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La autoridad en la iglesia del Nuevo Testamento – Parte 5

24/06/2019

En la reflexión anterior hemos examinado algunas falsas enseñanzas del autoritarismo, que están muy difundidas en muchas congregaciones actuales. Continuaremos con unos ejemplos adicionales.

– «La rebelión es uno de los peores pecados.»
Como ejemplo se cita frecuentemente a Saúl, a quien Samuel dijo: «Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que el sebo de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría el infringir.» (1 Samuel 15:22-23) – El problema con esta interpretación es, que se refiere a la rebelión contra Dios, no contra un hombre. Sigue diciendo: «Por cuanto tú desechaste la palabra del Señor, él también te ha desechado para que no seas rey.» Este es el tema de todos los pasajes bíblicos que condenan la «rebelión»: siempre se trata de la rebelión contra Dios, no contra un liderazgo humano. La palabra de Dios dice: «Hay que ser obediente a Dios más que a los hombres» (Hechos 5:29).

– «No tienes la protección de Dios si no estás bajo una ‘cobertura’ (un liderazgo humano).»
Como sustento se suele citar Mateo 8:9, donde el centurión de Capernaum dice: «Porque también yo soy un hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: ‘Ve’, y va; y al otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace.» Así fundamenta el centurión su convicción de que Jesús tiene autoridad sobre las enfermedades, y que por la sola palabra de Jesús, su siervo va a sanar. Entonces – según el razonamiento del autoritarismo -, cada cristiano tiene que someterse a una «cadena de mando» jerárquica, de la misma manera como el centurión está sujeto a la cadena de mando en el ejército.
Esta interpretación intenta sacar del pasaje una aplicación que no está ahí. El relato se refiere a la fe del centurión en quién es Jesús. Como Hijo de Dios, Jesús tiene autoridad sobre las enfermedades, como el centurión tiene autoridad sobre sus soldados.
Pero ¡la iglesia no está de ninguna manera dentro del horizonte de este pasaje! No tenemos aquí ningún sustento para decir que la iglesia cristiana deba ser organizada de la misma manera como el ejército romano, o que los centuriones romanos deban enseñarnos cómo estructurar la iglesia. Si queremos saber lo que dijo Jesús (o los apóstoles) acerca de la autoridad en la iglesia, ¡entonces tenemos que consultar aquellos pasajes donde ellos están efectivamente hablando de la iglesia! Y hemos visto en reflexiones anteriores, que la enseñanza de Jesús y de los apóstoles no favorece de ninguna manera una estructura «militar» de la iglesia.

Por lo demas, la idea de que un hombre (o la obediencia hacia un hombre) pueda ser nuestra protección espiritual, es ajena a las Escrituras. Al contrario, las Escrituras nos advierten en contra del poner nuestra confianza en un hombre: «Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del Señor. Pues será como la retama en el desierto, y no verá cuando viniere el bien…» (Jeremías 17:5-6). Dios es nuestra protección, nuestro «escudo y fortaleza». «Bendito el varón que se fía del Señor, y cuya confianza es el Señor. Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas…» (Jeremías 17:7-8) Es una extrema presunción cuando un líder quiere hacernos creer que la protección de Dios sobre nosotros dependa de nuestra actitud hacia él, un mero humano mortal.

– «Cede tus derechos.»
Jesús llamó a Sus discípulos a «negarse a sí mismos, tomar su cruz, y seguirle» (Mateo 16:24 y otros). Los proponentes del autoritarismo han tomado eso como pretexto para exigir que un cristiano «se rinda» completamente ante las exigencias de sus líderes religiosos: «Cede tu derecho de decidir sobre tu propia vida; haz lo que tu líder te ordena. Cede tu derecho de escoger a tus amigos, tu trabajo, tu lugar de vivir, con quién casarte, … obedece a la dirección de tu líder. Cede tu derecho de tener la razón; no contradigas a tu líder.» Y si alguien protesta contra las exigencias de los líderes, le dicen que no está llevando una vida «entregada».
El asunto aquí es que Jesús habla únicamente de rendirse a Él, al Señor; no a hombres. Dios es el único que tiene un derecho de propiedad sobre nuestras vidas, porque Él nos creó y Él nos redimió, dando Su propia vida por nosotros. Ningún hombre en la tierra hizo eso por nosotros. Por eso, ningún hombre en la tierra puede reclamar de otro esta «rendición» que solamente el Señor merece. El Señor sí tiene el derecho de dirigirnos en todos los aspectos de nuestra vida. Pero lo hace personalmente, no por medio de humanos falibles: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y me siguen» (Juan 10:27). Y podemos confiar en que Él lo hará con amor, para nuestro bien; no de la manera desconsiderada de los líderes autoritarios.

– «No juzgues.»
Cuando un líder abusivo es confrontado por causa de sus abusos cometidos, a menudo se defiende con esta palabra (Mateo 7:1).
Pero primeramente, los mismos líderes que se defienden con esta cita, ¡están juzgando todo el tiempo! ¿O acaso no es juzgar, el clasificar a sus hermanos por «obedientes» o «rebeldes», según si hacen caso a todas las exigencias del líder o no? ¿No es juzgar, el censurar y excluir a un hermano, solamente porque dijo algo que no le gustó al líder? ¿o incluso porque descubrió un pecado del líder? Así que ese argumento del «no juzgar» se vuelve efectivamente en contra de los mismos líderes que lo usan.
La palabra de la paja y de la viga (Mateo 7:1-5) se refiere a un pequeño error en la vida de mi hermano que yo pretendo corregir, sin que ese error me haría daño a mí. (La paja en el ojo de mi hermano solamente le afecta a él mismo; no hiere a nadie más.) Las enseñanzas autoritarias y el abuso del poder están en una categoría completamente distinta: infligen daños y heridas a muchos hermanos. Por tanto, son pecados que tienen que confrontarse según las instrucciones bíblicas al respecto.
Donde hay pecado o falsas enseñanzas, allí sí se debe «juzgar» (1 Corintios 5:3-5, 6:5, 14:29). Eso se debe hacer con justicia y equidad, basado en la palabra de Dios. Y debe hacerlo «la iglesia», o sea el conjunto de todos los seguidores del Señor.

Mandamientos de hombres y leyes secretas.
En consecuencia de las enseñanzas autoritarias, diversas congregaciones y organizaciones religiosas han establecido muchos mandamientos y reglamentos para sus miembros, acerca de asuntos que van mucho más allá de los mandamientos de Dios. Por ejemplo códigos de vestir detallados; normas de cómo actuar al cantar en las reuniones, al pararse y sentarse; qué títulos usar al dirigirse a los líderes; y otros similares.
En esos ambientes, a menudo el pecado aumenta, en vez de disminuir. Es que no da buen fruto cuando unos líderes o una organización creen ser más sabios que Dios, y lo creen necesario añadir sus propios inventos a los mandamientos de Dios. Ese fue el error de los fariseos, quienes pensaban crear discípulos «perfectos», sometiéndolos a un sinnúmero de reglas y leyes adicionales. Pero hoy como entonces, ese método es más propenso a producir hipócritas e «hijos del infierno» (Mateo 23:15). No son los reglamentos ni la vigilancia de algún líder que nos protegen del pecado; es el Señor mismo quien protege a los suyos. Cuando desviamos la mirada del Señor y la dirigimos hacia alguna «cobertura» humana, allí es donde perdemos la protección de Dios. Incontables víctimas de sistemas autoritarios pueden testificar de ello.

– «Si sufriste abuso, es tu propia culpa.»
Esa idea no tiene ni el más mínimo sustento bíblico. Y sin embargo, algunos líderes autoritarios son expertos en hacer sentirse culpables a sus víctimas. «Si te sientes deprimido o abusado, es porque tú mismo has dado lugar a malas actitudes en ti.» – «Tú has desobedecido a tus autoridades, por eso te sucedió esa desgracia.» – «Si fuiste violada, es por la manera como te vistes.»
La verdad es que en cada delito, ¡el delincuente es el culpable, no la víctima! Eso vale para una violación o un robo, igual como la explotación laboral o el abuso de poder en una congregación que se llama cristiana. Nada de lo que puede haber hecho la víctima, da a otra persona el derecho de abusar de ella.

– «Si abandonas nuestro grupo, estás en apostasía y bajo el juicio de Dios.»
Esta enseñanza abusa el concepto de la «apostasía» para mantener a los miembros atados al grupo abusivo, y para impedir que busquen ayuda o siquiera contactos afuera del grupo. Pero en el Nuevo Testamento, «apostasía» significa abandonar la comunión con el Señor Jesús, no con un grupo determinado de cristianos. La apostasía es un asunto de la fe personal y del corazón, no de la pertenencia a este o aquel grupo. Incluso, cuando un grupo es dominado por falsas enseñanzas y prácticas (como las del autoritarismo), un verdadero cristiano debe abandonar ese grupo, por razones de conciencia y para preservar su propia salud espiritual.

Hacer «pactos» con organizaciones religiosas o sus líderes.
Algunas organizaciones requieren que sus miembros firmen ciertos
«pactos» y compromisos, por ejemplo de obediencia hacia los líderes, o ciertos compromisos financieros. Esta práctica tampoco tiene base bíblica. Las Escrituras nos instruyen a entrar en un pacto con Dios, pero con nadie más. Incluso nos aconsejan en contra del hacer promesas: «Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas» (Eclesiastés 5:5). Ninguna iglesia mencionada en el Nuevo Testamento requería de los hermanos algún «compromiso de membresía» o similar.
En la Biblia, la lealtad y el compromiso de un cristiano es siempre con el Señor, no con un liderazgo terrenal. Un cristiano es propiedad de Cristo con todo lo que es y tiene; entonces no puede al mismo tiempo entregarse a un líder terrenal con un «pacto de obediencia» o similar. Tales prácticas tienen mucha similitud con los votos monásticos de la iglesia romana, donde también se exige un voto de obediencia incondicional hacia los superiores. Eso nos es bíblico. Nos haría bien, en este contexto, volver a las enseñanzas de la Reforma y escuchar las palabras de Lutero. Lo que él dice respecto al papado, tendría que decirlo hoy en día también a muchas iglesias evangélicas:

«Que quede bien claro: ni el papa, ni los obispos, ni hombre alguno tienen derecho a someter al cristiano a la ley ni de una sílaba si no media el consentimiento de éste. Es tiránica cualquiera otra forma de actuar. … Ahora bien, el sujetarse a estas leyes y ordenanzas tiránicas es lo mismo que adscribirse a la servidumbre de los hombres.
… A los cristianos no les pueden imponer leyes en justicia hombres ni ángeles, a no ser en la medida en que los mismos cristianos lo deseen; estamos totalmente liberados. … Por eso dirijo mi acusación contra el papa y contra todos los papistas, y les digo que si no retiran sus cánones y sus tradiciones, si no restituyen a las iglesias de Cristo su libertad, si no hacen que esta libertad se proclame, se están haciendo reos de la perdición de todas las almas que perecen en este cautiverio miserable, y el papado no será más que el reino de Babilonia y del verdadero anticristo.»
(Martín Lutero, «La cautividad babilónica de la iglesia», 1520)

La autoridad en la iglesia del Nuevo Testamento – Parte 4

17/06/2019

Abuso espiritual

El abuso espiritual sucede cuando un líder religioso abusa de su posición y del nombre de Dios, para manipular u obligar a sus seguidores a hacer cosas que de otro modo no harían, y que Dios no mandó. Sucede también cuando un líder usurpa el lugar del Espíritu Santo y pretende ser «la voz de Dios» para sus seguidores, aun respecto a sus decisiones personales y privadas. – En organizaciones religiosas, el abuso espiritual a menudo provee el fondo ideológico y psicológico para facilitar otras formas de abuso, por ejemplo el abuso sexual o la explotación económica.

Aunque todas las formas de abuso son igualmente repudiables, respecto a la relación con Dios es el abuso espiritual que produce las peores consecuencias. De todo líder religioso se espera que en cierta medida refleje el carácter de Dios: justicia, misericordia, honestidad, integridad, veracidad, etc. Cuando abusa de su poder, se enseñorea y se aprovecha de los miembros, eso destruye directamente la confianza de los miembros en Dios.

A menudo el abuso espiritual se manifiesta en un afán de los líderes por controlar cada detalle de la vida privada de sus seguidores: cómo se visten, con quiénes tienen amistad, en qué deben trabajar, cómo usar su tiempo libre, etc. Para alguien que nunca vivió en un tal ambiente, es difícil imaginarse lo traumático que puede ser. Pero las víctimas de esta clase de abuso viven en un miedo constante de «estar en pecado», por no hacer caso a las instrucciones de sus líderes en algún detalle pequeño de su vida. Existen casos particularmente trágicos donde líderes abusivos destruyeron familias enteras, porque obligaron a un padre a abandonar su trabajo; obligaron a parejas de novios a separarse; prohibieron a padres tener contacto con sus hijos adultos y vice versa; etc. Y hay demasiados miembros en las congregaciones actuales, ¡que efectivamente creen que un líder tenga el derecho de hacer eso!

Falsas enseñanzas del autoritarismo

Líderes religiosos autoritarios y abusivos a menudo usan citas bíblicas para defender sus acciones. En muchas congregaciones se han extendido falsas enseñanzas y prácticas autoritarias como las siguientes:

– «No se puede criticar al pastor.»
Con eso a menudo se cita Salmo 105:15: «No toquen, dijo, a mis ungidos, ni hagan mal a mis profetas.» Vale la pena leer este versículo en su contexto. El salmo habla del pacto de Dios con Jacob (Israel) y sus descendientes. De ellos dice, antes de su liberación de Egipto: «…siendo ellos pocos hombres en número, y extranjeros en ella. Y anduvieron de gente en gente, de un reino a otro pueblo. No consintió que alguien los agraviase, y por causa de ellos castigó los reyes.» (v.12-14) Entonces los «ungidos de Dios», en este contexto, ¡son el pueblo entero de Dios! No un líder autoritorio es el «ungido», sino el pueblo humilde que anda como extranjeros «de un reino a otro pueblo». ¿Y a quiénes dice Dios «No toquen a mis ungidos»? ¡A los reyes de las otras naciones! No tenemos aquí ninguna fundamentación del autoritarismo. Al contrario, este verso es una promesa de Dios, de que Él protege aun al miembro más humilde de Su pueblo, contra los abusos que pod ían cometer los «reyes» contra él.

– «Nunca hay que hablar mal de un líder.»
Eso se suele fundamentar con las advertencias bíblicas contra los chismes y las calumnias (Salmo 15:3, Proverbios 16:28, 26:20). Líderes autoritarios enseñan que todo el que dice algo malo acerca de ellos, comete el pecado del «chisme» o de la «calumnia». Con eso evitan que las víctimas de sus abusos busquen ayuda, y que los problemas se discutan abiertamente. Quienes sufren abuso, y están bajo esta clase de enseñanza, a menudo no se atreven a hablar con nadie acerca de lo sucedido. El pecado de los líderes se mantiene en lo oculto, y así pueden seguir pecando.
La verdad es, que el decir la verdad nunca es calumnia. Las malas acciones deben reprenderse y traerse a la luz (Efesios 5:11). No hay diferencia si el que comete la acción mala es un «miembro común» o un líder. – Pablo escribe a Timoteo: «Alejandro el herrero me ha hecho mucho mal; que el Señor le dé [lo merecido] según sus actos. Cuídate tú también de él, porque fuertemente se ha opuesto a nuestras palabras.» (2 Timoteo 4:14-15). ¿Está Pablo cometiendo el pecado de «chismear» o «calumniar»? No, está dando una advertencia necesaria, para proteger a Timoteo. De manera similar, el apóstol Juan «habla mal» de Diótrefes en su tercera carta. Si una persona es un peligro para otros (por ejemplo si es un depredador sexual o un psicópata), esos otros tienen que ser advertidos.

– «Hay que obedecer al líder, aunque esté equivocado.»
Se ha intentado fundamentar esta enseñanza con la historia de David y Saúl. Cuando David vivía escondido en el desierto, en dos oportunidades podría haber matado a Saúl, pero decidió perdonarle la vida (1 Samuel capítulos 24 y 26). David dijo: «El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido del Señor, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido del Señor.» De allí dicen los líderes autoritarios que «David se sometió a Saúl, aunque Saúl estaba actuando mal; así también los cristianos tienen que someterse a sus líderes, aun en el caso de que los líderes estén equivocados.» Y también: «Nunca hay que criticar a un líder, porque eso sería extender la mano contra el ungido del Señor.»
En realidad, David no hizo caso a Saúl. Se escapó mientras estaba a su servicio. Y la segunda vez que perdonó su vida, Saúl le dijo que vuelva con él, y le prometió no hacerle ningún mal (1 Sam.26:21). Pero David no volvió con Saúl.
Además, el «extender su mano contra el ungido del Señor» significaba matar a Saúl; pero los líderes autoritarios quieren aplicar esa expresión a una mera crítica. ¡Hay una diferencia abismal entre criticiar y matar! David sí criticaba a Saúl abiertamente en varias ocasiones.
Para más detalles, vea «David contra Saúl – ¿un ejemplo de la sumisión bajo el líder?».

– «Obedeced a vuestros pastores»
Otro pasaje que se cita a menudo para fundamentar enseñanzas autoritarias, es Hebreos 13:17. En la traducción Reina-Valera (1909), este verso dice: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como aquellos que han de dar cuenta…»
– Esta es una traducción sesgada. Primeramente, el texto original no habla de «pastores», habla de «guías» (haegoúmenoi); la misma palabra que usa Jesús en Lucas 22:26 para enseñar que el «líder» debe ser alguien que sirve, no alguien que exige obediencia de manera autoritaria. En el mismo capítulo Hebreos 13, en el verso 7, dice además acerca de los «haegoúmenoi»: «Miren el resultado de su comportamiento, e imiten su fe/fidelidad». Se trata entonces de personas cuyo ejemplo de vida es digno de imitar. Nadie puede reclamar tal autoridad, solamente por ocupar una posición de liderazgo en una organización que lleva el nombre de «iglesia». Como mínimo, su pretensión de autoridad debe ser respaldada por el testimonio de una vida agradable al Señor.
Después, también las palabras traducidas como «obedeced» y «sujetaos», en el texto original no son las que corresponden normalmente a estas palabras españolas. «Obedecer» en griego es hypakoúo; pero en nuestro versículo se encuentra la palabra peíthomai, que significa «dejarse convencer». Y «sujetarse» en griego es hypotássomai; pero en nuestro versículo dice hypeiko, que significa «dar lugar», «ceder» (a algo o alguien), o «adaptarse» – no obligado por tener una posición inferior, sino por decisión voluntaria. En ambos casos, el original tiene entonces una palabra mucho menos fuerte de lo que la traducción da a entender. No se trata de que «tienes que sujetarse porque él es la autoridad». Mas bien se trata de «dejarse convencer» por alguien que realmente nos convence, con el ejemplo de su vida y con su madurez espiritual.

La autoridad en la iglesia del Nuevo Testamento – Parte 3

07/06/2019

La autoridad corrompida

Aparte de Dios, hay alguien más que actualmente tiene poder en este mundo. Jesús habla en varias oportunidades acerca del «gobernador de este mundo» (Juan 12:31, 14:30, 16:11). ¿A quién se refiere? – ¡A satanás! «…el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5:19). Pero su poder no es justo; es un poder ilegal. (Para diferenciar, prefiero aquí hablar de «poder» y no de «autoridad».) Es claro que este poder tampoco es ilimitado: aunque satanás sea el gobernador, Dios sigue siendo el Rey.
El diablo edifica su reino con sus propios métodos: la mentira, la manipulación, la opresión, la violencia, el abuso. Entonces se levantan «autoridades» que ejercen su poder de una manera abusiva. «El ladrón no viene sino para robar y matar y destruir. Yo vine para que tengan vida, y la tengan abundantemente.» (Juan 10:10)
Aquí encontramos una característica clara para distinguir entre la verdadera autoridad que agrada a Dios, y el poder que se opone a Dios: ¿Cuáles son los «métodos de gobierno» que se emplean? ¿Se ejerce el poder con sinceridad, transparencia, responsabilidad ante Dios y ante los hombres, justicia, amor? Si esto no es el caso, entonces se trata de un poder opuesto a Dios, no importa cuan «buenas» parezcan las metas que se quieren alcanzar. El fin nunca justifica los medios.

Abuso de autoridad

La autoridad corrompida se manifiesta a menudo en la forma de abuso. Podemos definir el abuso como el pecado cometido por una persona en autoridad, cuando sobrepasa los límites de su autoridad.

Aquí entran varios elementos:

1. El abusador se encuentra en una posición de superioridad frente a su víctima. La víctima no puede defenderse porque se encuentra en la posición más débil; en una relación de subordinación o dependencia.

2. La víctima es normalmente una persona que puede esperar legítimamente que la persona en autoridad le ayude a satisfacer sus necesidades. En cambio, el abusador se aprovecha de la víctima para satisfacer sus propios deseos; entonces la víctima se siente «robada».

3. El abusador logra su objetivo por medio de la manipulación (el uso de medios no honestos y de pretextos para disimular sus verdaderas metas). Manipular significa pasar por alto la voluntad propia de la víctima, y lograr que la víctima haga algo que no haría si fuera completamente libre para decidir. Podemos observar por lo menos cuatro clases de manipulación, que se pueden ilustrar todas con un ejemplo bíblico:

  • Obligación por fuerza y violencia. Ejemplo: los hermanos de José que vendieron a José como esclavo a Egipto (Génesis 37). La víctima simplemente no tiene la posibilidad de defenderse y de actuar como lo haría si fuera libre.
  • Amedrentando, causando miedo. Los líderes religiosos abusivos a menudo insinúan que si alguien no hace caso a sus exigencias, caerá bajo una maldición o bajo el castigo de Dios. Especialmente en personas muy sensibles y dedicadas a Dios, estas amenazas pueden tener un efecto igual de aterrador como la violencia física. – Ejemplo: Las falsas profetisas en Ezequiel 13:17-23, que «entristecen con mentiras el corazón del justo».
  • «Mendigando», fingiendo una falsa debilidad o necesidad. Ejemplo: los gabaonitas que aparentaban venir desde muy lejos para hacer un pacto con Israel, mientras en realidad vivían en medio de la tierra que Israel tenía que ocupar (Josué 9). La víctima se siente movida a compasión; probablemente se sentirá culpable si no coopera. El manipulador utiliza estos sentimientos de compasión y culpa para lograr que la víctima haga algo que en realidad no quiere hacer.
  • Por medio de «buenas obras». Ejemplo: Absalón, quien se paró junto a la puerta del palacio real, ofreciendo favores a todos los que pedían una audiencia ante el rey, con el fin de «robar el corazón del pueblo» y derrocar al rey (2 Sam.15:1-6). El manipulador brinda favores a la víctima, para que la víctima tenga una «deuda» ante él y se sienta obligada a complacerle, en contra de su propia voluntad.
  • Por medio de información falsa. Ejemplo: la esposa de Potifar que acusó a José falsamente ante Potifar (Gén.39:7-20). En este caso, la víctima (Potifar) cree estar actuando de manera completamente correcta, al hacer algo que nunca haría si supiera los hechos verdaderos.

Los ejemplos citados demuestran por sí mismos que Dios aborrece la manipulación.

4. La privacidad e integridad personal de la víctima es invadida de manera violenta. Cada persona tiene una esfera privada donde nadie tiene derecho de imponerle algo, no importa qué posición de autoridad tenga. Solo Dios mismo puede dar órdenes o mandamientos que afectan la esfera privada. A esta esfera privada pertenecen por ejemplo: La integridad física y la sexualidad; las propiedades personales; en el caso de personas adultas también las decisiones personales respecto a trabajo, domicilio, matrimonio, elección de amigos, y similares; y el aspecto espiritual, la conciencia, y la relación con Dios.

Si la autoridad justa representa y refleja el carácter de Dios, entonces podemos concluir que el abuso del poder refleja el carácter de satanás. El abuso del poder, visto desde esta perspectiva, es una proclamación del diablo ante el mundo. Por consecuencia, ¡es obviamente el mal más terrible cuando un líder cristiano comete abuso del poder!