Posts Tagged ‘Esmirna’

La iglesia en las cartas de Apocalipsis: «Vuelve a tus inicios»

04/05/2020

La iglesia en las cartas de Apocalipsis: «Vuelve a tus inicios»

El apóstol Juan escribió el libro de Apocalipsis hacia el fin de su larga vida. Se trata de la última palabra autoritativa del Señor resucitado a Su iglesia. Los capítulos 2 y 3 nos pueden dar una idea del estado de la iglesia, sesenta a setenta años después de la muerte y resurrección del Señor. A la vez pueden darnos una idea de lo que el Señor diría a la iglesia hoy.

En estas cartas a las siete iglesias, el Señor tuvo que decir a cinco de ellas: ¡Arrepiéntete! – Esta es la característica más notable de la iglesia, dos generaciones después de su comienzo. Ya se encontraba en un estado que el Señor tuvo que desaprobar; ya tenía necesidad de cambiar radicalmente, de limpiarse nuevamente del pecado, de volver al Señor. El estado de la iglesia era la apostasía (o por lo menos el peligro de apostasía), y su necesidad era el avivamiento.

Este es un patrón que podemos observar a lo largo de la historia entera de la iglesia. El comienzo era «bueno en gran manera». (Vea también: «La primera iglesia, el modelo para todos los tiempos«.) En algunas ocasiones, a lo largo de la historia, Dios volvió a hacer un nuevo «comienzo bueno» con Su iglesia. Esos eran los avivamientos, cuando hubo arrepentimiento en la iglesia por su apostasía, y grandes partes de la iglesia volvieron a los caminos del Señor. Pero este estado «avivado» no duraba mucho tiempo. A veces por unos años; en los mejores casos durante una generación. Después, la iglesia volvió a alejarse del Señor. En la historia entera de la iglesia se repite este ciclo de apostasía y avivamiento. Solamente que los tiempos de apostasía eran generalmente más largos que los tiempos de avivamiento.

Volvamos a las cartas en Apocalipsis. En dos de los mensajes a las iglesias, el arrepentimiento que Dios requiere se describe como «volver a sus inicios»:

«Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras …» (Apoc.2:5)

«Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete.» (Apoc. 3:3)

Esta es la esencia de todo verdadero avivamiento: La iglesia vuelve a «las primeras obras», a lo que había «recibido y oído» en el principio. O sea, la iglesia deja atrás sus tradiciones de los hombres, sus formas institucionales, sus costumbres pecaminosas; y sigue nuevamente tras el ejemplo de la iglesia primitiva.

Esta es la razón principal por la que escribo estas reflexiones acerca de la iglesia del Nuevo Testamento. Intenté describir, tan bien como pude, las características de la primera iglesia, como era al principio. Es que la iglesia actual también tiene mucha necesidad de volver a esos inicios. Pienso que nuestra necesidad es aun mayor.

Éfeso: Discernimiento sin amor

La iglesia de Éfeso era la iglesia de la «doctrina correcta». «…No puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos…» (Apoc.2:2) – Era también una iglesia trabajadora, celosa por el Señor: «Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia … has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado.» (Apoc.2:2-3)

Sin embargo, el Señor tuvo que decirles: «Arrepiéntete.» – «Porque tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.» (Apoc.2:4)

Esta expresión «tu primer amor» encierra varios significados. Puede significar «el amor que tenías en el principio». En una iglesia que se esfuerza por «trabajar para el Señor» y «enseñar la doctrina correcta», puede suceder muy pronto que «el amor se enfría». La iglesia empieza a asemejarse más a una empresa, o a una escuela, que a la familia de Dios. Entonces también las relaciones personales entre los miembros se reducen a la baja calidad de las relaciones entre compañeros de trabajo o de estudio; ya no existe el «amor fraternal». Es una de las señales de los últimos tiempos que «el amor de muchos se enfriará», y que «unos a otros se aborrecerán» (Mateo 24:10.12). En los ojos del Señor, eso es tan grave que expone a la iglesia al peligro de apostatar completamente: «pues si no (te arrepientes), vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar» (Apoc.2:5).

Ahora tenemos que evitar un malentendido. Algunos piensan que el «amor cristiano» significa recibir también a los falsos maestros y líderes, y «por misericordia» permitirles que sigan adelante en sus malas obras. ¡Eso sería un gran error! Era correcto que la iglesia en Éfeso rechazara a los falsos apóstoles. Eso es algo que el Señor menciona con aprobación. Entonces, «volver al primer amor» no puede de ninguna manera significar que por ello dejemos de hacer lo que es bueno y correcto.

Pero «el primer amor» puede significar algo más. En griego, «el primero» significa también «el más importante». En una iglesia sana, «el amor más importante» es el Señor Jesús. Los miembros viven en Él y para Él. Trabajan para Él porque le aman. Pero muy fácilmente puede suceder que la iglesia empiece poco a poco a amarse a sí misma. En vez de amar al Señor como la persona más importante, empiezan a enamorarse de sus programas, de sus servicios y reuniones, de su música, de sus logros, de su buena fama… Lo triste es que esto sucede con más frecuencia en aquellas iglesias que «andan bien», que «tienen éxito». Casi sin darse cuenta caen en el orgullo, en la autosuficiencia, y también en el tradicionalismo. («Nuestra manera de hacer las cosas funciona tan bien, entonces esta es la manera como se debe hacer.»)

Pero con esta actitud, la iglesia deshace su propio éxito. Hay pocas cosas que ofenden tanto al Señor, como cuando «damos Su gloria a otro» (Isaías 42:8). Es algo horrible y muy peligroso, cuando se da a «la iglesia» la gloria que pertenece al Señor. Por eso, el Señor es tan tajante con este pecado: «Quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.» (Apoc.2:5)

Esmirna: Sé fiel hasta la muerte

La iglesia de Esmirna se describe como una iglesia pobre y perseguida. Notamos dónde se origina la persecución: «de los que dicen ser judíos, y no lo son, sino una sinagoga de satanás» (Apoc.2:9). A menudo los cristianos son perseguidos exactamente por la gente religiosa, por los que dicen servir a Dios, por los que se atribuyen ellos mismos el nombre de «cristianos». Así dijo ya el Señor Jesús: «Les expulsarán de las sinagogas; y vendrá la hora cuando cualquiera que les mate, pensará que rinde culto a Dios.» (Juan 16:2) – Eso se refiere no solamente a las sinagogas judías. Diversas iglesias institucionales, cuando se volvieron grandes y respetables, han cumplido esta profecía. La iglesia católica romana persiguió y mató a los reformados y a sus precursores. Las iglesias reformadas, a su vez, persiguieron y mataron a los anabaptistas y a los cuáqueros. Con la muy extendida apostasía actual, es de suponer que también las iglesias evangélicas en algún momento se unirán a las filas de los que persiguen a los verdaderos cristianos.

La iglesia de Esmirna fue una de las dos que no necesitaba arrepentirse. Espiritualmente, ¡esta iglesia pobre y perseguida se encontraba en un estado más seguro que la iglesia exitosa de Éfeso!

«Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.» (Apoc.2:10)

Para los cristianos en el imperio romano, eso significaba más que simplemente «seguir siendo cristianos hasta su vejez». En cualquier momento se podía desatar una nueva persecución; y entonces cada uno tenía que decidir entre negar a Cristo, o morir.

Para los evangélicos actuales en el mundo occidental, puede ser difícil entender lo que significaba «ser fiel» para los cristianos de aquellos tiempos. Normalmente no se les exigía negar que Jesucristo es Dios. En el imperio romano había lugar para muchos dioses y muchos «señores». Cada uno podía adorar a los dioses que quería. Únicamente se les exigía que adicionalmente expresaran su adoración al emperador (César), ofreciendo un sacrificio para él.
Entonces, los cristianos no hubieran tenido ningún problema si hubieran adorado a Cristo, y también al César. Pero su fidelidad a Cristo exigía que no podían adorar a ningún otro dios aparte de Él. Ellos estaban dispuestos a morir, no simplemente por ser seguidores de Cristo, pero por negarse a presentar el sacrificio obligatorio al César.

Una nota aparte: Uno de los títulos del emperador romano era «Augustus», en griego «Sebastós» (Hechos 25:21.25). Traducido literalmente, eso significa «Reverendo» («digno de reverencia»). Es un escándalo que ciertos «pastores» evangélicos hoy en día reclamen ese título blasfemo para ellos mismos.

En la actualidad, en el mundo occidental, la «adoración al César» asume formas más sutiles. Por eso, muchos evangélicos ya no se dan cuenta cuando están negando a Cristo con sus actos.

Por ejemplo, en muchos trabajos se les exige participar en ciertos actos deshonestos o corruptos, o por lo menos encubrir esos actos cometidos por otras personas. Y muchos de los que se llaman cristianos, participan en ello. Sucede incluso en iglesias. No se dan cuenta de que con eso están sacrificando su honestidad sobre el altar de un sistema anticristiano.

En ciertos lugares, las costumbres locales exigen participar en ceremonias en honor a deidades paganas. Y allí también participan muchos de los que se llaman cristianos. Parecen no estar conscientes de que eso tiene el mismo significado como el sacrificio al César en los tiempos antiguos.

Y millones de cristianos mandan diariamente a sus hijos a una escuela donde están siendo enseñados en contra de los principios bíblicos. Eso en contra del claro mandamiento de no recibir a un falso maestro en casa (2 Juan 10). Entonces, ¡cuánto menos debemos enviar a nuestros hijos fuera de la casa, para ser enseñados por maestros que no aman a Dios! Conceder al gobierno estatal el control sobre la educación de los niños, es una forma moderna de la adoración al César.

Pérgamo: Cuidado con los nicolaitas

La iglesia de Pérgamo tuvo mucho en común con la iglesia de Esmirna. También sufría persecución, a causa de una influencia satánica en su ciudad. «Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe…» (Apoc.2:13)

Sin embargo, en esa iglesia había algunas cosas que el Señor aborrece. Una de ellas era «la doctrina de los nicolaitas» (Apoc.2:15). El término parece indicar que se trataría de los seguidores de cierto Nicolás. Pero las «doctrinas de Nicolás» mencionadas por unos cuantos escritores de los siglos 2 a 4, no encajan con la descripción de los «nicolaitas» aquí.
Es más probable que se trate de un nombre simbólico que habrá que tomar por su significado griego. «Nicolaitas» significa «vencedores sobre el pueblo», o «los que dominan sobre el pueblo (los «laicos»)«. Se trataría entonces de los proponentes de un liderazgo autoritario quienes hacían una diferencia entre «clérigos» y «laicos», y exigían la obediencia ciega de los «laicos». Podemos ver los precursores de esta corriente en los «súper-apóstoles» de 2 Corintios 11, y en Diótrefes mencionado en la 3ra carta de Juan. Pablo escribe acerca de los corintios y el comportamiento de estos falsos líderes:

«Pues toleráis si alguno os esclaviza, si alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno os da de bofetadas. Para vergüenza mía lo digo, para so fuimos demasiado débiles.» (2 Cor.11:20-21)

En reflexiones anteriores hemos visto que la iglesia del Nuevo Testamento no hacía ninguna distinción entre «clérigos» y «laicos». Aparentemente, los «nicolaitas» eran quienes querían introducir en la iglesia tales distinciones, y una estructura jerárquica de poder. El Señor aborrece estas prácticas, porque llevan al pueblo de Dios a depender de hombres, en vez de Dios.

(Continuará)