La expansión de la teología de la Alta Crítica – Parte 1

En la reflexión anterior hemos examinado brevemente la teología de la Alta Crítica (también conocida como «teología científica», «teología modernista», «ciencias bíblicas», y varios otros nombres). A pesar de sus muchas incoherencias, esa teología se extendió a más y más países, y a más y más denominaciones. En la actualidad, la abrumadora mayoría de los teólogos académicos de todas las confesiones y denominaciones aplican el método «histórico-crítico», y lo enseñan a sus estudiantes, los futuros pastores de las congregaciones. De hecho, cuanto más avanzado es el grado académico de un teólogo, mayor es la probabilidad de que se trate de un modernista, un seguidor de la Alta Crítica. Los lectores que usan comentarios bíblicos modernos, sin duda ya habrán encontrado en esos comentarios el uno u otro punto mencionado en la reflexión anterior. (Excepto si tuvieron la suerte de toparse con uno de los muy pocos comentarios que son todavía fieles a la palabra de Dios.)

Nos preguntamos: ¿Cómo fue posible que esta teología falsa encontrara una tan amplia difusión y aceptación?

Primeramente, en las iglesias luteranas alemanas del siglo 19 ya no había muchos cristianos nacidos de nuevo. La iglesia luterana, como iglesia estatal y basada en el bautismo de infantes, sigue con el mismo problema como la iglesia católica: Para ser miembro, no se requiere arrepentimiento ni nuevo nacimiento. La membresía es «automática»; por tanto la gran mayoría de los miembros (¡y de los líderes!) no son cristianos según el Nuevo Testamento. ¿Por qué entonces deberían tomar la palabra de Dios en serio, si el Espíritu de Dios no vive en ellos? Sus futuros pastores y teólogos estudian teología como se estudia cualquier otro tema académico, de una manera puramente intelectual. Por eso, una teología racionalista les convenía. Cuando los líderes han perdido la sustancia de la fe, buscan una justificación intelectual de su incredulidad.

Una de las semillas del racionalismo había sido sembrada por el mismo Lutero. Él abolió el sacerdocio católico romano, pero en su lugar estableció el magisterio como la función central (y casi única) del liderazgo de la iglesia. Un pastor luterano es esencialmente un teólogo académico que expone sus enseñanzas ante sus oyentes. Así fue natural que la iglesia luterana sobrevalorara la enseñanza intelectual, y eso la hizo propensa al racionalismo.
Por esta misma razón, se aceptaba sin cuestionar todo lo que un «erudito» enseñaba. Sus títulos académicos fueron suficientes para darle una autoridad incuestionable; nadie preguntaba si su enseñanza estaba conforme con la palabra de Dios (o siquiera con la declaración de fe oficial de la iglesia). Aun hoy en día, esa es una razón importante por qué muchos evangélicos aceptan los razonamientos de la Alta Crítica: están idolatrando la erudición académica, y no se atreven a cuestionar lo que enseña un «doctor en teología».

En muchos otros países se dieron situaciones similares, lo que facilitó la expansión internacional de la teología crítica.

Además, diversos movimientos opuestos al cristianismo bíblico encontraron en la teología crítica una herramienta útil para sus fines.
– La iglesia romana, que inicialmente había rechazado esta teología, más tarde la aceptó, y comenzó a usar algunos de sus argumentos para combatir el postulado reformado de que las Sagradas Escrituras son la autoridad suprema sobre la iglesia.
– El comunismo usó la teología crítica para combatir el cristianismo en general. La propaganda ateísta en la Unión Soviética y en otros países comunistas se fundamentaba básicamente en los argumentos de la Alta Crítica, para denigrar y ridiculizar las declaraciones de la Biblia. Para los ateos fue y es una estrategia muy eficaz, decirles a los cristianos: «Vuestros propios teólogos dicen …». Por eso, la teología crítica se difundía rápidamente aun en círculos completamente ajenos a las iglesias cristianas.

Consecuencias de la Alta Crítica

Y de verdad, los peligros del ocuparse con la teología crítica no deben subestimarse. Como pequeña muestra, sigue el testimonio de un cristiano que se volvió ateo por la influencia de esta teología:

«Yo era muy cristocéntrico en mis creencias. Yo estudiaba mucho. Me hice bastante experto en la perspectiva erudita acerca del desarrollo del Nuevo Testamento. Los teólogos científicos eran casi unánimes en que los elementos sobrenaturales del Nuevo Testamento fueron añadidos después de que los documentos originales habían sido escritos. Ellos lo llamaron ‘la cristología en desarrollo’ o algo parecido.
Esa fue una revelación asombrosa para mí, y fundamentalmente socavó la base de mis creencias.
Lentamente llegué a darme cuenta de que la religión no era nada más que un asunto de interpretar el mundo – una plataforma de vista, para decir así. Unos tres días después, de repente me di cuenta de que la religión es un punto de vista – y eso es todo lo que es.
Yo creo que la mayoría de la gente religiosa tiene buenas intenciones. Yo creo que la religión ciertamente tuvo su parte (y quizás sigue teniéndola) en las vidas y culturas de los ineducados. Tenemos mucho que agradecer a la religión.
Pero para mí, un matemático, científico, aficionado a las computadoras, y vendedor de libros usados, al final del siglo 20, la religión ya no es para mí …»

(De un foro de discusión en internet.)

Hacia el fin del siglo 19 ya se manifestó el fruto de la teología crítica en aquellas iglesias donde dominaba: Las iglesias murieron espiritualmente, y los pastores se quedaban ante auditorios vacíos. Fue en aquel tiempo que el filósofo Nietzsche escandalizó a sus contemporáneos con su dicho: «Dios está muerto.» Pero estaríamos entendiendo mal a Nietzsche, si pensáramos que él quiso solamente lanzar un torpe ataque contra la existencia de Dios. Al contrario, Nietzsche declaró una profunda verdad acerca de la situación de la iglesia de su tiempo, porque en el mismo contexto dijo: «Nosotros lo hemos matado – ¡ustedes y yo! ¡Nosotros somos sus asesinos! (…) Lo más sagrado y poderoso que existía en este mundo, se desangró bajo nuestros cuchillos – ¿quién nos limpiará de esta sangre?» – Y también: «¿Qué más son estas iglesias, si no los sepulcros de Dios?» – De hecho, la teología crítica había «matado a Dios», o mejor dicho, había matado la fe en Dios en las iglesias. El mismo Nietzsche había perdido su fe en Dios por la influencia de los libros de dos personas: Charles Darwin, el gran propagandista de la teoría de la evolución; y David Friedrich Strauss, uno de los proponentes más influenciales de la Alta Crítica.

Karl Barth y la «neo-ortodoxia»

Los teólogos académicos del siglo 20 intentaron remediar esa situación, pero no estaban dispuestos a abandonar el método «histórico-crítico». La teología académica del siglo 20 fue un único esfuerzo gigantesco por «salvar» la teología crítica, intentando evitar al mismo tiempo sus efectos destructores sobre las iglesias.
El primero de esos intentos fue la teología «neo-ortodoxa». Karl Barth intentaba restaurar la fe en Dios, aunque él (como teólogo crítico) estaba convencido de que la Biblia contenía muchos errores. Él enseñaba que a pesar de esos errores, una «palabra» puede llegar desde Dios hacia los hombres. Pero él no pudo explicar racionalmente cuál es el contenido de esa «palabra». O sea, para «creer» en el sentido de Barth, uno tendría que partir su ser en dos partes completamente separadas: Una parte racional que estudia la Biblia críticamente y la ve llena de errores y contradicciones; y una parte irracional que sin embargo puede experimentar una especie de encuentro con Dios, pero sin ningún contenido racional.
Esa «neo-ortodoxia» en realidad no es nada «ortodoxa», porque sigue negando la inspiración divina de la Biblia. Barth dice que la Biblia «se convierte» en palabra de Dios (cuando sucede ese encuentro irracional con Dios), pero niega que su contenido sea la palabra revelada de Dios. En particular, niega que los sucesos relatados en la Biblia sean históricamente verídicas. Entonces, si un seguidor de Barth usa la expresión «palabra de Dios», la usa en un sentido muy distinto de un cristiano que se apoya en la verdad de la Biblia.
Barth intenta devolver al hombre una «fe»; pero al mismo tiempo le quita toda razón por qué debería creer. Con eso, él destruyó completamente el significado de los términos «creer» y «fe». Antes del siglo 19, en todas las iglesias era claro que «creer» o «tener fe» (en el sentido cristiano) significa apoyarse en Jesucristo quien vivió, murió y resucitó, físicamente y como hecho histórico. «Y si Cristo no hubiera revivido, entonces nuestro anuncio sería sin valor, y también vuestra fe sería sin valor; también seríamos encontrados falsos testigos de Dios …» (1 Corintios 15:14-15). Pero según Barth, «creer» o «tener fe» significa apoyarse en algo irracional que ni siquiera se puede explicar con palabras – mientras que Cristo se habría podrido en la tumba.

Rudolf Bultmann, la «desmitologización» y la «interpretación existencial»

Como seguidor de la teología crítica, Rudolf Bultmann califica los relatos bíblicos como «mitología» que no se basaría en ninguna realidad histórica. A pesar de eso, Bultmann quiere rescatar el valor de la Biblia para el «hombre moderno» (o sea: el hombre que ya no cree en lo sobrenatural). Para este fin, él hace la pregunta: ¿Cómo podemos hoy en lenguaje «científico» expresar lo que los autores del Nuevo Testamento expresaron en «lenguaje mitológico»? Y llega a la conclusión de que las historias bíblicas describirían en realidad unas experiencias religiosas o psicológicas que ocurren dentro del hombre. Según Bultmann, Dios no se revela en el mundo ni en sucesos históricos reales, sino solamente en la existencia humana. O sea, el «Dios» de Bultmann no sería nada más que un invento para describir emociones e impresiones humanas (aunque Bultmann no lo diría directamente así). Entonces, para que la Biblia siga siendo relevante para el hombre moderno, habría que «desmitologizarla», e interpretarla de manera «existencial», o sea desde las experiencias existenciales del hombre.
Así por ejemplo la resurrección de Cristo, en la interpretación de Bultmann, no describiría ningún suceso histórico; pero expresaría la experiencia de que el «mensaje de Cristo» tiene poder (independientemente de si Cristo resucitó o no), y la posibilidad del hombre de tener «fe» aun cuando todo parece perdido. (En este contexto, Bultmann entiende «fe» de la misma manera irracional como Barth.) De hecho, Bultmann critica el término «resurrección» como un término «mitológico». En su propia enseñanza, él usa en su lugar el término «suceso de la Pascua». Bultmann dice que no se puede saber o explicar en qué exactamente consistía ese «suceso»; solamente se puede saber que ese «suceso» irracional dio valor y poder a los discípulos después de la muerte de Jesús.

Bultmann expresó con la mayor claridad el desprecio de los teólogos críticos hacia las verdades fundamentales del evangelio:

«El anuncio (del Nuevo Testamento) habla en lenguaje mitológico: Dios envió a su hijo, un ser divino preexistente, que aparece en la tierra como hombre (…) Todo esto es lenguaje mitológico, y los distintos motivos se pueden fácilmente reducir a la mitología contemporánea de la apocalíptica judía y del mito gnóstico acerca del redentor. Ahora, ya que es lenguaje mitológico, no tiene credibilidad para el hombre de hoy, porque para él la cosmovisión mítica es algo del pasado. (…) ¿Puede la prédica de hoy exigir que el hombre de hoy acepte la cosmovisión mítica como verdad? Esto es sin sentido e imposible. (…) ¿Cómo puede mi culpa ser expiada por la muerte de un inocente (si un tal siquiera existe)? ¿Qué conceptos primitivos acerca de la culpa y la justicia fundamentan una tal imaginación? ¿Qué concepto primitivo acerca de Dios? (…) Igualmente es imposible que el hombre moderno comprenda la resurrección de Jesús como un suceso que hubiera librado un poder de la vida, y que uno pueda ahora participar de ese poder mediante los sacramentos. (…) Tampoco se puede creer en un fenómeno milagroso como el regreso de un muerto a la vida; y además, el hombre moderno no puede comprender cómo un tal suceso podría ser una acción de Dios que le concierne personalmente.»
(Rudolf Bultmann, «Neues Testament und Mythologie» («Nuevo Testamento y Mitología»), 1941)

Que el lector me disculpe que haya citado tales blasfemias; pero es importante entender cuáles son las verdaderas convicciones de los teólogos críticos. La mayoría de ellos no hablan tan abiertamente como Bultmann. Muchos de ellos se presentan como cristianos evangélicos «creyentes»; pero en el fondo tienen las mismas convicciones como Bultmann, porque de otro modo no aplicarían el método «histórico-crítico».

Lo paradójico es que aun así, negando todas las verdades fundamentales del evangelio, un seguidor de Bultmann puede predicar de manera convincente como si fuera un verdadero cristiano, cuando hace aplicaciones de los textos bíblicos a la vida personal. Por ejemplo, al predicar sobre Marcos 4:35-41, un seguidor de Bultmann podría decir que «Jesús calma nuestras tormentas interiores, que en él encontramos paz cuando estamos atormentados», etc, de la misma manera como lo diría un verdadero cristiano. En sus aplicaciones a la vida no veríamos mucha diferencia. La gran diferencia consiste en que el seguidor de Bultmann no cree que Jesús alguna vez hubiera calmado una tormenta real. (Pero eso no lo mencionará en su prédica.)

La «desmitologización» abrió el camino para que la teología académica se llenara de toda clase de contenidos que no tienen nada que ver con el verdadero mensaje de la Biblia. Si la «fe» es algo irracional, entonces se puede defender cualquier «fe», y se puede utilizar la Biblia para fundamentar esa «fe» (interpretándola con los métodos de la Alta Crítica). Por eso, en la segunda mitad del siglo 20 surgió una multitud de «teologías» que reclaman la Biblia para su propio programa político o ideológico: «Teología de la liberación» (marxismo), «Teología feminista», «Teología interreligiosa» (que considera cualquier religión como igualmente válida que el cristianismo), «Teología homosexual», «Teología del Dios muerto» (ateísmo), diversas «teologías indígenas» (que desean reavivar las religiones indígenas paganas), etc. Así la teología crítica sirve a los intereses de muchas diversas corrientes ideológicas y políticas, que incluso reclaman el cristianismo y las iglesias para sus propósitos. Esta es una razón adicional por la amplia difusión de esta teología.

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2 respuestas to “La expansión de la teología de la Alta Crítica – Parte 1”

  1. Joel Says:

    Consulta, quien es el autor de este artículo? Por favor, sería bueno que pusieran los autores de lo que se escribe.

    • NovumTestamentum Says:

      Bienvenido Joel,
      mi nombre no importa mucho, lo que importa es que la verdad se difunda y que Dios reciba la gloria por ello. Además, las iglesias institucionalizadas me marginan por completo, así que mi nombre no te diría nada.
      Si Dios te ha hablado por medio de este blog, dale gracias a Él y conserva en tu corazón lo que Él te dijo. Y si no, entonces olvida lo que leíste, y en ese caso mi nombre tampoco importa.

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