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El jinete del caballo blanco en Apocalipsis 6

25/05/2020

La visión de Juan acerca de los sucesos en la tierra comienza con Apocalipsis 6:2: «Y mira, un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él tenía un arco; y le fue dada una corona [de ganador], y salió venciendo y para vencer.»
Muchos ven en esta imagen una representación del Señor Jesucristo, afirmando Su autoridad sobre la tierra. Y efectivamente, en 19:11-16 aparece el Señor montado sobre un caballo blanco. ¿Pero es el verso 6:2 realmente una paralela a este pasaje? Hay varios indicios que ponen en duda esta interpretación:

En el capítulo 19, el Señor aparece para comenzar oficialmente su reinado sobre la tierra. Ejecuta juicio sobre las naciones que se rebelaron (19:15-19.21), sobre «la bestia» y el falso profeta (19:20), y toma preso al mismo satanás (20:2-3). Después comienza Su reino de paz y justicia en la tierra (el milenio). Este no es el contexto del capítulo 6: Allí, al contrario, la paz se quita de la tierra (6:4), y entonces habrá hambruna (6:5-6) y muertes por causas terrenales, no por una intervención celestial (6:8). Después, los mártires «debajo del altar» claman por la justicia y venganza de Dios (6:10-11). Esto implica que el juicio de Dios todavía no sucedió (porque entonces no habría necesidad de clamar por él). Los sucesos descritos en 6:1-11 no son entonces el juicio de Dios sobre el reino anticristiano. Al contrario, son consecuencias de que Dios permite por un tiempo a las fuerzas anticristianas ejercer toda su maldad. Si los otros tres jinetes simbolizan fuerzas del mal, ¿no debemos asumir lo mismo acerca del primer jinete?
Llama la atención también que el jinete del capítulo 19 es claramente identificado como el Señor, por sus nombres y características: Se llama «Fiel y verdadero», y actúa con justicia (19:1). Se llama «La palabra de Dios» (19:13) y «Rey de reyes y Señor de señores» (19:16). El jinete del capítulo 6, en cambio, no tiene ningún atributo que lo identificaría como el Señor.
Y un último detalle: El jinete del capítulo 19 tiene como arma una espada aguda, «que sale de su boca» – un símbolo de la palabra de Dios, como en 1:16 y 2:16. (Vea también Hebreos 4:12.) El jinete del capítulo 6, en cambio, tiene un arco. ¿No debemos ver en eso al maligno, que tira sus «flechas de fuego» contra los siervos de Dios (Efesios 6:16)?

Por todas estas razones, yo me inclino a ver en el jinete del capítulo 6 el falso Cristo, al que Dios permite por un tiempo «salir para vencer» y extender su reino sobre la tierra. Se ve muy similar al Cristo verdadero, de manera que aun muchos intérpretes de la Biblia lo confundirán con Él. Y muchas personas que se identifican como cristianos, al presenciar la victoria del falso Cristo en la tierra, creerán que ahora de verdad hubiera comenzado el reino de Dios. Ya en el presente, muchas organizaciones cristianas apoyan programas políticos y de «desarrollo» que prometen traer paz y prosperidad, pero por medios humanos, terrenales, sin tomar en cuenta el señorío de Cristo. De hecho, el falso Cristo nunca podría llegar al poder, si no se viera tan perfectamente similar al verdadero. Muchos miembros y líderes de iglesias cristianas están entre los que ayudan a establecerse el reino anticristiano. Algunos de ellos se darán cuenta de ello a tiempo; otros recién cuando será demasiado tarde; y otros estarán convencidos hasta su lecho de muerte, de que estaban promoviendo la causa genuina de Cristo. ¿No creía también Pablo antes de su conversión, que estaba prestando un servicio a Dios, persiguiendo a los cristianos? ¿No creían también los conquistadores españoles que estaban promoviendo el reino de Dios, al exterminar naciones enteras? ¿No creían también muchos evangélicos alemanes que Hitler era uno de los suyos, cuando votaron por su partido en los inicios de su gobierno?

Los falsos Cristos no se dan a conocer tan fácilmente. Ellos apelan a nuestras aspiraciones más nobles: el amor a la humanidad, la solidaridad, la construcción de una sociedad pacífica, justa y próspera, aun la religiosidad y los «valores cristianos». El «hombre de pecado», como lo llama Pablo, viene «con todo poder y señales y milagros mentirosos, y con todo engaño de injusticia entre los que se pierden, porque no aceptaron el amor a la verdad. Y por esto, Dios les enviará un engaño eficaz para que crean la mentira…» (2 Tesalonicenses 2:9-11). No pensemos que eso concierne solamente a la «gente mundana». También dentro de las iglesias hay muchas personas que «no aceptaron el amor a la verdad», que prefieren engañar a otros acerca del verdadero estado de su corazón, y por eso ellos mismos están siendo engañados.