmente los mandamientos de Dios. Una persona «sin ley» no es simplemente alguien que desobedece la ley de Dios. Es alguien que por principio rechaza que haya una ley divina.

Esta anomía (rechazo a la ley) puede tomar la forma del libertinaje, como lo describe Pedro:
«Pronunciando cosas infladas sin valor, seducen con deseos desenfrenados de la carne a quienes realmente habían escapado de los que viven engañados. Les prometen libertad, siendo ellos mismos esclavos de la corrupción. Porque de lo que alguien es derrotado, de eso es esclavizado.» (2 Pedro 2:18-19)
Esta actitud se manifiesta por ejemplo en quienes dicen: «Ya no estamos bajo la ley, estamos bajo la gracia, entonces podemos vivir como queremos, Dios nos perdona todo.» Pablo responde decididamente a eso: «¡De ninguna manera!» (Vea Romanos 6:1-2, 15-16.) – Algunos de los que proclaman esta falsa libertad, incluso difaman a los discípulos que siguen la santidad, llamándolos «legalistas» y diciendo que siguen una «salvación por obras». No quieren entender que un cristiano verdadero vive una vida agradable a Dios, no porque estuviera bajo la ley, pero porque ama a Dios y quiere agradarle, y porque Jesús le da victoria sobre el pecado.

Pero la anomía se manifiesta no solamente en inmoralidad y desenfreno. Igualmente puede manifestarse en el autoritarismo y en el dominio del hombre. Los líderes autoritarios exigen que la gente se someta a ellos, y no permiten que alguien los cuestione a base de la ley de Dios. Pueden hablar de «orden», de «institucionalidad», e incluso de «las leyes del reino de Dios» o «los principios bíblicos». Pero si esos «principios» o «leyes» no son realmente lo que dice la palabra de Dios, entonces estamos igualmente ante un rechazo contra la ley de Dios.
Ante la verdadera ley de Dios no hay acepción de personas; no hay privilegios para los «líderes». Cuando se levanta un líder con la pretensión: «Yo voy a hacer cumplir la ley de Dios» – allí tenemos que sospechar. ¿No va a levantarse ese líder a sí mismo como «ley», por encima de la palabra de Dios? ¿No va a usar su posición para impedir que alguien lo cuestione a él, cuando él mismo quebranta la palabra de Dios? ¿No es la misma anomía que se disfraza allí detrás de un liderazgo supuestamente cristiano? Donde se enfatiza la sumisión bajo un hombre, más que la responsabilidad de cada uno ante la ley de Dios, allí ciertamente se manifiesta también un rechazo contra la ley de Dios; por más que se la confiese con los labios.

– El «sin ley» viene «con la eficacia del satanás en todo poder y señales y milagros de mentira, y en todo engaño de la injusticia». Aquí vemos primeramente, que los milagros no son ninguna prueba de que alguien es un siervo de Dios. Dios permite aun al diablo hacer milagros.
¿Por qué permite Dios eso? – Dice que serán engañados los que «no aceptaron el amor de la verdad»; «los que no creyeron en la verdad, sino que les gustó la injusticia.» Esto es un juicio justo: los que no aman la verdad, serán engañados por mentiras.
Eso incluye a muchos que se llaman cristianos. Quizás aceptaron intelectualmente las verdades del evangelio, para tranquilizar su conciencia. Pero no aman realmente esas verdades. Tampoco aman el decir y hacer la verdad; prefieren vivir en apariencias falsas. No les gusta «andar en la luz» (1 Juan 1:7); no les gusta ser transparentes; y no quieren realmente dejar atrás el pecado. Por eso, Dios permite que sean seducidos y engañados por los falsos Cristos.

El jinete del caballo blanco en Apocalipsis 6

25/05/2020

La visión de Juan acerca de los sucesos en la tierra comienza con Apocalipsis 6:2: «Y mira, un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él tenía un arco; y le fue dada una corona [de ganador], y salió venciendo y para vencer.»
Muchos ven en esta imagen una representación del Señor Jesucristo, afirmando Su autoridad sobre la tierra. Y efectivamente, en 19:11-16 aparece el Señor montado sobre un caballo blanco. ¿Pero es el verso 6:2 realmente una paralela a este pasaje? Hay varios indicios que ponen en duda esta interpretación:

En el capítulo 19, el Señor aparece para comenzar oficialmente su reinado sobre la tierra. Ejecuta juicio sobre las naciones que se rebelaron (19:15-19.21), sobre «la bestia» y el falso profeta (19:20), y toma preso al mismo satanás (20:2-3). Después comienza Su reino de paz y justicia en la tierra (el milenio). Este no es el contexto del capítulo 6: Allí, al contrario, la paz se quita de la tierra (6:4), y entonces habrá hambruna (6:5-6) y muertes por causas terrenales, no por una intervención celestial (6:8). Después, los mártires «debajo del altar» claman por la justicia y venganza de Dios (6:10-11). Esto implica que el juicio de Dios todavía no sucedió (porque entonces no habría necesidad de clamar por él). Los sucesos descritos en 6:1-11 no son entonces el juicio de Dios sobre el reino anticristiano. Al contrario, son consecuencias de que Dios permite por un tiempo a las fuerzas anticristianas ejercer toda su maldad. Si los otros tres jinetes simbolizan fuerzas del mal, ¿no debemos asumir lo mismo acerca del primer jinete?
Llama la atención también que el jinete del capítulo 19 es claramente identificado como el Señor, por sus nombres y características: Se llama «Fiel y verdadero», y actúa con justicia (19:1). Se llama «La palabra de Dios» (19:13) y «Rey de reyes y Señor de señores» (19:16). El jinete del capítulo 6, en cambio, no tiene ningún atributo que lo identificaría como el Señor.
Y un último detalle: El jinete del capítulo 19 tiene como arma una espada aguda, «que sale de su boca» – un símbolo de la palabra de Dios, como en 1:16 y 2:16. (Vea también Hebreos 4:12.) El jinete del capítulo 6, en cambio, tiene un arco. ¿No debemos ver en eso al maligno, que tira sus «flechas de fuego» contra los siervos de Dios (Efesios 6:16)?

Por todas estas razones, yo me inclino a ver en el jinete del capítulo 6 el falso Cristo, al que Dios permite por un tiempo «salir para vencer» y extender su reino sobre la tierra. Se ve muy similar al Cristo verdadero, de manera que aun muchos intérpretes de la Biblia lo confundirán con Él. Y muchas personas que se identifican como cristianos, al presenciar la victoria del falso Cristo en la tierra, creerán que ahora de verdad hubiera comenzado el reino de Dios. Ya en el presente, muchas organizaciones cristianas apoyan programas políticos y de «desarrollo» que prometen traer paz y prosperidad, pero por medios humanos, terrenales, sin tomar en cuenta el señorío de Cristo. De hecho, el falso Cristo nunca podría llegar al poder, si no se viera tan perfectamente similar al verdadero. Muchos miembros y líderes de iglesias cristianas están entre los que ayudan a establecerse el reino anticristiano. Algunos de ellos se darán cuenta de ello a tiempo; otros recién cuando será demasiado tarde; y otros estarán convencidos hasta su lecho de muerte, de que estaban promoviendo la causa genuina de Cristo. ¿No creía también Pablo antes de su conversión, que estaba prestando un servicio a Dios, persiguiendo a los cristianos? ¿No creían también los conquistadores españoles que estaban promoviendo el reino de Dios, al exterminar naciones enteras? ¿No creían también muchos evangélicos alemanes que Hitler era uno de los suyos, cuando votaron por su partido en los inicios de su gobierno?

Los falsos Cristos no se dan a conocer tan fácilmente. Ellos apelan a nuestras aspiraciones más nobles: el amor a la humanidad, la solidaridad, la construcción de una sociedad pacífica, justa y próspera, aun la religiosidad y los «valores cristianos». El «hombre de pecado», como lo llama Pablo, viene «con todo poder y señales y milagros mentirosos, y con todo engaño de injusticia entre los que se pierden, porque no aceptaron el amor a la verdad. Y por esto, Dios les enviará un engaño eficaz para que crean la mentira…» (2 Tesalonicenses 2:9-11). No pensemos que eso concierne solamente a la «gente mundana». También dentro de las iglesias hay muchas personas que «no aceptaron el amor a la verdad», que prefieren engañar a otros acerca del verdadero estado de su corazón, y por eso ellos mismos están siendo engañados.

La iglesia en Apocalipsis: El pueblo de Dios se prepara para la persecución

22/05/2020

En el capítulo 12 de Apocalipsis, «una gran voz en el cielo» dice:

«…porque fue echado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante nuestro Dios de día y de noche. Y ellos lo vencieron por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio, y no amaron su vida hasta la muerte.» (Apocalipsis 12:10-11)

Aquí tenemos, de forma muy resumida, las «armas» del pueblo de Dios para vencer. No tenemos ninguna promesa de vencer físicamente en esta guerra. Al contrario, hemos visto que «la bestia» vence a los santos en la guerra (13:7). Esta en una profecía muy incómoda. ¿No protege Dios a los suyos? ¿Por qué permite la destrucción de Su pueblo? Tales preguntas pueden surgir, cada vez que nos enteramos de hermanos en la fe que sufren torturas y hasta la muerte en los países donde los cristianos son perseguidos. Pude encontrar una única respuesta a estas preguntas, pero no es una respuesta fácil ni muy tranquilizadora: Es que la iglesia sigue al Señor Jesús, llevando su cruz (Mateo 16:24-25). Por eso es necesario que una parte de la iglesia – quizás una parte significativa de ella – siga el ejemplo de Señor en Su muerte.

Y sin embargo, los versos arriba citados dicen que la iglesia vence. No físicamente, pero espiritualmente. Vence por la sangre del Cordero. Eso significa, primeramente, que los seguidores de Jesús son liberados de toda acusación. La batalla es en primer lugar espiritual: Las acusaciones del enemigo, de ser ciertas, pueden causar la condenación eterna del acusado. Pero si se trata de los seguidores de Jesús, entonces «la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7). El enemigo va a usar también muchas voces de este mundo para acusarnos: de no respetar los usos y costumbres de un mundo que rechaza a Dios; de no ser «políticamente correctos»; incluso de no someternos a la religión organizada. (Eso no es nada nuevo: En el imperio romano, los cristianos fueron acusados de «ateos», porque no construían templos, no celebraban sacrificios, y no adoraban estatuas.) Pero la sangre derramada de Cristo anula las acusaciones.
Además, la sangre del Cordero es nuestro ejemplo, en el caso de que nos toque seguir el mismo camino. «Miremos a Jesús, el que originó y perfeccionó la fe. A cambio de la alegría que tenía por delante, perseveró [soportando] la cruz, tomó la vergüenza en poco, y recibió el asiento a la derecha del trono de Dios. Consideren a aquel que ha soportado tanta contradicción por los pecadores contra él, para que no se agoten, cansándose en sus almas.» (Hebreos 12:2-3) Es en el sufrimiento donde nos identificamos más con lo que Él mismo sufrió. Y Él, quien ya venció, está a nuestro lado para fortalecernos.

Los seguidores de Jesús vencen también por la palabra de su testimonio. «Todo aquel que me confiese ante los hombres, yo también lo confesaré ante mi Padre que está en los cielos. Pero todo el que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos.» (Mateo 10:32-33) Esto es crítico cuando la confesión puede acarrear sufrimiento o incluso la muerte. ¿Por qué los seguidores de Jesús siguen confesándole, aun en una tal situación extrema? – Porque el pertenecer a Jesús, y el pasar la eternidad con Él, les importa más que toda su vida en esta tierra. Por eso, su testimonio es su victoria: Demuestra que son de Jesús, que le aman a Él más que su propia vida.

Los seguidores de Jesús en los últimos tiempos vencen por su entrega hasta la muerte. En este aspecto se asemejan mucho a los cristianos de los primeros siglos. No son una iglesia «victoriosa» en el sentido de que tuviera influencia en la sociedad y en la política; ni en el sentido de que fuera muy numerosa. Al contrario: Es victoriosa porque sabe que no tiene necesidad de nada de eso. No se deja influenciar por las corrientes de este mundo, ni seducir por los poderosos de este mundo. La iglesia verdadera consiste en seguidores de Aquel quien dijo: «Mi reino no es de este mundo» (Juan 18:36). Su victoria está en la sangre de Cristo, quien se entregó a Sí mismo por nosotros; y eso capacita a Sus seguidores a entregar también sus propias vidas. Como dijo Tertuliano, un escritor cristiano del segundo siglo: «La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia». Cuanto más fueron perseguidos los cristianos, más se extendían. A menudo, algunos de los mismos perseguidores se convirtieron a Cristo, al ver el ejemplo de los mártires valientes.

El mismo apóstol Juan se encontraba en una situación de persecución, cuando el Señor le apareció en Patmos. Un propósito importante del Apocalipsis consiste en fortalecer la iglesia en la persecución, y prepararla para persecuciones venideras. Los seguidores de Jesús necesitan practicar el uso de sus «armas de victoria» ahora ya, mientras pueden todavía vivir en paz. Tienen que aprender desde el inicio, apoyarse en la sangre del Cordero, testificar de Jesús cuando el mundo se extraña de su manera diferente de vivir, y «no amar su vida» y las comodidades y la aprobación de este mundo.

Más adelante, donde habla de los tiempos de persecución, el Apocalipsis enfatiza dos veces la perseverancia y la fe:

«Aquí está la perseverancia y la fe de los santos.» (Apocalipsis 13:10)

«Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesus.» (Apocalipsis 14:12)

¿Sabemos perseverar en situaciones adversas? ¿Sabemos «correr con perseverancia la lucha que tenemos por delante (…) dirigiendo la mirada hacia Jesús» (Hebreos 12:1-2)? ¿Nos estamos animando unos a otros a perseverar? La perseverancia es necesaria, porque la adversidad puede durar mucho tiempo.
Y allí también entra la fe, la confianza en Dios. Esa no es la «fe» de que Dios haga algo específico que nosotros deseamos. No es «fe de que la adversidad va a terminar». Mas bien, es una confianza de que los propósitos de Dios se cumplen, aun en medio de la adversidad; y que Sus propósitos son buenos, aun cuando no los entendemos. La fe de que «a los que aman a Dios, todo colabora para lo bueno» (Romanos 8:28). Todo, aun la adversidad y la persecución. Esta es la fe que ayuda a perseverar. Como dijo el hermano Yun, un cristiano chino que sufrió mucha persecución: «Cuando ustedes oran por nosotros, no oren para que la opresión termine. Oren para que Dios nos dé hombros más fuertes, para poder cargar con ella.» Y Richard Wurmbrand, quien por su fe sufrió catorce años de cárcel y tortura en Rumania, dice: «Tenemos que prepararnos para el sufrimiento ahora. Es demasiado difícil empezar a prepararse, cuando ya te han echado a la cárcel. (…) Cuando yo me convertí a Cristo, me hice conscientemente parte de un cuerpo golpeado, un cuerpo difamado, un cuerpo azotado, un cuerpo coronado con espinos, y cuyos manos y pies están perforados con clavos. Acepté eso como una probable suerte futura para mí mismo.»

La iglesia en la tribulación: La iglesia en la tierra

19/05/2020

En Apocalipsis 4:1, el Señor dice a Juan: «Sube acá, y te mostraré lo que debe suceder después de esto.» Algunos intérpretes dispensacionalistas dicen que esto se refiere al «rapto», y que a partir de ese momento la iglesia ya no está en la tierra. Pero esta es una interpretación prejuiciada, que pone algo dentro del texto que no está escrito. El Señor en este versículo no se dirige a la iglesia en conjunto, se dirige a Juan personalmente. Y no para quitarlo de la tierra, sino para mostrarle la continuación de la visión. Veremos a continuación que los siguientes capítulos sí mencionan a la iglesia en la tierra. Aunque no usan explícitamente la palabra «iglesia»; pero expresiones como «los santos» o «el pueblo de Dios» son sinónimos de «iglesia».

En 6:9, Juan ve «las almas de los que fueron matados por causa de la palabra de Dios …». Dios les manda decir «que descansen todavía un pequeño tiempo, hasta que se completen también sus consiervos y sus hermanos que van a ser matados también como ellos» (6:11). Entonces, aunque no nos guste la idea, los siervos de Dios están todavía en la tierra, y muchos de ellos sufren persecución y martirio.

En 9:4, el Señor manda a las langostas: «que no hagan daño al pasto de la tierra ni a nada verde ni a ningún árbol, sino a los hombres quienes no tienen el sello de Dios sobre sus frentes.» Esta forma de decir implica que hay en la tierra también hombres que sí tienen el sello de Dios (7:2-3), o sea siervos verdaderos de Dios.

Algo similar encontramos en 16:2: «…y vino una úlcera mala y maligna sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen.» Nuevamente, esto implica que hay también hombres que no tienen la marca de la bestia, o sea, que siguen al Señor.

Acerca de la «bestia» dice en 13:7: «Y le fue dado hacer guerra contra los santos y vencerlos …» – «Los santos» son los cristianos verdaderos. Todavía están en la tierra.

En 18:4, una voz del cielo llama: «¡Salgan de ella (de Babilonia), pueblo mío, para que no participen de sus pecados, ni reciban de sus plagas!» – Nuevamente un llamado al pueblo de Dios en la tierra.

Necesitamos entonces prestar atención a lo que el Señor dice a Su pueblo en la tierra durante los tiempos descritos en el Apocalipsis.

La iglesia en la tribulación

17/05/2020

Se ha hecho un uso bastante difundido, llamar a la época descrita en Apocalipsis cap.6 a 19 «la tribulación» o «la Gran Tribulación». Por tanto, yo también usaré de vez en cuando esa palabra, aunque por el otro lado tendré que explicar más tarde por qué no me parece del todo acertada.
Ahora, posiblemente muchos lectores de la tradición evangélica dirán que el título de este artículo no tiene sentido, que la iglesia no entrará en la tribulación porque será arrebatada antes. Por lo difundido que es esta idea, expondré primero el origen y trasfondo de esta enseñanza.

Unas notas acerca del dispensacionalismo

El dispensacionalismo es una forma particular de interpretar la Biblia, que tiene actualmente un gran número de seguidores entre los evangélicos. Una enseñanza característica de esta corriente es el «rapto secreto» en ocasión de una «venida secreta» del Señor Jesús, distinta de Su segunda venida en público. Esta enseñanza surgió en la primera mitad del siglo 19. Fue popularizada por John Nelson Darby, uno de los líderes de los «Hermanos de Plymouth»; más tarde por los comentarios de la «Biblia Scofield»; y en tiempos recientes por autores de libros populares como Hal Lindsey y Tim LaHaye («Dejados atrás»).

Los testimonios acerca del origen de esta nueva enseñanza son contradictorios. El mismo Darby declaró (treinta años más tarde) que Dios mismo le reveló estas «verdades», mientras estaba convaleciendo de un accidente a caballo: «… me enseñó que todavía estaba por venir una economía (dispensación) ordenada por Él; un estado de las cosas que todavía no está establecido de ninguna manera. (…) Vi en aquella palabra (Isaías 32) la venida de Cristo para llevar con Él la iglesia a la gloria.» A partir de allí Darby empezó a elaborar, y más tarde a proclamar, las enseñanzas principales del dispensacionalismo:

1. Israel y la iglesia son dos cuerpos tan completamente distintos que un pasaje bíblico que se aplica a Israel, no puede aplicarse también a la iglesia, y vice versa. En particular, las profecías del Antiguo Testamento no tienen (según Darby) ninguna aplicación para la iglesia.
2. La segunda venida de Cristo sucede en dos «etapas» distintas: primero una venida secreta donde la iglesia es raptada, y más tarde una venida pública para el juicio final.

Sin embargo, otro líder de los «Hermanos de Plymouth», S.P.Tregelles (un conocido investigador del texto bíblico), testificó que estas enseñanzas no fueron el descubrimiento original de Darby:

«No sé nada de alguna enseñanza definitiva acerca de un rapto secreto de la iglesia en una venida secreta del Señor, antes que eso haya sido pronunciado en la iglesia del señor Irving como una ‘inspiración’ de – como se suponía – la voz del Espíritu. (…) Esta enseñanza no procedió de las Sagradas Escrituras, sino de algo que falsamente declaró ser el Espíritu de Dios.»

Tregelles se refiere aquí a Edward Irving, el fundador de un grupo carismático que enfatizaba mucho el don de la profecía, pero que se alejaba cada vez más de las enseñanzas bíblicas. En aquel tiempo, Darby estaba en contacto cercano con Irving y sus seguidores, y participó en diversas reuniones y conferencias con ellos. (Sin embargo, más tarde se distanció claramente de ellos.) Hay otro dato en este contexto que llama la atención:

Darby dice que comenzó a enseñar públicamente las enseñanzas dispensacionalistas a partir de 1827. En ese mismo año, Irving había publicado su traducción inglesa de un libro publicado en 1811 en español, «La venida del Mesías en gloria y majestad» por Juan Josafat Ben Ezra. Eso fue el seudónimo del sacerdote jesuita Emanuel Lacunza. Su libro es la primera publicación conocida que contiene esa idea de un «rapto secreto» y de una «venida secreta» de Jesús.

Esta historia nos muestra que las enseñanzas fundamentales del dispensacionalismo se basan en una «nueva revelación» de origen dudoso, y no en una interpretación sana de las Escrituras. Sin embargo, muchos dispensacionalistas usan su sistema de «dispensaciones» como un esquema infalible para la interpretación de la Biblia. O sea, conceden a su sistema dispensacionalista una autoridad mayor que las mismas Escrituras. Este mismo hecho ya debería despertar nuestras sospechas. Una interpretación que se basa en alguna «autoridad superior» afuera de las Escrituras, no puede ser completamente bíblica.

Pero para estar mejor fundamentados, contrastaremos los dos puntos principales del dispensacionalismo con algunos pasajes bíblicos.

1. «Israel y la iglesia son dos cuerpos tan completamente distintos que un pasaje bíblico que se aplica a Israel, no puede aplicarse también a la iglesia, y vice versa. En particular, las profecías del Antiguo Testamento no tienen ninguna aplicación para la iglesia.»

Si existe algún ejemplo «autoritativo» de cómo hay que interpretar el Antiguo Testamento, seguramente lo encontramos en la enseñanza de Jesús mismo y de Sus apóstoles. Allí encontramos que ellos no enseñan principios dispensacionalistas. Al contrario, ellos aplican diversas profecías del Antiguo Testamento directamente a la iglesia:

«Jesús les dijo: Todos ustedes tropezarán en mí en esta noche; porque está escrito: Golpearé al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersados.» (Mateo 26:31)

Esta profecía (Zacarías 13:7) fue pronunciada sobre el (entero) pueblo de Israel, pero Jesús la aplica al grupo exclusivo de sus once discípulos.

«Entonces abrió su mente para entender las Escrituras. Y les dijo: Así está escrito y así tenía que sufrir el Cristo y resucitar de los muertos al tercer día, y ser heraldeado en su nombre arrepentimiento y perdón de los pecados a todas las naciones (no judías), empezando desde Jerusalén.» (Lucas 24:45-47)

Jesús vio entonces en las profecías del Antiguo Testamento el cumplimiento de la Gran Comisión, la expansión de la iglesia cristiana entre todas las naciones no judías.

«Y hablando con franqueza, Pablo y Bernabé dijeron: A ustedes era necesario que primero les fuera hablada la palabra de Dios. Pero puesto que la desechan y no se juzgan dignos de la vida eterna, mira, nos volvemos a las naciones. Porque así nos ha mandado el Señor: Te he puesto como una luz de las naciones (no judías), para que seas para salvación hasta lo último de la tierra.» (Hechos 13:46-47)

Aquí también, Pablo y Bernabé interpretan Isaías 49:6 como una profecía de la misión cristiana entre las naciones. No se les ocurrió la idea de que esta profecía podría estar limitada a Israel.

En Hechos 1:20, Hechos 15:14-17, Gálatas 4:26-27, encontramos otros ejemplos donde los apóstoles aplican profecías del Antiguo Testamento a la iglesia cristiana. – En 1 Corintios 10, Pablo resume brevemente el camino de Israel por el desierto, después de salir de Egipto, y después dice en el verso 6:

«Y estas cosas sucedieron como ejemplos (literalmente «moldes») para nosotros, para que no seamos deseosos de cosas malas … (etc.)»

Entonces, la aplicación de relatos y profecías del Antiguo Testamento a la iglesia del Nuevo Testamento no es algo «excepcional», es un principio general de interpretación: Los relatos del Antiguo Testamento son «ejemplos», «moldes» para la iglesia cristiana.

2. «La segunda venida de Cristo sucede en dos ‘etapas’ distintas: primero una venida ‘secreta’ donde la iglesia es raptada, y más tarde una venida pública para el juicio final.»

Contrastemos eso con lo que Jesús dice acerca de Su venida:

«Porque habrá entonces una gran tribulación, tal que no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni habrá. (…) Cuando entonces alguien les dice: ‘Mira, aquí está el Cristo’, o ‘Allí está’, ¡no lo crean! (…) Cuando entonces les dicen: ‘Mira, está en el desierto’, ¡no salgan! O: ‘Mira, en las habitaciones escondidas’, ¡no lo crean! Porque como el rayo sale desde el oriente y aparece hasta el occidente, así será la llegada del Hijo del hombre.» (Mateo 24,21.23.26-27)

No hay palabras más claras para decir que la venida del Señor será un evento públicamente visible para el mundo entero. Y aun más: ¡que no debemos creer a nadie quien anuncia una venida «secreta» del Señor! – Si en la tribulación hay gente que anuncian la venida del Señor, obviamente Él todavía no ha llegado.
Después continúa:

«Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días (..) aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo, y entonces todas las tribus de la tierra se golpearán el pecho, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Y comisionará a sus ángeles con gran sonido de trompeta, y juntarán a sus elegidos desde los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.» (Mateo 24:29-31)

El último verso citado (31) habla obviamente del «rapto». Este versículo corresponde a 1 Tesalonicenses 4:16-17. Y según el verso 29, esto sucederá después de la «gran tribulación», y en ocasión de la venida pública del Señor.

– Las diferencias de opinión en cuanto al dispensacionalismo probablemente no son decisivos para la salvación o perdición eterna de una persona. Pero la enseñanza de un «rapto secreto» puede causar una «mentalidad de escape» en quienes la creen, de manera que dejan de asumir su lugar asignado por el Señor (sobre todo cuando las cosas se ponen difíciles), y solamente esperan el rapto. La verdadera iglesia del Señor se prepara para tiempos de tribulación.

La iglesia en Apocalipsis: La perspectiva celestial

13/05/2020

En el libro de Apocalipsis, la perspectiva cambia continuamente entre la tierra y el cielo. Los capítulos 4, 5, 7, 10, 14, 15, 21 y 22 describen casi únicamente lo que sucede alrededor del trono de Dios. Esta perspectiva es esencial para entender el Apocalipsis: Su énfasis principal no está en los sucesos terrenales. En esta tierra suceden y sucederán muchas cosas espantosas, y podríamos desanimarnos y amedrentarnos si viéramos solamente este lado. Pero la revelación de Dios nos muestra que los sucesos de esta tierra no son la última realidad: Dios es soberano; Él está sentado sobre el trono y tiene todo bajo control. Es Dios quien dirige la historia del mundo hasta su fin. Uno de los pasajes claves de Apocalipsis es la «canción de los vencedores»:

«¡Grandes y asombrosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso!
¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones!
¿Quién no te temerá, Señor, y glorificará tu nombre?
Porque solo tú eres santo,
porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti,
porque tus juicios justos se manifestaron.»
(Apocalipsis 15:3-4)

Dios es todopoderoso, santo y justo. Él lleva a cabo Sus juicios justos, y nada y nadie puede estorbarle. Este es un mensaje de ánimo y consuelo para todo el que está del lado del Señor; pero es motivo de temer para aquellos que se oponen a Él.

Dios tampoco necesita a agentes humanos para llevar a cabo Sus juicios en la tierra. Él es soberano y juzga en Su propio poder. Y donde Él utiliza a humanos como instrumento de juicio, lo hace de tal manera que estos instrumentos ni siquiera están conscientes de ello; como lo hizo en los tiempos del Antiguo Testamento con los reyes de Asiria y de Babilonia.

Por eso, las profecías en Apocalipsis nos llaman en primer lugar a adorar a Dios y a reconocer Su soberanía. «¡Teman a Dios y denle gloria, porque llegó la hora de su juicio, y adoren al que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de aguas!» (14:7) De hecho, aquellos capítulos que describen escenas celestiales, están llenos de adoración.

Esta es la perspectiva que Dios quiere que asumamos desde el inicio. Por eso, la visión no comienza con profecías acerca de eventos futuros. Comienza con una visión de Jesús mismo en Su gloria y poder celestial:

«…Su cabeza y sus cabellos blancos como lana blanca, como nieve; y sus ojos como una llama de fuego; y sus pies semejantes a bronce bruñido, como ardiente en un horno; y su voz como el sonido de muchas aguas; y tenía en su mano derecha siete estrellas; y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro brillaba como el sol en su poder.» (1:14-16)

Lo primero que el pueblo de Dios necesita en estos últimos tiempos, es conocer y reconocer la majestad de Jesús. La visión era tan impresionante y poderosa que Juan «cayó como muerto a sus pies». Este quebrantamiento ante la majestad del Señor fue necesario para que Juan pudiese seguir recibiendo Su palabra; y es necesario también para nosotros, para poder entender Su palabra. – Este tema continúa en las visiones de los capítulos 4 y 5, donde el Señor permite a Juan ver el trono de Dios y participar en la adoración de los millones de ángeles que lo rodean.

Otro aspecto importante para el pueblo de Dios en los últimos tiempos son «las oraciones de los santos». (Recordemos que todos los verdaderos cristianos nacidos de nuevo son santos.) Estas oraciones llegan como un sacrificio de incienso ante Jesús y el trono de Dios (5:8). Más tarde dice que hubo «silencio en el cielo como media hora» (8:1). Este silencio termina cuando un ángel trae un incensario con las oraciones de los santos. Después, el incensario se arroja a la tierra, y con eso continúan los juicios de Dios (8:3-5). La oración es entonces el único medio por el cual el pueblo de Dios contribuye activamente al cumplimiento de los juicios de Dios en la tierra: Después de que las oraciones de los santos llegan ante el trono de Dios, los juicios pueden continuar.

Unas notas acerca de la interpretación de la profecía bíblica

09/05/2020

En las siguientes reflexiones, si Dios permite, deseo elaborar acerca de la iglesia en el libro de Apocalipsis, y su mensaje para el pueblo de Dios en la actualidad. Para entender mejor este tema, deseo comenzar con unas pautas acerca del entendimiento de la profecía bíblica en general:

La profecía bíblica es «multidimensional».

En los momentos de revelación sobrenatural, Dios permite al profeta por unos momentos ver el mundo y la historia desde la perspectiva de la eternidad. En esta perspectiva, el profeta puede ver lo que es realmente significativo en los ojos de Dios. Pero no puede ver muchas otras cosas que nosotros desde nuestra perspectiva terrenal consideramos importantes. Es como cuando subimos a una cumbre alta, o cuando estamos viajando en avión y nos elevamos por encima de las cordilleras: Ya no podemos ver a la gente que se desplaza en las calles de la ciudad. Solamente podemos ver las elevaciones más altas, una tras otra. No podemos ver los valles amplios entre las cumbres. Y lo que nos parece como una única cumbre distante, pueden en realidad ser dos o tres cumbres distintas, separadas por valles profundos.

Así el profeta resume a veces en unas pocas oraciones unos eventos que en su desarrollo histórico están separados los unos de los otros por siglos. A veces describe un único evento que después se cumple varias veces en la historia. Así por ejemplo dijo Dios por medio del profeta Natán a David:

«… Yo estableceré tu semilla después de ti, la cual procederá de tus entrañas, y aseguraré su reino. Él edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo … » (2 Samuel 7:12-14)

Salomón, el hijo de David, reinó después de él y construyó el templo de Dios en Jerusalén. ¿Se cumplió con eso la profecía? – Sí y no. Salomón no gobernó «para siempre». Y Salomón no fue «hijo de Dios» en un sentido más especial que David o alguna otra persona antes de él. El significado más profundo de la profecía se cumplió recién en Jesús, el Cristo, el «Hijo de David» por excelencia y el Hijo de Dios en su verdadero sentido, el que reinará para siempre. Pero eso no significa que la interpretación acerca de Salomón fuera equivocada. La profecía abarca ambas «dimensiones».

Esta «multidimensionalidad» tenemos que tomar en cuenta también en el libro de Apocalipsis. El cumplimiento de sus profecías puede asumir varias formas, algunas simplemente terrenales y políticas, otras con un profundo significado espiritual. Así por ejemplo, no sería del todo equivocado decir que las profecías acerca de la caída de Babilonia (Apocalipsis 17 y 18) «se cumplieron» en la caída del imperio romano. Pero sería equivocado decir que ese sea el único significado de estas profecías. Así como la profecía acerca del «Hijo de David» no puede limitarse únicamente a Salomón, la profecía acerca de la caída de Babilonia no se puede limitar únicamente al imperio romano de entonces. Su significado más profundo comenzó a cumplirse solamente muchos siglos después, y todavía no se ha cumplido completamente.

No podemos leer el Apocalipsis como una secuencia estrictamente cronológica. Hay eventos que están enlazados cronológicamente con indicaciones como «Después de eso…»; pero también hay visiones que se cumplen paralelamente, o (como hemos visto) en múltiples instancias, o incluso constantemente a través de toda la época descrita.

Las profecías acerca del futuro son dadas para que reconozcamos las señales de Dios «cuando sucedan»; no para que establezcamos de antemano un «itinerario del futuro».

En sus profecías acerca del fin, Jesús dijo a menudo «Cuando»:

«Pero cuando vean la abominación de la asolación parada donde no debe estar – el que lee, entienda -, entonces los en Judea huyan a los montes …» (Marcos 13:14)

«Así también ustedes, cuando vean suceder esto, sepan que está cerca ante las puertas.» (Marcos 13:29)

Vea también Lucas 21:9 y 21:28.

O sea, Jesús dio estas profecías a Sus discípulos para que ellos pudiesen evaluar correctamente los tiempos y los sucesos cuando sucedan. Pero no para especular de antemano, cuándo y cómo iban a suceder.
Después de que el Espíritu Santo había venido en Pentecostés, Pedro pudo decir: «Esto es lo dicho por el profeta Joel…» (Hechos 2:16) Pero ninguno de los discípulos podría haber dicho antes de eso, que la profecía se iba a cumplir exactamente en aquel día y de aquella manera.
Probablemente será igual con muchos otros sucesos profetizados: No será posible predecir el «cuando» o el «como» de su cumplimiento. Pero cuando suceda, los discípulos que son unidos con Jesús por el Espíritu Santo podrán reconocer el cumplimiento de la profecía.

Cuando Jesús vino por primera vez, casi ninguno de los teólogos de aquel tiempo le reconoció. Los escribas estaban cegados; no pudieron ver que Jesús cumplía las profecías del Antiguo Testamento. Eso debe servirnos de advertencia: También Su segunda venida podría ser muy distinta de lo que imaginamos nosotros y los teólogos actuales.

La curiosidad por saber el futuro puede ser peligrosa. Puede dirigir nuestra atención hacia interpretaciones especulativas, hacia profecías falsas y hacia la adivinación. Puede desviar nuestros ojos del Señor. Un cristiano nacido de nuevo puede descansar en la seguridad de que el futuro está en las manos de Dios, y por tanto no es necesario saberlo todo. Las instrucciones bíblicas son suficientes. Son dadas en primer lugar para glorificar a Dios, y en segundo lugar para que sepamos entender los tiempos cuando lleguen. No son dadas para satisfacer nuestra curiosidad acerca de asuntos que no nos conciernen.

La iglesia en las cartas de Apocalipsis – Parte 2

07/05/2020

En la reflexión anterior hemos estudiado los primeros tres mensajes a las iglesias en Apocalipsis. Y hemos señalado el mensaje central en todas las siete cartas: «¡Vuelve a lo que era en el principio!» Este es también el mensaje profético del Señor para las iglesias de hoy. Estudiaremos bajo este aspecto los otros cuatro mensajes.

Tiatira: Amor sin discernimiento

La iglesia de Tiatira era conocida por sus «obras, amor, fe, servicio, y perseverancia» (2:19). Obviamente era una iglesia que enfatizaba el amor al prójimo y la ayuda mutua, y el Señor los alaba por eso. Pero la iglesia de Tiatira cayó en el error opuesto al de Éfeso: Por ejercer amor, se olvidaron de usar su discernimiento. Por eso, el amor mismo comenzó a pervertirse, de las siguientes maneras:

El «amor» como inmoralidad sexual. «…enseña y engaña a mis siervos a fornicar…» (2:20) O sea, algunos de ellos confundieron el amor con relaciones sexuales fuera del matrimonio; e incluso «enseñaron» eso.

El «amor» como tolerancia hacia el pecado. «Pero tengo contra ti que dejas a la mujer Jezabel, la que se llama a sí misma una profetisa, y enseña …» (2:20) Aun quienes no cometieron esos pecados, toleraron que se cometiesen y que se enseñasen, dentro de la iglesia. La palabra «dejas» es la misma que se traduce también con «perdonar». Por un amor mal entendido, los miembros de la iglesia de Tiatira «perdonaron» a una falsa profetisa, mujer inmoral y pecadora, a pesar de que ella misma no mostraba ninguna señal de arrepentimiento (2:21).

Todo eso es de mucha actualidad hoy en día. Muchas congregaciones actuales se están llenando de pecado, de inmoralidad, y de falsas enseñanzas; y además se enseña a los miembros: «Hay que tener amor, hay que perdonar». El Señor reprende esta actitud y demuestra que Él es quien juzga con justicia (2:22-23). El perdón es solamente para los arrepentidos; y el amor verdadero no excluye el ejercer discernimiento.

Sardis: Los cristianos «solo de nombre»

La iglesia de Sardis tiene el «nombre» (o la reputación) de ser una iglesia viva. La carta no dice en qué se basa la buena reputación de esa iglesia; pero por el contexto debemos asumir que se trataba de asuntos de la apariencia exterior, similares a los que se admiran también en muchas congregaciones hoy en día: cuando una congregación crece en número y se vuelve grande; cuando tiene un predicador que es muy buen orador; cuando sus reuniones son muy vivas y emocionales; cuando tiene buena música; cuando tiene programas sociales llamativos; y similares. El Señor dice que en Sus ojos, nada de eso fundamenta una buena reputación: «…pero estás muerto. … porque no encontré tus obras completas ante Dios.» (3:1-2)

La vida espiritual no se mide según la apariencia exterior. El verso 4 dice que hay unos pocos en Sardis que «no contaminaron sus vestidos». Eso sugiere que el mayor problema de Sardis era el pecado escondido, que no se ve en la superficie, pero que aparece ante los ojos de Dios como una «contaminación de sus vestidos». – El verso 3 muestra que además, los de Sardis habían olvidado o descuidado «lo que has recibido y escuchado». No podían ver ningún problema con la situación actual de su congregación, porque se evaluaban solamente según la apariencia, no según la palabra de Dios que habían recibido al principio.

Esta clase de iglesia también abunda en el mundo actual. Congregaciones que tienen como meta principal, dar una buena impresión ante el mundo, ganar más miembros, ser conocidos y famosos. No pueden imaginarse que algo está mal, porque «estamos creciendo, tenemos buena prensa, estamos prosperando económicamente …» Si uno les habla de que la primera iglesia era diferente, si uno les habla del nuevo nacimiento, de pureza y de santidad, dicen: «Pero esas ideas son obsoletas, la iglesia se ha desarrollado desde entonces, estamos ahora a un nivel más avanzado que los cristianos primitivos.» Son cristianos «solo de nombre», creen que son cristianos porque lucen bien hacia afuera; pero no se evalúan a sí mismos según los criterios de la palabra de Dios.
La apreciación de Dios acerca de esta iglesia es más tajante que en cualquier otra: «Estás muerto.» La mayoría de sus miembros ni siquiera tienen vida espiritual; nunca conocieron al Señor de verdad; nunca nacieron de nuevo. Creen que son cristianos porque aprendieron a darse la apariencia de cristianos; pero su corazón sigue dominado por el pecado. «Unos pocos» no más son dignos de caminar con el Señor (3:4).

La iglesia de Sardis tiene poca esperanza de recuperarse. Solamente una pequeña parte de ella está todavía con vida; y esa pequeña parte también está «por morir» (v.2). Una tal iglesia, si continúa su camino, no solamente muere por completo: se convierte en «Babilonia».
Aun así, el Señor la llama al arrepentimiento. Un arrepentimiento radical y profundo, y un regreso decidido a «lo que has recibido y escuchado», podría todavía salvar a esa iglesia. Pero tendrá que renunciar a todo lo que es su orgullo: su buena reputación, sus «servicios» vistosos, sus «shows», todos los intentos de presentar una buena apariencia exterior. Tendrá que parar sus actividades exteriores que no tienen sustancia espiritual, y en su lugar concentrarse en una limpieza radical interior, del corazón.

Filadelfia: Cuando soy débil, entonces soy fuerte

La iglesia de Filadelfia era lo contrario de Sardis. Tenía «poca fuerza» (3:8), no podía mostrar muchos logros externos, y así es probable que tampoco gozaba de la buena reputación que tenía la iglesia de Sardis.

Pero esta iglesia débil retuvo fielmente la palabra del Señor: «Guardaste mi palabra y no negaste mi nombre. (…) Porque guardaste la palabra de mi perseverancia …» (3:8.10) Esta iglesia no seguía las corrientes de los tiempos, ni cedía a las presiones y persecuciones. Por eso el Señor les promete «una puerta abierta, que nadie puede cerrar» (3:8). Eso puede referirse a la eternidad, una puerta para entrar al reino de los cielos (Mateo 7:13, 25:10). Pero también puede referirse a oportunidades en esta tierra, de anunciar el evangelio con éxito.

En este contexto, Dios les da una promesa inusual: «Les doy de la sinagoga del satanás, los que dicen de sí mismos que son judíos, pero no lo son, sino que mienten; mira, haré que ellos vengan y adoren [a Dios] delante de tus pies y conozcan que yo te amé.» (3:9) – Esta promesa habla de la conversión de un grupo particular que es sumamente difícil de convencer: los de «la sinagoga del satanás, los que dicen de sí mismos que son judíos, pero no lo son». ¿A quiénes se refiere esto?
– En los tiempos de Juan, eso puede haberse referido a aquellos judíos que habían rechazado a Jesús, y perseguían a los otros judíos que seguían al Señor. Pero el libro de Apocalipsis es a la vez una profecía para todos los tiempos. Entonces debe tener también una aplicación para las iglesias entre las naciones no judías. Apocalipsis 17 predice el surgimiento de una falsa iglesia, de quienes dicen de sí mismos que son cristianos, y no lo son. ¿No se aplicaría la expresión a ellos también?
Llama la atención que esa referencia a una «sinagoga de satanás» aparece dos veces en Apocalipsis: aquí, y en 2:9, en la carta a Esmirna. O sea, exactamente en las cartas a aquellas dos iglesias que se conservaron como iglesias cristianas genuinas, donde el Señor no tiene que reprochar nada. ¿No será entonces que esta expresión se aplique también a los apóstatas en las otras iglesias, por ejemplo del tipo Sardis?
Exactamente respecto a ese grupo de los falsos hermanos y perseguidores, la iglesia de Filadelfia recibe la promesa de que algunos de ellos reconocerán a Dios, y reconocerán que ellos, los de Filadelfia, son cristianos verdaderos. Solamente la iglesia débil, pero fiel y perseverante, recibe esta promesa.

La iglesia de Filadelfia recibe además la promesa de que «también yo te guardaré de la hora de la prueba que va a venir sobre toda la tierra habitada …» (3:10). Para preservar la fe en esos tiempos, no se necesita una gran fuerza. Pero se necesita retener fielmente la palabra de Dios, tal como fue dada en el inicio; se necesita volver a lo que eran los fundamentos de la primera iglesia, y no mezclar la verdad de Dios con los inventos y mandamientos de hombres que vinieron posteriormente.

Y para la eternidad, el Señor promete a los de Filadelfia que serán hechos una «columna en el templo de mi Dios» (3:12). Una columna es expresión de una gran fuerza y estabilidad. Justo aquellos que tenían «poca fuerza», según criterios terrenales, serán hechos «columnas» en la nueva creación de Dios.

Laodicea: Cristianismo sin Cristo

La iglesia de Laodicea, a primera vista no parece tan mala. No hicieron nada malo. No robaron, no fornicaron, no blasfemaron, no recibieron falsas enseñanzas. Y todos parecen contentos y felices. No están muertos como los de Sardis. Solamente un poco tibios. ¿Cuál es el problema con eso?

Tenemos que leer hasta el versículo 20 para entender dónde está el verdadero problema:

«Mira, estoy parado a la puerta y toco. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo.»

Estas palabras se usan con frecuencia en prédicas evangelísticas. Pero en su contexto no se dirigen a incrédulos. ¡El Señor está hablando a la iglesia! Aquí tenemos que preguntarnos: ¿Por qué el Señor tiene que tocar la puerta de la iglesia? ¿Por qué no se encuentra dentro?
Una parte de la respuesta tenemos en el verso 17. Los laodicenses decían: «No necesito nada.» En otras palabras: «¡No te necesitamos, Jesús! Ya lo tenemos todo.» Cuando una congregación cree que sabe cómo hacer las cosas, que ya lo tienen todo, entonces el Señor se retira silenciosamente. O aun peor: la congregación expulsa al Señor. Temo que muchas congregaciones actuales hayan expulsado al Señor de en medio de ellos, porque Él no se adapta a los criterios de ellos. Y ni siquiera se han dado cuenta de que el Señor ya no está presente entre ellos. Sus programas siguen funcionando; los miembros siguen «asistiendo»; todos siguen contentos y felices.

La presencia del Señor incomoda y alborota a una congregación como esta. Predicadores de avivamiento como John Wesley, George Whitefield, o Charles Finney incomodaron y alborotaron a las iglesias de su tiempo, porque les dijeron: «¡Ustedes – los miembros bautizados de las iglesias – ustedes necesitan nacer de nuevo! ¡Ustedes necesitan arrepentirse! ¡Ustedes necesitan conocer a Dios!» – Muchas congregaciones expulsaron a esos predicadores incómodos. Y con eso expulsaron al Señor.

La iglesia acomodada de Laodicea no entiende que el Señor quiere más que unos «servicios» o «cultos» que funcionen bien. El Señor quiere más que ritos religiosos. El Señor quiere más que unos cristianos inofensivos que se contentan con «no hacer nada malo», pero que tampoco hacen nada bueno. Una congregación que «funciona bien», puede estar en mayor peligro que una que experimenta problemas y conflictos, porque la congregación que «funciona bien», ya no está consciente de su necesidad.

De esta clase de congregaciones también encontramos muchas en el tiempo presente. Especialmente entre aquellas que se han vuelto «respetables», económicamente estables, y que ya tienen una tradición de varias generaciones. Su única esperanza consiste en escuchar al Señor tocar la puerta, arrepentirse por haberlo echado fuera, y darle de nuevo el lugar que le corresponde en la iglesia. Entonces podrán experimentar nuevamente lo que les falta y lo que despreciaron: la koinonía cercana con el Señor mismo, y unos con otros. «Cenaré con él, y él conmigo.» (3:20)

La iglesia en las cartas de Apocalipsis: «Vuelve a tus inicios»

04/05/2020

La iglesia en las cartas de Apocalipsis: «Vuelve a tus inicios»

El apóstol Juan escribió el libro de Apocalipsis hacia el fin de su larga vida. Se trata de la última palabra autoritativa del Señor resucitado a Su iglesia. Los capítulos 2 y 3 nos pueden dar una idea del estado de la iglesia, sesenta a setenta años después de la muerte y resurrección del Señor. A la vez pueden darnos una idea de lo que el Señor diría a la iglesia hoy.

En estas cartas a las siete iglesias, el Señor tuvo que decir a cinco de ellas: ¡Arrepiéntete! – Esta es la característica más notable de la iglesia, dos generaciones después de su comienzo. Ya se encontraba en un estado que el Señor tuvo que desaprobar; ya tenía necesidad de cambiar radicalmente, de limpiarse nuevamente del pecado, de volver al Señor. El estado de la iglesia era la apostasía (o por lo menos el peligro de apostasía), y su necesidad era el avivamiento.

Este es un patrón que podemos observar a lo largo de la historia entera de la iglesia. El comienzo era «bueno en gran manera». (Vea también: «La primera iglesia, el modelo para todos los tiempos«.) En algunas ocasiones, a lo largo de la historia, Dios volvió a hacer un nuevo «comienzo bueno» con Su iglesia. Esos eran los avivamientos, cuando hubo arrepentimiento en la iglesia por su apostasía, y grandes partes de la iglesia volvieron a los caminos del Señor. Pero este estado «avivado» no duraba mucho tiempo. A veces por unos años; en los mejores casos durante una generación. Después, la iglesia volvió a alejarse del Señor. En la historia entera de la iglesia se repite este ciclo de apostasía y avivamiento. Solamente que los tiempos de apostasía eran generalmente más largos que los tiempos de avivamiento.

Volvamos a las cartas en Apocalipsis. En dos de los mensajes a las iglesias, el arrepentimiento que Dios requiere se describe como «volver a sus inicios»:

«Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras …» (Apoc.2:5)

«Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.» (Apoc. 3:3)

Esta es la esencia de todo verdadero avivamiento: La iglesia vuelve a «las primeras obras», a lo que había «recibido y oído» en el principio. O sea, la iglesia deja atrás sus tradiciones de los hombres, sus formas institucionales, sus costumbres pecaminosas; y sigue nuevamente tras el ejemplo de la iglesia primitiva.

Esta es la razón principal por la que escribo estas reflexiones acerca de la iglesia del Nuevo Testamento. Intenté describir, tan bien como pude, las características de la primera iglesia, como era al principio. Es que la iglesia actual también tiene mucha necesidad de volver a esos inicios. Pienso que nuestra necesidad es aun mayor.

Éfeso: Discernimiento sin amor

La iglesia de Éfeso era la iglesia de la «doctrina correcta». «…No puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos…» (Apoc.2:2) – Era también una iglesia trabajadora, celosa por el Señor: «Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia … has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.» (Apoc.2:2-3)

Sin embargo, el Señor tuvo que decirles: «Arrepiéntete.» – «Porque tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.» (Apoc.2:4)

Esta expresión «tu primer amor» encierra varios significados. Puede significar «el amor que tenías en el principio». En una iglesia que se esfuerza por «trabajar para el Señor» y «enseñar la doctrina correcta», puede suceder muy pronto que «el amor se enfría». La iglesia empieza a asemejarse más a una empresa, o a una escuela, que a la familia de Dios. Entonces también las relaciones personales entre los miembros se reducen a la baja calidad de las relaciones entre compañeros de trabajo o de estudio; ya no existe el «amor fraternal». Es una de las señales de los últimos tiempos que «el amor de muchos se enfriará», y que «unos a otros se aborrecerán» (Mateo 24:10.12). En los ojos del Señor, eso es tan grave que expone a la iglesia al peligro de apostatar completamente: «pues si no (te arrepientes), vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar» (Apoc.2:5).

Ahora tenemos que evitar un malentendido. Algunos piensan que el «amor cristiano» significa recibir también a los falsos maestros y líderes, y «por misericordia» permitirles que sigan adelante en sus malas obras. ¡Eso sería un gran error! Era correcto que la iglesia en Éfeso rechazara a los falsos apóstoles. Eso es algo que el Señor menciona con aprobación. Entonces, «volver al primer amor» no puede de ninguna manera significar que por ello dejemos de hacer lo que es bueno y correcto.

Pero «el primer amor» puede significar algo más. En griego, «el primero» significa también «el más importante». En una iglesia sana, «el amor más importante» es el Señor Jesús. Los miembros viven en Él y para Él. Trabajan para Él porque le aman. Pero muy fácilmente puede suceder que la iglesia empiece poco a poco a amarse a sí misma. En vez de amar al Señor como la persona más importante, empiezan a enamorarse de sus programas, de sus servicios y reuniones, de su música, de sus logros, de su buena fama… Lo triste es que esto sucede con más frecuencia en aquellas iglesias que «andan bien», que «tienen éxito». Casi sin darse cuenta caen en el orgullo, en la autosuficiencia, y también en el tradicionalismo. («Nuestra manera de hacer las cosas funciona tan bien, entonces esta es la manera como se debe hacer.»)

Pero con esta actitud, la iglesia deshace su propio éxito. Hay pocas cosas que ofenden tanto al Señor, como cuando «damos Su gloria a otro» (Isaías 42:8). Es algo horrible y muy peligroso, cuando se da a «la iglesia» la gloria que pertenece al Señor. Por eso, el Señor es tan tajante con este pecado: «Quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.» (Apoc.2:5)

Esmirna: Sé fiel hasta la muerte

La iglesia de Esmirna se describe como una iglesia pobre y perseguida. Notamos dónde se origina la persecución: «de los que dicen ser judíos, y no lo son, sino una sinagoga de satanás» (Apoc.2:9). A menudo los cristianos son perseguidos exactamente por la gente religiosa, por los que dicen servir a Dios, por los que se atribuyen ellos mismos el nombre de «cristianos». Así dijo ya el Señor Jesús: «Les expulsarán de las sinagogas; y vendrá la hora cuando cualquiera que les mate, pensará que rinde culto a Dios.» (Juan 16:2) – Eso se refiere no solamente a las sinagogas judías. Diversas iglesias institucionales, cuando se volvieron grandes y respetables, han cumplido esta profecía. La iglesia católica romana persiguió y mató a los reformados y a sus precursores. Las iglesias reformadas, a su vez, persiguieron y mataron a los anabaptistas y a los cuáqueros. Con la muy extendida apostasía actual, es de suponer que también las iglesias evangélicas en algún momento se unirán a las filas de los que persiguen a los verdaderos cristianos.

La iglesia de Esmirna fue una de las dos que no necesitaba arrepentirse. Espiritualmente, ¡esta iglesia pobre y perseguida se encontraba en un estado más seguro que la iglesia exitosa de Éfeso!

«Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.» (Apoc.2:10)

Para los cristianos en el imperio romano, eso significaba más que simplemente «seguir siendo cristianos hasta su vejez». En cualquier momento se podía desatar una nueva persecución; y entonces cada uno tenía que decidir entre negar a Cristo, o morir.

Para los evangélicos actuales en el mundo occidental, puede ser difícil entender lo que significaba «ser fiel» para los cristianos de aquellos tiempos. Normalmente no se les exigía negar que Jesucristo es Dios. En el imperio romano había lugar para muchos dioses y muchos «señores». Cada uno podía adorar a los dioses que quería. Únicamente se les exigía que adicionalmente expresaran su adoración al emperador (César), ofreciendo un sacrificio para él.
Entonces, los cristianos no hubieran tenido ningún problema si hubieran adorado a Cristo, y también al César. Pero su fidelidad a Cristo exigía que no podían adorar a ningún otro dios aparte de Él. Ellos estaban dispuestos a morir, no simplemente por ser seguidores de Cristo, pero por negarse a presentar el sacrificio obligatorio al César.

Una nota aparte: Uno de los títulos del emperador romano era «Augustus», en griego «Sebastós» (Hechos 25:21.25). Traducido literalmente, eso significa «Reverendo» («digno de reverencia»). Es un escándalo que ciertos «pastores» evangélicos hoy en día reclamen ese título blasfemo para ellos mismos.

En la actualidad, en el mundo occidental, la «adoración al César» asume formas más sutiles. Por eso, muchos evangélicos ya no se dan cuenta cuando están negando a Cristo con sus actos.

Por ejemplo, en muchos trabajos se les exige participar en ciertos actos deshonestos o corruptos, o por lo menos encubrir esos actos cometidos por otras personas. Y muchos de los que se llaman cristianos, participan en ello. Sucede incluso en iglesias. No se dan cuenta de que con eso están sacrificando su honestidad sobre el altar de un sistema anticristiano.

En ciertos lugares, las costumbres locales exigen participar en ceremonias en honor a deidades paganas. Y allí también participan muchos de los que se llaman cristianos. Parecen no estar conscientes de que eso tiene el mismo significado como el sacrificio al César en los tiempos antiguos.

Y millones de cristianos mandan diariamente a sus hijos a una escuela donde están siendo enseñados en contra de los principios bíblicos. Eso en contra del claro mandamiento de no recibir a un falso maestro en casa (2 Juan 10). Entonces, ¡cuánto menos debemos enviar a nuestros hijos fuera de la casa, para ser enseñados por maestros que no aman a Dios! Conceder al gobierno estatal el control sobre la educación de los niños, es una forma moderna de la adoración al César.

Pérgamo: Cuidado con los nicolaitas

La iglesia de Pérgamo tuvo mucho en común con la iglesia de Esmirna. También sufría persecución, a causa de una influencia satánica en su ciudad. «Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe…» (Apoc.2:13)

Sin embargo, en esa iglesia había algunas cosas que el Señor aborrece. Una de ellas era «la doctrina de los nicolaitas» (Apoc.2:15). El término parece indicar que se trataría de los seguidores de cierto Nicolás. Pero las «doctrinas de Nicolás» mencionadas por unos cuantos escritores de los siglos 2 a 4, no encajan con la descripción de los «nicolaitas» aquí.
Es más probable que se trate de un nombre simbólico que habrá que tomar por su significado griego. «Nicolaitas» significa «vencedores sobre el pueblo», o «los que dominan sobre el pueblo (los «laicos»)«. Se trataría entonces de los proponentes de un liderazgo autoritario quienes hacían una diferencia entre «clérigos» y «laicos», y exigían la obediencia ciega de los «laicos». Podemos ver los precursores de esta corriente en los «súper-apóstoles» de 2 Corintios 11, y en Diótrefes mencionado en la 3ra carta de Juan. Pablo escribe acerca de los corintios y el comportamiento de estos falsos líderes:

«Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Para vergüenza mía lo digo, para so fuimos demasiado débiles.» (2 Cor.11:20-21)

En reflexiones anteriores hemos visto que la iglesia del Nuevo Testamento no hacía ninguna distinción entre «clérigos» y «laicos». Aparentemente, los «nicolaitas» eran quienes querían introducir en la iglesia tales distinciones, y una estructura jerárquica de poder. El Señor aborrece estas prácticas, porque llevan al pueblo de Dios a depender de hombres, en vez de Dios.

(Continuará)